Durante las vacaciones escolares aumenta el número de niños trabajadores, principalmente en los semáforos y parques, donde venden golosinas o lustran zapatos, pero pese a que deben contribuir para cubrir los gastos del hogar, muchos tienen sueños y deseos para la Navidad.
Para Miriam Pacay, de 16 años, vendedora de tortillas en la Ciudad de Quetzaltenango, la falta de recursos no es obstáculo para vivir con alegría las fiestas de fin de año.
“Lo importante es que todos los miembros de la familia estén unidos y tengan para comer tamales y tomar ponche”, expresó Pacay.
Uno de los deseos de Gustavo Alexánder, 10, vendedor de chicles en el parque central de Xela, es que su familia tenga salud y que Santa Claus le regale un carro a control remoto.
“Espero que todos los niños reciban abrazos, besos y regalos de parte de sus padres y que sean felices en estas fiestas”, dijo.
A Brayan López, 8, quien ofrece caramelos en las calles, le gustaría que le regalaran un carro que tenga música, pues asegura que cuando sea grande quiere ser cantante profesional para ayudar a su familia.
José Sum, 11, quien también ofrece chicles en Xela, sueña con recibir regalos, ropa nueva y comer Pollo Campero, pues asegura que siempre ha tenido que trabajar en la Navidad.
Para algunos niños de Huehuetenango y Retalhuleu la Navidad es sinónimo de sacrificio, pues deben salir a vender hasta que reúnan lo necesario para la cena.
Diego Adolfo López y Juan Alfredo Tun, ambos de 10 años, son originarios de Totonicapán, pero desde hace dos años residen en Retalhuleu, donde trabajan como lustradores.
“Para comprar ropa, debo salir todos los días a lustrar zapatos, pues mis papás no tienen dinero para comprarle a todos mis hermanos, ni para sacarnos a pasear”, manifestó Tun.
Diego López externó que su deseo para Navidad es que termine la violencia y reine la paz en los corazones de los guatemaltecos.
Quiere ser abogado
“Para el próximo año me gustaría que mis padres tuvieran dinero para que me inscriban en la escuela, pues sueño con graduarme de abogado o médico”, agregó María Escobar, vendedora de tortillas, en Reu.
Juan Carlos, 10, quien ofrece dulces en restaurantes de Huehuetenango, reconoció que su infancia es distinta a la de otros niños que tienen las posibilidades económicas de disfrutar junto a su familia, pues cuenta que el 25 de diciembre trabajará como todos los días, de 8 a 17 horas.
“En lugar de jugar, quemar cohetes y comer, debo aprovechar para vender más chocolates y caramelos”, agregó.
Recuerdos tristes
Otro comerciante de productos de limpieza, quien prefirió no identificarse, reconoció que las fiestas de fin de año lo llenan de nostalgia, pues le recuerdan a sus padres, quienes murieron arrollados por un vehículo hace cinco años.
“Los niños que tienen a sus padres deben quererlos y respetarlos, pues los que no los tenemos desearíamos darles besos y abrazos”, afirmó.