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Una vida dedicada a la venta de papalinas en los Estadios

Entre la multitud se abre paso lentamente, sus hombros están siempre adornados con un racimo de golosinas saladas —frituras de todo tipo—. Un pregón sale de su garganta: ¡Papalinas! ¡Papalinas! Es Marco Antonio Gutiérrez, quien a los 11 años ya contribuía en el sostén de su hogar.

Marco Antonio Gutierrez, tiene 67 años y lleva alrededor de 55 años de vender papalinas. (Foto Prensa Libre: Carlos Vicente)

Marco Antonio Gutierrez, tiene 67 años y lleva alrededor de 55 años de vender papalinas. (Foto Prensa Libre: Carlos Vicente)

El Campeonato de Liga —ahora Liga Nacional— disputaba su décimo torneo desde que fue bautizado así en 1942. Era el momento propicio para que Gutiérrez consiguiera hacerse de fondos, ya que en ese entonces sus productos costaban apenas un centavo.

Aún recuerda el año en que se inició como vendedor en los escenarios deportivos, en 1959. “En ese entonces Comunicaciones se coronó campeón del torneo nacional. Se miraban unos partidazos y los estadios casi siempre estaban llenos”, recuerda el comerciante.

Han pasado 56 años y Marco Antonio no olvida el arte. Ahora tiene 67 y sigue en el oficio como al inicio, aunque con más complicaciones, ya que la competencia ha aumentado y los escenarios deportivos están cada día más vacíos; sin embargo, no pierde la fe. “Dios siempre me bendice”, asegura.

“Salgo a las 7 de la mañana de mi casa, siempre buscando un lugar concurrido o una actividad deportiva para vender cuando no hay partidos de futbol. En día de trabajo puedo llegar a tomar hasta seis buses para moverme a distintos lugares. Es bastante cansado y cuesta”, comenta.

Pese a lo difícil de la vida, una sonrisa siempre lo acompaña porque debe atender a la gente con respeto. Ese valor le ha permitido en los 56 años de trayectoria como vendedor darle educación a sus hijos: Rosa María, Yolanda Marisol, Marco Tulio, Selvin y Zoila Marina.

Aún lo acompaña el dolor de haber perdido a su hija Marcela, hace 25 años, quien falleció recién nacida.

“Solo a ella no pude darle educación, debido a lo sucedido. Dios sabe que luchamos fuerte para que todos salieran adelante”, afirma.

Una de las satisfacciones más grandes de Papalinas —como se le conoce cariñosamente en los estadios del país— es que Zoila Marina y Yolanda Marisol estén a punto de obtener un título universitario. “Mi trabajo y el deporte ha sido una bendición para mi vida”, agrega.

Grata labor

No todo es sacrificio en la labor diaria de Marco Antonio, para quien trabajar en un estadio representa poder disfrutar de un juego. Su mente es todo un archivo futbolístico, ya que se ha mantenido en los estadios desde que el torneo apenas había iniciado.

“Ver los partidos del Aurora me gustaba mucho. También recuerdo con entusiasmo cuando los equipos de la Liga a veces se enfrentaban a los clubes grandes de Argentina y Brasil. Los clásicos de antaño también eran espectaculares, no había tantos problemas como ahora”, rememora.

A su edad, las fuerzas han mermado, pero no su espíritu emprendedor, sobre todo el hecho de dedicarse a una actividad digna y honrada que le ha permitido sacar adelante a su numerosa familia.

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