Viene al caso esta introducción porque nos ha escrito una esposa desesperada, y en su larga carta describe la vida que ha llevado en su matrimonio, por más de 15 años, sufriendo violencia intrafamiliar. Sin embargo, confiesa que en todos estos años no ha podido romper los lazos que la unen a un hombre que no la ama, no la respeta, ni se preocupa por el bienestar de sus hijos, pero tiene miedo de acudir a los tribunales. Yo me pregunto entonces, ¿qué espera de su vida como mujer y como madre? ¿Qué está sembrando en el corazón de sus hijos? Y me pregunta a mí, ingenuamente, si es deber de una esposa someterse a esa esclavitud para toda su vida.
Lo cierto es que en los tiempos actuales, en ninguna parte del mundo una mujer debe aceptar el papel de víctima y dejarse arrebatar su dignidad. Es injusto, además, que una madre permita que le roben su felicidad y la de sus hijos. Existen leyes y deben cumplirse para la protección de la mujer y de los niños. ¿Por qué no recurrir a ellas y luchar en los tribunales de familia para su protección? Además, es importante buscar ayuda psicológica que se puede encontrar sin costo en muchas partes. Solo así es posible alcanzar una nueva vida, en paz, para sacar adelante a los hijos, contando siempre con la verdad, luchando con esfuerzo y trabajando dignamente. Atrás se quedará ese papel de esposa conformista, maltratada y frustrada, que a los hijos no les hace ningún bien.
Amiga, esta es la realidad. Cuando una mujer reconoce que está siendo víctima del maltrato de parte del cónyuge, tanto físico como psicológico, que ya no existe amor entre ambos y que su autoestima cayó en lo más bajo, urge buscar ayuda, tanto legal como psicológica y a la par unirse a grupos cristianos que le acerquen a Dios para llenar ese vacío que se lleva en el alma y que tanto duele. ¿Ha pensado que ya nada se gana con seguir reteniendo a la fuerza a un hombre que no la quiere?
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