Rivero logró  la hazaña, y por segunda ocasión saboreó la gloria tal y como lo hizo en el 2013, cuando ganó la prestigiosa carrera por primera vez. El año pasado finalizó tercero.

  Las condiciones climáticas fueron las adecuadas para que Rivero impusiera su ritmo en el recorrido por las principales calles de Miami, y no las desaprovechó. Con garra y coraje supo aplicar su estrategia para cruzar en primer lugar la meta ubicada entre los rascacielos y la orilla del mar.

 Desde las cinco horas locales —seis de Guatemala—, la ciudad estadounidense fue despertada por el bullicio de los más de 25 mil competidores de 31 países que lucharon por el podio.

Los primeros en salir fueron los competidores en sillas de ruedas. Posteriormente, partieron juntos los del medio maratón —21 kilómetros— y los de la carrera completa —42—.

La salida de los atletas se ubicó justo frente al American Airlines Arena, sede del flamante equipo de  la NBA, el Miami Heat.

El grupo de corredores élite se mantuvo compacto en los primeros kilómetros, pero se dispersó conforme avanzó el tiempo y el sol filtró sus primeros rayos de luz.

Fiel a las instrucciones que le brindó su entrenador Carlos Trejo, el atleta originario de la cabecera de San Marcos mantuvo la calma y conservó toda su energía para descargarla con toda su fuerza después de 33 kilómetros recorridos.

Fue en ese preciso momento cuando se despegó del grupo y rebasó al tam bién guatemalteco Elvin Cu. Este último se había mantenido entre los punteros, pero al final cedió, aunque pudo continuar y entrar en la meta en tercera posición, con un tiempo de 02:23:51.

Con eso ayudó a alcanzar la gloria para Guatemala, porque el nombre de nuestro país sonó fuerte entre el público y  participantes.

El segundo lugar de la carrera lo obtuvo el marroquí Slimani Benazzouz, con un cronómetro de 02:22:45. El africano  ya había ganado ese maratón en el 2009, y de ahí la intensa competencia protagonizada con Rivero, desde el arranque.

El extenuante Maratón de Miami contó de principio a fin con una fuerte presencia policial y filtros de seguridad que garantizaron su buen desarrollo.

Rivero, quien asomó en soledad a la meta, pero sin descuidar sus espaldas, elevó su mirada al cielo y tras cruzarla, levantó sus manos y luego se arrodilló en el asfalto,  para darle gracias al Creador, tras haber ganado el maratón.

Sus piernas temblaban, sus ojos estaban llorosos y su voz se entrecortó cuando medios locales lo abordaron  tras el triunfo.

“El maratón es de tener paciencia y esperar el momento para atacar. La estrategia funcionó”, indicó.

Rivero añadió que su triunfo va dedicado a toda Guatemala, y en especial a su pequeña hija.

“Dedico este triunfo a mi país y a mi hija Luisita, porque ella y toda mi familia son pilares fundamentales en mi carrera”, comentó Rivero.