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Virgilio Rodríguez Macal vive y vivirá

Este año, el 12 de febrero, se cumplieron los 50 años del fallecimiento del escritor Virgilio Rodríguez Macal, cuya imaginación creadora acecha y atrapa desde las primeras páginas de sus relatos.

en librerías de libros usados  aún pueden hallarse verdaderas joyas, como esta primera edición de la novela Guayacán.

en librerías de libros usados aún pueden hallarse verdaderas joyas, como esta primera edición de la novela Guayacán.

Nació en la Ciudad de Guatemala, el 28 de junio del 1916, hijo del escritor y diplomático Virgilio Rodríguez Beteta. Viajó desde niño a varios países, se educó en Estados Unidos y en España.

Fue novelista, cuentista y también diplomático. Gracias a su estilo melodioso y descriptivo es uno de los narradores más populares en la literatura criolla centroamericana.

Inicios

Desde joven, Rodríguez Macal escribe cuentos y los publica en el periódico El Imparcial; también en órganos estudiantiles de España. Algunos cuentos y artículos suyos aparecieron en los diarios chilenos El Mercurio y La Nación.

Sin duda, lo más florido y conocido de Rodríguez Macal son sus viajes al corazón de la selva, donde se conecta con la naturaleza, la tierra, los animales: un tesoro que aún posee Guatemala, aunque era mayor en la época del autor.

Además supo redescubrir y pintar el sentir de los mayas, acerca de la naturaleza, como parte esencial del ser humano.

En sus libros de relatos La mansión del pájaro serpiente, El mundo del misterio verde o Sangre y clorofila humaniza a jaguares, águilas, venados, culebras. De hecho, a estas últimas les dio mucha importancia. La barba amarilla, la cascabel y el cantil tamagás protagonizan emotivas aventuras y vicisitudes.

Puente cultural

Algo impresionante en sus cuentos, es el uso del kaqchikel que utiliza en los nombres de los animales, la Luna, las estrellas, el Sol y hasta el mismo hombre, representado a menudo por el cazador Pedro Culán.

Aunque las palabras están en la gramática antigua del kaqchikel, se entienden y se sienten perfectamente bien, dicho sea esto de paso por un hablante de ese idioma. Es un recurso que le da vitalidad e interculturalidad a su literatura.

Palabras de autor

En el prólogo de una de las primeras ediciones de La mansión del pájaro serpiente, el propio autor dice: “No les cuento sino que lo que me contó Pedro Culán, el viejo cazador de animales y visiones en nuestro mundo tropical, tan cruel, tan bello y tan complejo. Que se agranden, que se acostumbren al estilo repetidor y sencillo del cazador cakchiquel, que fue también de nuestros primeros y verdaderos padres. Que se acostumbren a conocer los nombres de las cosas y de los seres que los rodean y que han de rodearlos en ese mundo en que han de vivir, pensar y morir. Que lo desprecie aquel que desprecie a los indios y que no tarde en convivir con ellos, huyendo así de la gran verdad”.

Algunos críticos han comparado estos cuentos con los del escritor inglés Rudyard Kipling, cuyo Libro de las tierras vírgenes tiene como protagonista a un niño que crece entre los animales de la selva, y se familiariza entre ellos y llega a dominar las fuerzas de la naturaleza.

Relatos de largo aliento

En las novelas Carazamba, Guayacán y Jinayá, los personajes se enmarcan en el criollismo y costumbrismo de Guatemala: específicamente en Petén, Izabal y Alta Verapaz.

Carazamba se basa en la vida y amores de una mujer: todos los hombres que de alguna u otra forma tuvieron relación con ella, acabaron muertos, y el único que sobrevive, es quien la rescata: el narrador, quien a su vez da muerte a Mr. Burguer, y no les queda otra salida que huir entre la selva porque son perseguidos por las autoridades. Entonces, María (Carazamba), el narrador y Pedro, el mayordomo, son forajidos que afrontan los riesgos de la selva, acompañados siempre por la pasión del amor.

Sin embargo, la más memorable y extensa de las novelas de Rodríguez Macal es Guayacán, cuyo protagonista es Valentín Ochaeta, un joven que llegó después de haber estudiado en el extranjero, para convivir con los chicleros en la selva de Petén; se enamora de Nicté, una hermosa mujer lacandona, hija del líder de esa tribu. Valentín iba a tener un hijo con ella. Pero su sorpresa fue que la tribu fue masacrada y ella también perece. Entonces todo cambia, y empieza con la venganza hasta acabar con los malhechores.

En la presentación, el autor la dedica a “los que aún viven en las selvas peteneras; para los que deambulan dentro de sus maravillosas catedrales eternamente verdes y murmuradoras, debatiéndose con heroica indiferencia entre la vida y la muerte, son estas páginas principalmente… para todos los guatemaltecos y centroamericanos enamorados de su tierra y que aún no la conocen bien”.

La editorial Piedra Santa ha reeditado varias de las obras de Rodríguez Macal, que solían ser de lectura obligada en el ciclo básico y deberían seguir siéndolo: ese sería el mejor homenaje para mantener vivo su legado. Su centenario ya está próximo.

Jinayá y Negrura

Jinayá es una novela de Virgilio Rodríguez Macal que se desarrolla en Alta Verapaz, entre el río Polochic y la Sierra de las Minas. Narra ese paisaje tan bello y la acción siempre en el mundo de la selva y con los indígenas quekchíes y que el personaje aprende a hablar con los indígenas en su idioma nativo. Jinayá es una finca donde se da la principal acción de esta novela, y la confiscación de la tierra de alemanes por el Gobierno de Guatemala. También predominan las tramas de amor que giran alrededor del protagonista. Es la novela que representa la decadencia del criollismo.

La última novela que escribió Rodríguez Macal es Negrura, en la cual el autor deja la selva, ya que en esta habla sobre la posguerra en un puerto alemán, probablemente en Hamburgo, donde refleja el resentimiento de las personas que trabajan en una fábrica y el problema sentimental del protagonista.

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