Torres, un médico de 58 años, aseguró que la trayectoria y la preparación que las autoridades de Nepal exigían de los montañeros que van al Everest “ya pasan a segundo plano por dinero y eso ha traído una serie de consecuencias y accidentes mortales.
“Se ha dado un giro radical en los últimos años a la verdadera esencia del montañismo y ya no es aquella persona que tiene un trayectoria y preparación la que puede escalar sino la persona que tiene dinero, aunque no tenga conocimientos, y se arriesga a perder la vida”, apuntó.
En medio de estos tiempos, donde el dinero parece mandar en la montaña más alta del mundo, Torres Nava ha echado mano de la memoria para recordar la mezcla de alegría y temor que tuvo al llegar a la cima el 16 de mayo de 1989.
“En aquel momento me invadió la alegría, pero predominaba el temor y era un temor bien fundado”, confesó Torres al recordar el ascenso al Everest, de 8.848 metros sobre el nivel del mar.
El temor llegó dos horas después en el descenso, cuando el sherpa nepalés Phu Dorje, quien le tomó la foto en la cumbre, sufrió un mortal caída, en un exceso de confianza.
“Al llegar a la cima ya tenía el 50 por ciento del logro, pero faltaba el descenso, el otro 50 por ciento, y regresar con vida, regresar bien. Ahí en la cima me di cuenta que si no bajaba con la máxima precaución, además de estar sin comer y deshidratado, seguramente iba a perder la vida”, añadió.
Ricardo relató que en aquella temporada en la emblemática montaña de la cordillera del Himalaya, intentaron el ascenso 95 montañistas de varias nacionalidades y expediciones, “pero sólo catorce llegamos a la cumbre y de esos siete perdieron la vida en el descenso”.
El ascenso de Torres Nava fue como un pistoletazo de salida para los montañistas mexicanos y latinoamericanos para coronar la montaña más alta del planeta.
“No solamente abrimos las puertas para México sino que también fue un estimulo para otro países de América Latina. Decían si ya lo logró un mexicano pues vamos a intentarlo y estaban en todo su derecho. A mí cada vez que sube un mexicano o un latinoamericano al Everest me da mucho gusto”.
“Para mí no han pasado 25 años, para mí apenas ha transcurrido una semana, así lo siento de cerca y lo vivo, recuerdo muy bien ese 16 de mayo cuando salimos hacia la cumbre del Everest”.
El alpinista, quien ahora imparte cursos y conferencias, comentó que espera publicar a fines de este año un libro sobre su ascenso al Everest dirigido al público infantil.
Recordó que el hecho de llegar a la cumbre del Everest le costó “no haber alcanzado otras cumbres personales”.
” Soy el mismo. Pero al mismo tiempo no lo soy. El Ricardo de antes entrenaba todos los días y estaba dedicado a la escuela, al trabajo y a la familia y el de ahora es un Ricardo con los mismos valores, pero más dedicado a la parte empresarial y a mis Everests cotidianos”.
“El Everest más peligroso de la vida y el más difícil de escalar es el Everest de todos los días, el que experimentamos cotidianamente en la escuela, en el trabajo y en la familia.