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El miedo y el terror que provocaron los tanques de guerra la primera vez que aparecieron en un campo de batalla hace 100 años

"Los soldados alemanes sintieron el tipo de terror que da la superstición, hasta que la luz del día reveló su verdadera naturaleza".

Aunque a primera vista eran impresionantes, no funcionaban muy bien. (TANK MUSEUM)

Aunque a primera vista eran impresionantes, no funcionaban muy bien. (TANK MUSEUM)

Así fue descrita la reacción ante los tanques de guerra que observaron las fuerzas británicas tras entrevistar a los prisioneros que tomaron el 15 de septiembre de 1916.

El tanque, que llegaría a tener un papel protagónico en las guerras y a darnos algunas de las imágenes más potentes del siglo XX, irrumpió por primera vez hace 100 años en la batalla del Somme, en Francia,una de las más sangrientas de la Primera Guerra Mundial.

Su debut fue un acto desesperado de generales, un experimento desordenado, con resultados cuestionables.

Un grupo selecto de jóvenes fueron los primeros en sentir su influencia terrible, que les cambió la vida para siempre. 

“Sección Pesada”

William Dawson nació en Boston, en Lincolnshire, Inglaterra, y era el mayor de cuatro hermanos. Su padre se había ahogado en el mar en 1898, cuando él tenía 10 años, por lo que tan pronto como dejó la escuela, empezó a trabajar para mantener a la familia.

Encontró el empleo con una compañía naviera, pero lo que más le interesaba eran los motores.

A principios de 1916 respondió a un anuncio en la revista Motor Cycle, en el que la unidad del Ejercito Británico en la Primera Guerra Mundial MMGS (Motor Machine Gun Service) solicitaba reclutas con inclinación por la mecánica para un servicio intrigantemente vago.

En mayo fue transferido a la “Sección Pesada” de MMGS.

Unos días más tarde Dawson estaba en un campo de entrenamiento en Suffolk escuchando “una charla muy seria de alguien que nos decía que el nuevo proyecto era tan, tan secreto que no podía darnos detalles, pero que era muy importante”.

“El lugar secreto en el que estábamos era muy grande y el perímetro estaba vigilado día y noche por 500 o más reservistas totalmente armados con fusiles y municiones”, escribió años más tarde.

“Una mañana temprano, justo después de la luz del día, nos despertó un ruido y un traqueteo de unos motores”.

“Todos salimos entusiasmados de las tiendas de campaña, con lo que habíamos dormido, y allí estaban los primeros tanques“.

Tras describir su apariencia como “extraordinaria”, agregó: “Inmediatamente empezamos a aprender cómo era su mecanismo y motor, y comenzamos a conducirlos por una pista con obstrucciones más de un metro de alto”.

La idea de vehículos de combate blindados había estado presente desde la época de Leonardo da Vinci, pero al estallar la Primera Guerra Mundial, no eran mucho más que ciencia ficción.

Cruzar trincheras

No obstante, a medida que los combates en Francia y Bélgica se fue tornando en una guerra de trincheras, el concepto empezó a ganar partidarios.

Habiendo visto las condiciones en el Frente Occidental como corresponsal oficial del Ejército, el coronel Ernest Swinton podía presionar a favor de la construcción de tractores blindados para aplastar el alambre y cruzar las trincheras.

Se las arregló para atraer el apoyo de Winston Churchill, quien en ese entonces era Primer Lord del Almirantazgo.

A principios de 1915, el comité responsable le encargó a una empresa de maquinaria en Lincoln construir prototipos. Gran parte del trabajo de diseño fue realizado en una habitación de un hotel local.

Los tanques pasaron de la ciencia ficción a ser una realidad de acero en el espacio de seis meses.

A fiines de 1915 una máquina de 8 metros de largo y 28 toneladas de peso cruzó un sistema de trincheras maniquí en Hatfield, en Hertfordshire, Inglaterra.

A Lord Kitchener, el ministro de Guerra, le pareció que era “un juguete” y “sin valor militar serio”, pero un representante del comandante en jefe Douglas Haig se limitó a decir: “¿Qué tan pronto podemos empezar a usarlos?“.

Para entonces la planificación de la ofensiva del Somme estaba en marcha.

A pesar de grandes esperanzas, las terribles pérdidas del primer día y la continuación de la lucha sangrienta significó que la necesidad de una arma nueva era más grande que nunca.

Nueva unidad del ejército

Al igual que con los tanques mismos, una unidad completamente nueva del Ejército, para un nuevo tipo de guerra, fue creada a toda prisa en cuestión de meses.

Tanto los 500 hombres como los 50 tanques estaban lejos de estar listos para el combate.

“Nuestro comandante, el subteniente Macpherson, era un joven bueno y simpático pero, así como nosotros, nunca había estado en un campo de batalla real antes”, señaló Dawson.

“La información e instrucciones con respecto a los objetivos fueron totalmente inadecuadas”.

Basil Henriques era de una clase social más alta. Fue nombrado teniente y comandante de tanques a los 25 años, a pesar de que también adolecía de la formación apropiada.

“No entrenamos nunca con la infantería y esa infantería, con la que íbamos a luchar, nunca habían oído hablar de nosotros antes de vernos en la batalla”.

A su llegada a Francia sólo había trabajado con su equipo una vez y ni siquiera habían usado las armas de fuego de su tanque.

Infernal

Una cosa era clara para todos: usar los tanques era infernal.

La tripulación de ocho personas iba en el compartimento de un tanque que no tenía ninguna suspensión y la visión era muy limitada. Cada viaje era ensordecedoramente ruidoso, lleno de humo y atropellado.

Estaban en los límites de la tecnología.

Los motores no eran fiables, la armadura era delgada, las tácticas eran conjeturas. La comunicación todavía se valía mayormente de señales con las manos o palomas.

Y eso sin que les hubieran empezado a disparar.

El 15 de septiembre 1916 casi todos los más o menos 50 tanques disponibles serían utilizados para tratar de capturar el pueblo de Courcelette.

Los primeros indicios no fueron auspiciosos. Por averías varias, sólo 31 máquinas llegaron a la línea de salida.

Reacción alemana

La reacción de los defensores alemanes al ver los tanques fue variada. Una guarnición simplemente huyó aterrada.

Pero otros atacaron a los tanques con cualquier cosa que tuvieran a mano: ametralladoras, pistolas, granadas y artillería.

El comandante, Macpherson, salió del tanque para informarle a sus superiores sobre lo que estaba pasando y lo mataron.

Henriques en el tanque C22 también estaba en el combate: “Íbamos aplastando alemanes al pasar pues no podíamos manejarlos bien”.

Los proyectiles de las armas de fuego chocaban contra el tanque y él tenía que mirar a través de una rendija estrecha de vidrio para intentar ver al enemigo.

“Una violenta explosión hizo que entraran astillas y la sangre empezó a correr por mi cara. Paso seguido, nuestro prisma de vidrio se rompió en pedazos, y luego, otra gran explosión. Yo creo que una bomba estalló justo en mi cara“.

Con el tanque lleno de hombres heridos, Henriques se retiró.

No todo el mundo corrió con la misma suerte.

En llamas

Cyril Coles, que nació en Canford, Dorset, en 1893, se alistó en el ejército en febrero de 1916 y fue un artillero de tanque en Francia en agosto.

Su aparato era el D15. Se suponía que iba a ser uno de tres vehículos blindados que atacarían juntos, pero los otros se atascaron antes de cruzar la línea de salida en las zanjas de que dejaban las bombas.

Cuando D15 llegó a la primera trinchera alemana fue alcanzado por fuego de artillería.

La historia oficial de la batalla dice: “El comandante y su tripulación abandonaron el tanque en llamas, pero a dos de los hombres los mataron a tiros y los demás resultaron heridos”.

Coles fue uno de los muertos. Ambos hombres fueron enterrados junto a la máquina destrozada.

Los investigadores del Museo del tanque piensan que Coles fue uno de los primeros hombres que operaron tanques muerto en combate.

Los cráteres combinados con el ataque enemigo, devastaron los tanques.

Cerca de 12 penetraron profundamente las líneas enemigas, pero la mayoría de ellos quedaron averiados. Sólo unos pocos estaban todavía en funcionamiento al día siguiente.

Los médicos le sacaron a Henriques le sacaron los trozos de vidrio de la cara.

La primera batalla de los tanques se llamaría la batalla de Flers-Courcelette y, según los estándares de la campaña Somme, fue considerada un éxito. Las nuevas máquinas, a pesar de graves deficiencias, habían mostrado potencial.

William Dawson y Basil Henriques sobrevivieron a la batalla y la guerra. Vieron cómo el tanque se convirtió en una parte cada vez más efectiva del Ejército, que jugó un papel importante para lograr la victoria en noviembre de 1918.

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