Guatemala

Presto non troppo: La voz interior

Para muchísimas personas, la conversación más difícil y más ajena es aquella que pudieran sostener consigo mismas. El terror a la intimidad y a enfrentar sus propias ideas las ha conducido a vivir permanentemente narcotizadas por emisiones de sonidos que eufemísticamente denominan "música" o "información".

Por PauloAlvarado

Por PauloAlvarado

Nada más inexacto. No es música ni noticias lo que representan esos ruidos constantes en el ambiente. No es música ni noticias lo que buscan quienes obsesivamente se mantienen conectados a un celular o a un i-pod. No es música ni noticias lo que ofrecen quienes desde primera hora encienden radios o televisores en autobuses, restaurantes, almacenes y oficinas. Lo que representan, buscan y ofrecen, es huir de su propio ser.

Claro: por un rato podemos “poner alegre el ambiente”, al finalizar la jornada o una semana de trabajo, con canciones y parranda; es nuestro modo de realzar fechas y ocasiones especiales. No solo es apropiado y grato, sino necesario para la vida. Ritmo y palabra al servicio de la celebración y del jolgorio. Pero… ¿la forzada cháchara y el incesante repiqueteo de aparatos instalados en todas partes, a todas horas, todos los días? ¿Por qué ese pavor a la plática serena y a la convivencia apacible entre familiares, amigos y colegas?

Ahora, llegada otra temporada en que se vende cualquier cosa, incontables altoparlantes repiten, “mañana Nochebuena / pasado Navidad”. Como siempre, y por lo menos durante todo noviembre y diciembre, los comerciantes pugnan, afligidos, por la atención de sus clientes con los mismos y trillados lemas con los que han porfiado por décadas. Que el mes más lindo del año, que es tiempo de compartir, que celebremos juntos… una letanía vacía y fastidiosa, aunada a la palabrería y a los sonsonetes de locutores, presentadoras, vendedores, predicadores, bocinas en las aceras y pantallas en los comedores. Bulla y más bulla, en cuanto espacio público pueda contaminarse de todo aquello que nos aleja del diálogo con nosotros mismos y ahoga nuestra voz interior. En fin, unas felices y… tranquilas fiestas.

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