La hilaridad de estar cerca de su gente ilumina su rostro y le provoca carcajada tras carcajada, aunque el buen humor siempre ha sido su fiel amigo. “Yo soy de La Unión, Zacapa”, dice con orgullo. “Allí empecé a jugar bádminton, aunque antes jugaba futbol como volante izquierdo”, recuerda.
El momento se presta y Kevin toma el balón de futbol para hacer tecniquitas y mostrar sus habilidades como futbolista. “En mi familia todos son futboleros”, confiesa. Roberto Cordón Álvarez, padre de Kevin, soñaba con que su hijo practicara este deporte, pero cuando él se decidió por el bádminton su apoyo fue incondicional, al igual que el de su madre, Dora Buezo de Cordón.
Finalmente, Kevin se decidió por el deporte de raqueta e inmediatamente llegan los resultados, y su aptitud en esta disciplina sale a flote. En mayo de 1998 compitió en su primer evento en Quiché y ganó la prueba infantil, lo que lo motivó y le rectificó que había tomado la decisión correcta.
Fecha de nacimiento: 20 de noviembre de 1986, en La Unión, Zacapa.
Medallas panamericanas: plata en Río 2007, oro en Guadalajara 2011, y oro en Toronto 2015.
Medallas en Juegos Centroamericanos y del Caribe: tres oros en Mayagüez 2010; dos oros en Cartagena de Indias 2006. También se colgó tres preseas doradas en las justas de Veracruz, en la edición del 2014.
En el 2012 se consagró en el Campeonato Panamericano que se disputó en Perú, después de vencer a su eterno rival, el cubano Osleni Guerrero.
Actualmente se ubica en el puesto 49 del ranquin mundial y es uno de América.
Aunque Kevin Aroldo era un niño “inquieto y molestón”, siempre respondió de manera satisfactoria en los estudios. “Estaba en el cuadro de honor”, afirma y asegura que eso le trajo como resultado el soporte y confianza que sus padres le brindaron.
Cordón creció junto a sus hermanos Marvin (Q.E.P.D.) y Eddy, en una relación muy estrecha y llena de amor. Cuando llegó a la adolescencia también se presentó la separación, pues a los 14 años se fue a estudiar a Zacapa y dejó La Unión.
Ya en el 2002 dio el gran paso de dejar su pueblo para llegar a la ciudad capital y convertirse en atleta de alto rendimiento.
“Esa decisión me cambió la vida”, reconoce el deportista nacional, quien inmediatamente fue tomado en cuenta en la selección nacional para representar a Guatemala en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de El Salvador.
“Cuando llegué a la capital fue bien difícil. Venir de un pueblo y llegar al pueblón, como le decimos acá nosotros, y estar solo y lavar ropa, cocinar y todas esas cosas… Pero son cosas que uno tiene que pasar para formar carácter”, cuenta Kevin.
Con la nueva experiencia de afrontar la vida a distancia de sus seres queridos, llegó un nivel más intenso de presión y exigencia en el deporte, pero Cordón Buezo no se intimidó y sacó la casta.
La cumbre, en ese momento, fue haber logrado su clasificación a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Un sueño hecho realidad. “Lo que todo atleta anhela”, asegura. Sin embargo, su explosión como ícono del deporte nacional fue en los Juegos CA y del Caribe de Mayagüez 2010, en donde conquistó tres medallas de oro, en los eventos de dobles, por equipos e individual.
Seguido de esta memorable participación a escala internacional, Kevin Cordón volvió a demostrar su nivel en la siguiente parada del ciclo olímpico: los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, en donde se tomó revancha de Río 2007 —medalla de plata—.
Nada es fácil
Los obstáculos no han sido ajenos en la vida de Kevin, quien hace tres años vivió el episodio más oscuro de su carrera como deportista y de su vida personal.
Una rotura de ligamentos en la rodilla izquierda lo llevó a considerar dejar el deporte; además, una semana después de esa lesión, su hermano mayor, Marvin, murió en un accidente.
“Se rompieron los ligamentos, tendones y meniscos. Fue muy grave. Se llegó a pensar que ya no iba a seguir en el deporte profesional. La rodilla estaba tan dañada que apenas iba a poder caminar, y el doctor dijo que no iba a poder”, recuerda Cordón.
Con el pesar de estar cerca de no volver a practicar el deporte de sus amores llegó el golpe más duro, la pérdida de su hermano Marvin.
“A la semana de mi lesión pasa lo de mi hermano. Para qué hacerse preguntas, porque uno jamás va a encontrar respuestas”, dice Kevin con un semblante distinto; de nostalgia, quizás.
“Son cosas de Dios y no podemos hacer nada; es cuestión de no hacerse la víctima, sino de luchar ante ello y saber que tarde o temprano llegarán las cosas buenas”, confiesa Kevin, quien hace énfasis en que gracias a su fe en Dios logró superar momentos tan complicados.
Marvin era como un padre para Kevin, cuenta el badmintonista, pues cuando sus papás se iban a trabajar, él lo cuidaba. “Todo era con él cosas de estudio, y me cuidaba. Siempre le pedía un consejo”, relata Cordón, cuatro años menor. que su hermano.