Tanto los corredores como los directores de los equipos están avisados de antemano de que habrá cambios cuando se desvele el recorrido y sus detalles, que irán más allá que el mero nombre de las ciudades de salida y llegada de las etapas.
Por ahora, los organizadores solo han confirmado que los dos primeros días se disputarán en Holanda (que acogerá la Gran Salida por sexta vez) .
Esas dos primeras etapas consistirán en una contrarreloj de unos 14 kilómetros en la jornada inaugural en Utrecht y una llegada al gran dique de Zelanda en la segunda etapa, donde el viento, si hace acto de presencia, podría mermar a los escaladores.
Al siguiente día, la serpiente multicolor se trasladará a la región de Amberes y recorrerá las carreteras belgas hasta llegar a la región de Lieja.
Lo que sigue se conoce por indiscreciones, aparecidas sobre todo en la prensa diaria regional, y especulaciones.
El norte de Francia (Cambrai) , Normandía (Le Havre, Livarot) , Bretaña (Fougeres, M r-de-Bretagne) , podrían aparecer en el programa de la primera semana.
Hay una obligación de animar la prueba, según el director de carrera Thierry Gouvenou, para evitar la letanía de los esprines aunque el terreno se preste más o menos a ello.
La montaña llegará más tarde, en una ruptura radical y sin duda sensacional según los organizadores. “Serán los dos extremos” , se jacta Gouvenou pensando en el menú pirenaico y alpino, las dos cordilleras imprescindibles en cualquier Tour.
En los Pirineos, los representantes locales han afirmado que una etapa llegará a La Pierre-Saint-Martin, candidatura con muchas opciones.
Otro día el pelotón debería llegar, por la vertiente de Ariege, a Plateau de Beille, que se está convirtiendo en una de las grandes ascensiones de la Grande Boucle, antes de recorrer el Macizo Central, en un guiño al francés Laurent Jalabert, que se impuso en la meta de Mende en 1995.