Claudia Leonor Pineda Carías, directora, indicó que atienden a niños huérfanos y abandonados, y algunos han llegado después de haber sufrido maltrato, abuso sexual y extrema pobreza.
Bien atendidos
“Aquí les hemos proporcionado vivienda, alimentación, estudio y necesidades básicas. Siempre estamos con ellos y tratamos de vivir como una familia”, afirmó Pineda.
Agregó que les enseñan oficios. “Es más, muchos de nuestros internos cuando cumplen la mayoría de edad, se retiran ya graduados, situación que en la calle les permite desarrollarse por sí mismos”, expresó la directora.
En el proyecto Ciudad de la Felicidad, en Esquipulas, Chiquimula, dirigido también por religiosas, fue acogida una niña conocida solo como Brenda, de 2 años, cuya madre la vendía a Q200 en un mercado de ese municipio.
Como nadie del proyecto quiso dar muchos detalles, solo se informó que en el momento en que la recibieron tenía desnutrición severa, y hoy, con 4 años, está muy contenta al lado de otros niños.
Las encargadas de atender a los pequeños afirman que es Dios quien sostiene esa obra diariamente, por medio de los habitantes de Esquipulas que apadrinan a los menores, porque ese hogar no recibe apoyo del Gobierno ni de ninguna institución.
Otro lugar que se encarga de estos niños es Aldeas Infantiles SOS, en Retalhuleu, en donde se encuentra Antonio González, de 6 años, quien recibe amor y los cuidados que la madre biológica no le pudo brindar desde que tenía 3 meses.
La religiosa Rosa Mazariegos explicó que Antonio es originario de Retalhuleu y desde que tenía 3 meses fue entregado a esa casa-hogar por su madre, quien se encontraba muy enferma.
Mazariegos explicó que en la casa-hogar atienden a cinco niños más, a quienes se les brinda alimentación, vestuario, educación y medicamentos, si los requieren.
Mencionó que para esa entidad es importante que los pequeños se desarrollen en un ambiente familiar.
María López, psicóloga, puntualizó que el caso del infante conmovió al personal.