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Álex Bonilla, ciego y sordo, lucha por destacar en el atletismo

"Haré todo lo posible para que nada te haga falta, te daré todo lo que yo no pude tener", es una de las frases más usadas por cualquier padre o madre de familia, quienes esperan una respuesta con palabras llenas de amor.

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Sin embargo, hay algunos niños que por padecer alguna discapacidad no logran escucharlas, pero las guardan en su corazón. Para muchas personas la vida es difícil y se vuelve más complicada cuando pierden alguna capacidad, pero nacer sin contar con dos sentidos puede ser frustrante.

Desde el vientre

Este es el caso de Álex Bonilla, quien ha tenido que sobreponerse a las pruebas de la vida desde su concepción. Cuando se encontraba en estado de gestación, su madre biológica padeció de rubeola durante el primer trimestre de embarazo, infección que provocó daños irreparables en la vista y en la audición de su hijo.
La madre de Alex, originaria de Quetzaltenango, falleció, por lo que el pequeño quedó al cuidado de su hermana, quien al no contar con los recursos económicos necesarios lo abandonó en el baño del mercado de Mazatenango, el 6 de marzo de 1996.
El fuerte llanto del niño llamó la atención de una de las empleadas del mercado, y ante la incertidumbre que causó, una de las vendedoras se ofreció a cuidarlo hasta que apareciera la madre; algo que nunca sucedió.
Así que el pequeño fue entregado a la Policía y luego llevado a un hospicio, donde fue separado del resto de niños, por sus problemas visuales y auditivos. En ese lugar buscaban a personas que apadrinaran al resto de pequeños, menos para Álex, por sus especiales condiciones.
Esto ocasionó que por tres años estuviera aislado de los demás, por no poder entender lo que los otros infantes hacían, a quienes no podía ver ni escuchar.
La esperanza de ser integrado a un hogar para él era mínima, por no decir nula, ya que ni siquiera era tomado en cuenta para ser apadrinado por las personas de buen corazón que hacen este tipo de obras sociales.

Llegó el milagro

Pero el día llegó, justo cuando Helen de Bonilla recibió una llamada de la novia de uno de sus hijos, para preguntarle si no quería apadrinar a un niño del hogar Casa Elisa Martínez en donde ella hacía voluntariado. Eso le llamó la atención, ya que siempre había pensado en hacerlo, pero hasta que sus hijos fueran mayores.
El día de conocer al niño de 4 años llegó, justo en la fecha del cumpleaños de la madre de De Bonilla, el 15 de mayo de ese año. En el camino pensaba muchas cosas. “Ya estoy grande y no voy a poder tener otro hijo”, repetía mentalmente, ya que la maternidad le dio muchas experiencias, como ella misma lo describe. Al llegar al lugar para apadrinar a una niña que le habían descrito, en la recepción preguntó si ya habían encontrado padrinos para todos los niños, a lo que la directora le respondió que hacían falta cinco. Una de las encargadas la corrigió: eran seis, porque faltaba Álex. Sin embargo, le explicaron que él no era tomado en cuenta y que por eso estaba en el área de niños enfermos.
Helen quiso conocer el caso y ellas le informaron que era ciego y sordo, y que eso complicaba la ayuda y mucho más una adopción. La respuesta, para sorpresa de las encargadas, fue que esta generosa mujer deseaba apadrinarlo y que quería conocerlo. Así que se lo presentaron.
En el tiempo de espera, De Bonilla recordó su infancia de aquellas múltiples noches en las que su madre le cantaba canciones antes de dormir, le narraba cuentos y de los momentos de disfrutar de sus juguetes. Eso hizo asociar la felicidad con las cosas que recibió. Mientras lamentaba la fortuna del pequeño porque no había podido gozar de todas esas cosas.
De pronto apareció Alex. La niñera lo bajó al piso, y ella pensó que iba a llorar, pero ocurrió todo lo contrario. El frío que le recorrió los pies le generó una gran alegría, recuerda perfectamente doña Helen.
Ese día, su futura mamá recibió una gran lección: el pequeño no necesitaba tener cosas materiales para ser feliz, a pesar de todas las contrariedades que la vida le había brindado.
En ese momento recordó todas las cosas que había recibido y que nunca le había dado gracias a Dios, y fue entonces cuando supo que el niño pasaría a formar parte de su familia.
En el camino de regreso a casa le surgieron muchas dudas: “¿Cómo me dirá que tiene frío, hambre, que le duele algo? ¿Cómo sabré si está enfermo?”.
Al llegar a su hogar le contó a su esposo y a sus hijos sobre su experiencia en el hospicio. Ellos la apoyaron para que lo pudiera apadrinar. Lo llevó con los pediatras que habían atendido a sus hijos, pensando que uno de sus sentidos se podía recuperar, pero las noticias no fueron nada positivas. La esperanza estaba en el Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala, para que lo operaran de cataratas, pero no se podía porque siempre estaba enfermo. Por fin, De Bonilla lo llevó a su casa para que conviviera con la familia por 15 días. Ese lapso se extendió por 15 más, tiempo en el cual lo operaron. Los encargados del hospicio nunca preguntaron por él. Fue en ese momento cuando tomó la decisión más importante de su vida. Álex no podía regresar ahí.
Doña Helen pidió permiso para poder tenerlo más tiempo en casa.
Antes de salir del hospicio, De Bonilla firmó un documento en el que le prohibían sacarlo de la cuna y la comprometían a darle los alimentos al niño de la misma forma en que los recibía en el hogar.

Nuevas experiencias

Cuando Álex viajaba en el vehículo familiar, el aire que le pegaba en el rostro lo emocionaba. Todo era nuevo para él. Ya en casa, todas las cosas que tocaba le causaban curiosidad.
Al mes y medio de vivir con la familia, un juzgado de Menores citó a De Bonilla para que devolviera al niño al hospicio. Sin embargo, ella demostró que el lugar no era apto para que el menor se desarrollara, porque lo aislaban y no lo iba a devolver. La jueza le sugirió que lo adoptara, ella le respondió que no lo podía hacer porque no lo había consultado con la familia.
Así comenzó el trámite de adopción el 26 de diciembre de 1996. Fue una pelea legal, entre la presión del juzgado, que daba un tiempo para decidir si lo adoptarían o no, las necesidades del niño y los deseos de la familia.
Afuera del juzgado, doña Helen esperó a la jueza para hablar con ella, por lo que a la hora del almuerzo aprovechó para abordarla y que conociera a fondo la situación, en la que también la juzgadora le explicó que si pasaba más tiempo con la familia sería más duro regresar al hospicio, así que De Bonilla le pidió un año para encontrarle un hogar en el que no fuera discriminado.

El regalo de Navidad

En la búsqueda de un lugar óptimo para personas que sufren discapacidades, De Bonilla se encontró con otro problema: en Guatemala no hay un hogar adecuado. En Honduras conoció Valle de Ángeles, donde dan lo necesario para desarrollarse, por lo que de ahí enviaron a una persona a evaluar la situación.
José María, esposo de doña Helen, viajó al aeropuerto a recoger a Marieta David, la delegada que conocería el entorno de Álex. David se dio cuenta de que los esposos Bonilla habían encontrado la forma de comunicarse con el infante y de lo bien que era tratado en el hogar. Al final de la evaluación ella les comunicó que podía ser aceptado en Valle de Ángeles, pero que también tenía un hogar en donde el niño podía desarrollarse libremente. Los esposos se quedaron en silencio por un momento. Preguntaron sobre cuál era ese hogar tan generoso y ella les respondió que el mejor lugar para que él pudiera vivir era con la familia que se encontraba actualmente.
Don José María, para sorpresa de doña Helen, con gran convicción afirmó, entonces, que el niño se quedaría, recuerda De Bonilla, entre lágrimas. Han pasado más de 17 años y ella lo recuerda como si fuera ayer.
En vísperas de Navidad, los esposos transmitieron el mensaje a sus hijos biológicos acerca de la intención de adoptar a Álex, a lo que ellos expresaron su consentimiento y apoyo. Legalmente Alex llegó a formar parte de la familia el 4 de diciembre de 1998.
A partir de ese día, De Bonilla comenzó a escribir cartas a entidades de Estados Unidos para pedir ayuda, pero estas nunca respondieron. Ella se enteró de una persona que la podía ayudar, pero que vivía en Argentina, en donde harían un congreso de padres con hijos con doble discapacidad. Los esposos decidieron viajar al país sudamericano gracias a sus ahorros, en ocasión de sus bodas de plata.
A partir de esta experiencia regresaron al país con un mayor conocimiento y decidieron transmitirlo a otros padres que pasan por la misma situación. Amigos, conocidos y muchos profesionales de diferentes ramas les tendieron la mano para crear Fundal (Fundación Guatemalteca para Niños con Sordoceguera), que trata a niños con dos discapacidades.

El día a día

Cada día es una experiencia para los esposos Bonilla. Álex en tiempo de estudio llega todos los días a las 7 horas a Fundal a recibir clases junto a otros cuatro compañeros. Al llegar se saludan y se informan por medio de un cartel en qué día de la semana están. Después desayunan y trabajan en manualidades.
Su aprendizaje ha sido cada día mejor y por eso ya es federado. Desde muy pequeño la actividad física ha sido parte de la vida de álex. Junto a su padre ha caminado en el área verde en su residencia. Tomado del cincho es llevado por todas las áreas, en donde el recorrido le emociona.
En julio del año pasado una radio colaboró haciendo una competencia de 3 y 5 kilómetros para contribuir económicamente con la Fundación. Sus padres fueron con la idea de que él caminara unos metros y después abandonara. Para sorpresa de muchos, Álex comenzó a correr junto con don José María. Se paraba por lapsos para secarse el sudor, ya que eso le incómodaba, pero terminó los 5 kilómetros. En ese momento los padres se dieron cuenta del deseo de su hijo por correr.
Después de esta competencia, Isaac Leiva, un atleta paralímpico que trabaja en la Fundación, les comentó que lo podían federar para que le ayudaran a desarrollar lo que ha sido la pasión de Álex, por lo que siguieron el consejo. A partir de ahí, ha empezado a tener un mejor desplazamiento.
Un mes después participó en la Carrera de la Luz y el Sonido, en la que completó el recorrido, junto a su padre, quien lo acompañó nuevamente durante los 10 kilómetros de competencia. Como en la anterior prueba, el sudor hizo que se detuviera para secárselo.
Para sus entrenamientos Álex va junto a Leiva y su auxiliar todos los miércoles por la mañana al complejo Érick Barrondo. Leiva sigue especializándose en lanzamiento de bala, mientras que Bonilla, junto con su auxiliar, Maribel Tocay comienza a estirar las piernas y los brazos. Después corren 400 metros y caminan la misma distancia. Tanto Álex como Maribel se entienden cada día mejor en el recorrido, ya que de ser un joven con poca flexibilidad en las rodillas, ha pasado a hacer mucho más elasticidad.
Ahora se enfocan en poder llegar de buena forma física al medio maratón de Cobán del 2014, para lo cual, tanto Álex, su auxiliar y don José María, se entrenan para tener participación en ese evento.
Álex, de 21 años, ha encontrado la mejor competencia junto a la familia Bonilla, con la que ha aprendido a amar todas las cosas y pelear cada centímetro para poder ser cada día el mejor.

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