Escenario

Verdaderas joyas musicales florecieron

Varias de las obras de Germán Alcántara, como La flor del café, pasaron a formar parte del acervo musical popular guatemalteco y del repertorio de las principales marimbas y orquestas de Guatemala en el siglo XX.

Nació en Guatemala el 30 de octubre de 1863, y pertenecía a una familia de artistas. Recibió sus primeras lecciones de música con su padre, Ramón Guerra —Germán usaba el apellido de su madre, Prudencia Alcántara—.

Prosiguió sus estudios con Pedro Vissoni, Vicente Andrino, Lorenzo Morales y Emilio Dressner. Su instrumento fue el cornetín, con el que logró una ejecución fantástica y del cual engendraba un sonido maravilloso, lo que inspiró a Dressner a escribir algunas piezas para ese instrumento, como Los amores de una corneta.

Fue durante mucho tiempo integrante de la Banda Marcial de Guatemala (1892-1897), de la cual eventualmente llegó a ser director titular; dirigió temporadas de zarzuela (1904-1906); fue titular de la Banda de Antigua Guatemala; y durante los últimos años de su vida fue director del Conservatorio Nacional (1907-1910).

Sus composiciones, principalmente piezas de salón para piano y algunas para banda, se caracterizan por una peculiar vitalidad y un encanto melódico.

Entre sus obras figuran Desdén —canción a dúo—, Libre pensamiento —marcha—, Dime que me amas —vals lento—, Crisantemo —gavota—, Mi bella Guatemala —mazurca cuya popularidad no ha disminuido a través de las décadas— y La flor del café—vals, 1907—, dedicado al poeta Manuel Valle. Esta última fue premiada en Alemania y de ella apareció a mediados del siglo XX una versión titulada Pájaro cautivo, de un compositor mexicano, lo que originó reclamos que llevaron a retirar del mercado esta última grabación.

PROMOTOR CULTURAL

Germán Alcántara dio impulso al arte dramático.

En 1900 trajo de México a la compañía dramática de Matilde de la Rosa y de José Sánchez, la cual representó en el Teatro Colón diversas obras, en especial Tierra baja, del dramaturgo  catalán Angel Guimerá, en la versión en castellano de José de Echegaray (1832-1916).

El año siguiente trajo a la compañía española de Francisco de Benavides, que ofreció un repertorio  centrado en obras de Echegaray y de Benito Pérez Galdós. De estas escenificaciones se destacaron El loco dios y Electra.

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