Escenario

Así recuerdan a Ricardo Arjona sus antiguos vecinos de la zona 18 y zona 1

Personas que fueron vecinos de Ricardo Arjona, en la capital, lo recuerdan con mucho cariño y admiración, algunos de los cuales han podido hablar y tomarse fotos con él cuando ha regresado a los lugares donde vivió o trabajó.

En esta casa de la colonia Atlántida, zona 18, vivió durante su niñez y juventud Ricardo Arjona con sus padres. (Foto Prensa Libre, Brenda Martínez)

En esta casa de la colonia Atlántida, zona 18, vivió durante su niñez y juventud Ricardo Arjona con sus padres. (Foto Prensa Libre, Brenda Martínez)

El cantautor guatemalteco, que el sábado 16 y el domingo 17, ofrecerá dos conciertos en Paseo Cardales de Cayalá, zona 16, vivió con sus padres, desde muy niño, en una casa en la Colonia Las Victorias, zona 1.

En el lugar donde se encontraba la vivienda ahora hay una bodega de dos niveles. “Era una casa con árboles de guayaba, pero luego la derribaron y se convirtió en un terreno baldío, donde después construyeron una bodega”, recuerda Jaime Reyes, de 69 años, cuya casa está enfrente.

“Era un muchacho bien alegre, sin problemas de vicio y que le gustaba jugar futbol; recibía buen ejemplo de sus padres. La familia vivía humildemente”, recuerda Reyes. “Vino hace como 10 años con un grupo de periodistas y muchos de los vecinos querían tomarse fotos con él”, añade.

“Él es una persona que ha triunfado porque se le abrieron las puertas en el extranjero. Cuando vino, se recordaba de cada casa y quien vivía en cada una”, explica Reyes, que dice que su canción favorita es Señora de las cuatro décadas.

Después, la familia Arjona Morales se fue a vivir a una residencia ubicada en la 13 avenida 11-70, Colonia Atlántida, zona 18, donde actualmente se encuentra una clínica familiar. Todavía se puede observar una inscripción de hierro que dice “Familia Arjona Morales”, en la fachada. La casa prácticamente no ha cambiado.

“Me recuerdo que su papá se sentaba en la banqueta a tocar la guitarra. Ricardo siempre fue bueno con sus papás. Los tres eran grandes personas. La mamá, doña Mimi, era servicial, no le gustaba ver que la gente pasara necesidad”, indican Israel Adán Morales, de 77 años, y su esposa, María Esperanza de Morales.

“La mayor parte de su juventud la pasó en esa casa. Le gustaba jugar basquetbol en la calle. Mi hijo, José Adán Morales, es gran admirador suyo, y no ha perdido comunicación con él”, indica don Adán, quien refiere que los padres del artista se mudaron de ese sector a la zona 15 hace como unos 12 años.

“Era un muchacho que le gustaba jugar futbol. Siempre fue bien amable, se miraba que quería mucho a sus papás”, recuerda otro de sus vecinos, Adolfo Quiñónez, de 67 años.

Roxana Payeras Beltrán, de 50 años, fue compañera de juegos de Arjona. “Recuerdo que le gustaba jugar en la patineta, futbol y basquetbol. Era una excelente persona, muy humilde y sencilla. Sus papás eran muy serviciales, siempre dispuestos a ayudar. Cuando ha venido aquí, siempre se recuerda de sus vecinos. Él no es creído”, explica.

Durante su  juventud, el cantautor dio clases en la Escuela Oficial Urbana Mixta No. 454, ubicada en la 25 avenida 17-00, colonia Santa Elena III, zona 18, donde madres de alumnos recuerdan que fue un maestro ejemplar. “Mis hijos fueron sus alumnos. Le gustaba mucho cantar en los actos, cantaba muy bonito, era buen maestro”, refiere Marilú Alvarado, de 69 años.

“Él tenía mucho talento. Cuando quiso irse para buscar la fama, los maestros hicieron huelga porque no querían que se fuera. Las mamás tampoco queríamos que se fuera. Vino hace como cinco años y le regaló un equipo de computación a la escuela”, añade.

“Se llevaba bien con los patojos. Comenzó dando clases particulares hasta que la escuela terminara de construirse. Recuerdo que lo molestaban por su carro Volkswagen viejito que tenía. A veces también se venía en ruletero”, indica Gloria Rodríguez, de 61 años, cuya casa se ubica a pocos metros de la escuela. “Me gustaba cómo tocaba la guitarra para el Día de las Madres. Ha venido como dos veces. Mi hijo siempre va a sus conciertos”, agrega.

Una de sus alumnas, Janice Romero, de 44 años, recuerda que era un maestro ejemplar, que nunca los castigó, porque prefería convencerlos para que tuvieran gusto por los estudios. “Estudié con él cuarto y quinto grados de primaria. Recuerdo que nos decía ‘miren, en la vida la delincuencia va aumentar cada día, pero ustedes tienen que ocuparse para no tomar malos caminos”, explica.

“Decía que quería ser buen maestro, no ingrato. Había clases en las que se ponía a cantar con su guitarra. Nos enseñó a jugar basquetbol y a valorar la escuela y la educación. Nos decía que por más humilde que fuera la escuela, debíamos aprovechar una enseñanza perfecta que nos ayudaría para toda la vida”, refiere.

“Hace como cinco o seis años donó computadoras a la escuela. Yo logré conseguir su correo y le escribí, porque a la escuela hay que cambiarle las láminas, pero no me contestó. Ojalá pueda llegar este mensaje a él”, explica Romero, quien asevera que nunca se pierde sus conciertos, pero este año no pudo ir por razones económicas, solo sus hermanas.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.