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Nördlingen, la ciudad de Alemania que está construida con toneladas de diamantes

Mientras subo las estrechas escaleras de la torre de la iglesia gótica de Nördlingen, Alemania, los viejos escalones de piedra parecen brillar bajo el sol, haciendo que inesperados rayos de luz alumbren el que debería ser un ascenso oscuro y gris.

Nördlingen, en Alemania, tiene 19.000 habitantes. Y 72.000 toneladas de diamantes. ISTOCK

Nördlingen, en Alemania, tiene 19.000 habitantes. Y 72.000 toneladas de diamantes. ISTOCK

“Eso es porque toda la torre está hecha con piedra suevita, y dentro de ella hay pequeños diamantes”, me dice entusiasmado el guardián de la torre, Horst Lenner.

“Por suerte son muy, muy pequeños, sino creo que la torre habría sido derribada hace mucho tiempo”, bromea, mientras una amplia sonrisa se forma en su rostro.

Lenner habla en broma, pero dice la verdad: durante la construcción del pueblo -que ya aparece mencionado en registros que datan del siglo IX- sus pobladores no se dieron cuenta que las piedras empleadas en sus edificaciones tenían incrustados millones de pequeños diamantes, con una concentración sin igual.

Desde lo alto de la torre este pequeño pueblo bávaro es una postal de tranquilidad.

Pero fue un evento violento y de otro planeta -el impacto de un asteroide, hace 15 millones de años- el responsable de la extraña realidad de Nördlingen.

Viajando a una velocidad estimada de 25 km por segundo, el asteroide de 1 km de ancho golpeó el suelo con una fuerza tal que creó el cráter de 26km de diámetro donde hoy está ubicado el poblado.

Pero también sometió al lecho rocoso a tanto calor y tanta presión que las burbujas de carbón que contenía en su interior terminaron convirtiéndose en pequeños diamantes, todos de menos de 0,2 mm, casi invisibles al ojo humano.

Como no sabían que la piedra, llamada suevita, estaba salpicada de diamantes, los edificios locales fueron construidos casi completamente con ella, haciendo de Nördlingen un pueblo sin igual en todo el planeta.

“Todo lo que está dentro de los muros de la ciudad está hecho con roca que fue impactada por el asteroide“, confirma Roswitha Feil, una residente.

Pero más raro aún tal vez sea que fue hasta hace relativamente poco que los habitantes de Nördlingen se enteraron del origen del cráter donde se levanta el poblado.

Un cráter de otro mundo

Como nunca le habían puesto particular atención al resplandor proveniente de sus casas, estaban convencidos que su ciudad había sido construida en el cráter de un volcán extinto, hasta que los geólogos estadounidenses Eugense Shoemaker y Edward Chao visitaron el pueblo en la década de 1960.

Después de estudiar el paisaje a la distancia, los científicos habían notado que el cráter no cumplía con los criterios propios de un volcán, por lo que viajaron al pueblo para probar su hipótesis: que el mismo se había formado de arriba hacia abajo.

Y no necesitaron mucho para comprobarlo, pues al explorar el muro de la iglesia de Nördlingen inmediatamente descubrieron la acumulación de las piedras preciosas.

“En la escuela nos enseñaban que la tierra era así por causa de un volcán”, recuerda Feil. “Pero luego se descubrió que era por causa de un asteroide y hubo que cambiar todos los libros de texto”, cuenta.

Poco después de la visita de Shoemaker y Chao, geólogos locales estimaron que los muros y edificios de la ciudad contenían aproximadamente 72.000 toneladas de diamantes.

Lugar único

La suevita puede encontrarse en otras partes del mundo donde se produjeron impactos similares, pero en ningún lado la concentración de gemas es comparable con la de Nördlingen.

Y caminado por las tranquilas calles del pueblo después de bajar de la torre, protegido del frío por las coloridas casas de su centro histórico y el muro defensivo que rodea a Nördlingen, puedo notar como resplandecen los muros cada vez que el sol se cuela por entre las nubes.

Es bastante único“, me dice el Dr. Stefan Hölzl, geólogo y director del museo RiesKrater.

Ubicado en un establo del siglo XVI, el museo educa a sus visitantes sobre cómo el impacto del asteroide moldeó el futuro del pueblo. En sus seis cuartos hay vitrinas llenas de pedazos de meteorito y, por supuesto, suevita.

“Hay lugares en el mundo donde este tipo de material producido por el impacto de meteoritos ha sido usado en la construcción, pero nunca en la misma proporción que aquí”, me dice Hölzl, mientras recorremos las vitrinas.

“Aquí se utilizó para construir un pueblo entero”, destaca.

Y no son sólo los edificios los que reflejan los eventos de hace millones de años.

Más allá del muro, selvas de pinos y coníferas que parecen del Jurásico rodean el borde del cráter, alimentadas por el suelo extremadamente fértil que alguna vez estuvo en el fondo del algo formado después del impacto del meteorito.

Distribuidas por todo el paisaje están las canteras y minas de las que se extrajo la suevita.

Hölzl me dice que el cráter de Nördlingen es tan particular que los astronautas de las misiones Apollo 14 y Apollo 16 lo visitaron antes de partir a la Luna para familiarizarse con el tipo de rocas que podían encontrar en el espacio y saber cuáles debían traer de regreso a la Tierra.

“Todavía recibimos visitas de la NASA. Astronautas de la Agencia espacial Europea estuvieron aquí hace solo dos semanas”, presume el científico antes de llevarme a una sala del museo donde se exhibe una roca lunar, recuerdo de una de las misiones Apollo.

A pesar de todo esto, sin embargo, a muchos en el pueblo parece darles igual el vivir entre millones de pequeños diamantes.
“Lo vemos todos los días, para nosotros no es nada especial“, me dijo una mujer cuando salí de la iglesia.

Pero a Hölzl, quien se mudó a Nördlingen desde Munich, la idea de que la gente no esté cautivada por la geología única del lugar todavía le parece extraña.

“No creen que sea algo interesante y se preguntan por qué hay gente que llega de todo el mundo a visitarlos”, se lamenta.

Para él, Nördlingen es tan excepcional como la piedra lunar del museo.

“La verdad es que todo aquí está conectado con eventos que se produjeron hace millones de años. Puede ser el pasado, pero todavía lo vemos hoy”, dice. “El presente es un producto del pasado”.

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