Según el cronista huehueteco Fermín Herrera, para los pobladores, el que haya un muerto durante la carrera es presagio de que será buen año en la salud y habrá abundancia, razón por la cual, de ocurrir, no sería una tragedia sino un motivo más para celebrar.
Esta actividad conocida también como Juego de Gallos o Corrida de Cinta, se desarrolla luego de una ceremonia en la cual la cofradía pide permiso a los santos y a la Madre Tierra para poder correr, esto incluye la entrega de la sangre de un gallo como ofrenda que en ocasiones se mezcla con la sangre de los jinetes al caerse de los caballos.
Vestidos con el traje ceremonial que incluye sombrero con plumas de colores, pañuelos coloridos y cintas rojas, uno a uno esperan su turno para ingresar a la pista, la cual es controlada por miembros de una cofradía.
Los jinetes deben prepararse física y espiritualmente, pero además, con suficientes recursos económicos, pues quienes se atreven a montar uno de los 300 caballos que son llevados de las comunidades asentadas en los Cuchumatanes, deben pagar ya sea por todo el día Q1 mil 800, por una hora Q400 o de Q25 a Q50 por una vuelta, además de sufragar el pago de la marimba para la noche previa al evento.
Herrera refirió que de la calidad del caballo depende el precio que se debe pagar, aunque hay algunos montadores que durante años pagan todo el día y eligen el mismo animal, con el que llegan a desarrollar una amistad al unirse durante la carrera.
Elvis López, contratista de animales, explicó que los caballos han sido cuidados por dos meses antes de participar en esta actividad, pues durante la carrera sufren desgaste físico que requiere preparación, porque la mayor dificultad es que los jinetes montan ebrios.
Jacinto Pablo, de 52 años, es uno de los jinetes en evidente estado de ebriedad, quien apenas podía sostenerse sobre el caballo, aseguró que vive en Arizona, Estados Unidos, pero cada año llega a su pueblo para participar de esta tradición, y lo hace desde que tenía 17 años.
Agregó que ha sufrido múltiples caídas, pero lo importante es prepararse física y espiritualmente para cumplir el objetivo, que no es solo montar, sino pedir salud para los seres queridos y demostrar que jinete y caballo se funden en uno solo.
Aseguró que no importa el costo económico, y mientras pueda acudirá cada año para montar su caballo favorito de nombre Satanás, que se ha convertido en su amigo, con el que comparte esta tradición en el día de Todos los Santos.