CABLE A TIERRA

Las niñas de Guatemala están siendo violentadas

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Con pavor vi la infografía que compartió el Osar el 11 de octubre, con ocasión del Día Internacional de las Niñas. Un estimado de 3,568,674 niñas y adolescentes entre 0 y 19 años, que representan el 20% de la población total. 71% son niñas entre 0 y 13 años y el 29% restante, púberes y adolescentes.

Una sociedad sana y constructiva, que verdaderamente protegiera la vida de las niñas y de los niños y que quisiera cambiar para mejor, tendría a las niñas como la primera prioridad de las acciones del Estado. Por supuesto, a los niños también, pues necesitamos que las nuevas generaciones de hombres crezcan ajenos a los patrones de crianza que reproducen el machismo, la violencia y la consideración de las niñas y mujeres como objetos de propiedad; de uso y abuso. En la base de muchos de los retos de desarrollo y de salud que enfrentan las niñas están las concepciones que asocian la masculinidad con la posesión y subyugación de las niñas, las adolescentes y las mujeres, al punto de que su vida física, su sexualidad y su psiquis son impunemente violentadas y controladas por terceros, sean estos hombres, mujeres y/o instituciones.

Su manifestación más explícita, y que genera graves consecuencias sociales de corto, mediano y largo plazo, es el abuso sexual y la violación, la cual frecuentemente es perpetrada, además, por familiares y allegados de las niñas y adolescentes; no solo violentan sus cuerpos, sino también su psiquis; violentan su confianza, el sentido de seguridad y protección que tienen derecho a tener en el propio hogar, en la familia y en la sociedad.

' Setenta y dos mil embarazos en niñas y mujeres entre 10 y 19 años.

Karin Slowing

Obtener datos sobre estos fenómenos es algo muy difícil; especialmente cuando el Estado no está comprometido con acabar con las condiciones que los generan. Las denuncias son limitadas; el seguimiento y punición de estos casos, aún menos. La prevención prácticamente inexistente y la poca que hay, la conservación restauradora la boicotea a partir de sus tabús y prejuicios que quieren imponer a todos los demás.

Lo que se ve en las cifras del Osar es, apenas, la punta del iceberg; es la secuela transgeneracional más dramática y de más larga consecuencia social y que tienen que enfrentar las niñas violentadas: el embarazo, y la crianza de otro ser humano, cuando la propia niña o joven aún no está preparada ni física ni emocionalmente, ni mentalmente, ni materialmente para ello. Afrontar exitosamente la crianza de otro ser humano es uno de los más fuertes desafíos que tiene cualquier persona. Si haciéndolo en la edad adulta y por decisión y convicción es un proceso difícil, lleno de retos, ¿qué le puede esperar a una niña o una joven?

Saber que solo en el 2021 ocurrieron 70,036 nacimientos registrados de jovencitas entre los 15 y 19 años; y otros 2,041 fueron de niñas entre 10 y 14 años debería tener a toda la sociedad en franca alerta roja. Repito, esto es solo la punta del iceberg, pues no todas las violaciones sexuales en estas etapas de la vida terminan en embarazo, pero ocurren igualmente. Más bien, el abuso sexual tiende a ser continuo y solo se detecta cuando la niña o joven queda embarazada. No digamos, el riesgo de muerte que, según el último informe oficial del MSPAS, las muertes maternas en niñas y adolescentes representaron el 13.6% del total. O peor aún, la abducción de niñas, niños y adolescentes para el tráfico sexual.

Para el Estado capturado, las niñas y jóvenes parece que solo son bienes transables, no sujetas de derecho. Las pocas medidas existentes para enfrentar estos problemas van en retroceso gracias a esta dinámica involutiva, antidesarrollo y promuerte que está impulsando la oligonarcocleptocracia en su afán de perpetuarse en el poder.

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