Guatemala

Arild Andersen

El jazz progresivo (al igual que diversos subgéneros musicales que no se angustian por el éxito comercial como primer afán) se caracteriza por alcanzar a un público mucho menos numeroso que el de la música popular en general.  No obstante, cuenta con seguidores incondicionales, que no ponen reparos en conocer todos sus lances y andanzas.

Por Paulo Alvarado

Por Paulo Alvarado

Una clara demostración de lo anterior fue la presentación que auspició la Embajada de Noruega, el pasado día 14 en el salón mayor del Paraninfo Universitario, a lleno completo.  Precedido por una afable intervención del cantautor guatemalteco Fernando López, el trío liderado por el contrabajista noruego Arild Andersen inundó el local con las sonoridades propias del “prog-jazz” que desde la década de 1960 se desarrolló más en Europa que en los Estados Unidos.  Ya de inicio, a base de efectos sonoros que se logran con un “delay” (nombre inglés de un pequeño aparato repetidor de sonidos, que al músico le permite acompañarse a sí mismo cuando actúa en vivo), Andersen dejó en claro que no se trataba de otra sesión de “happy jazz” —el desafortunado estilo que abarrota restaurantes, bares de hotel y festivales bien publicitados, pero poco interesantes—.

La honestidad de Andersen en el contrabajo dio lugar también a la intervención de sus compañeros de grupo, el italiano Paolo Vinaccia y el escocés Tommy Smith.  Creativo percusionista el primero, su concepción es la de un músico melódico nada obsesionado con simplemente llevar el tiempo.

Excelente y laureado saxofonista el segundo, su modestia le permite sorprender al público con un sonido fuerte y versátil, sin más que levantarse de su sillón y aproximarse al micrófono.  No faltó quién preguntara, “¿y la guitarra?  ¿y el teclado?”  El trío nunca necesitó de un instrumento que suministrara la usual base armónica que prevalece en la mayoría de grupos de jazz.

Por supuesto, Andersen es bien conocido en la escena internacional;  su presencia en Guatemala, empero, fue excepcional.  Gracias, maestros, por compartirnos tan magnífica evidencia de un jazz amplio, sin complejos.

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