Los kilómetros por avión y el tiempo del viaje se reducen. Tanto en coche como volando, el goteo de aficionados albicelestes ha ido cayendo sobre una ciudad muy tranquila a lo largo de los últimos cuatro días. Poco a poco, Porto Alegre se ha ido tiñiendo de azul y blanco hasta llenar las calles de cánticos, borracheras y, sobre todo, mucho olor a fútbol.
Hinchas desesperados por conseguir una entrada vagan por la ciudad. Se están llegando a ofrecer hasta 3.000 reales brasileños (997 euros) , cuando el salario mínimo de Argentina en 2014 asciende a 327 euros mensuales. Es la principal misión de una gente ilusionada por ver a su equipo y de conseguir entradas a cualquier precio.
En el trayecto que va desde el centro de la ciudad hasta el estadio Beira-Rio, donde se disputará el partido, en cada calle y en cada rincón se pueden ver banderas argentinas. También mucho mate, mucha cerveza y muchas camisetas azules y blancas. También pancartas con cientos de mensajes. Y pelucas, disfraces, pitos, tambores… la escandalera es tremenda.
Por eso, Porto Alegre ha tenido que doblegar sus refuerzos en seguridad. Al contrario que en los tres anteriores choques que se han disputado en la ciudad, un Honduras-Francia, un Australia-Holanda y un Corea del Sur-Argelia, la presencia de Argentina ha conseguido hacer un efecto llamada indescriptible.
Los datos son concluyentes. Las autoridades de la ciudad cifran la presencia de aficionados en algo más de cien mil. El estadio Beira-Rio tiene 50.000 asientos. Unos 20.000 argentinos tienen entradas oficiales. El número que se quedará fuera de la casa del Internacional de Porto Alegre será escandaloso. Ante tal avalancha, el alcalde de la ciudad, José Forunati, ha decidido emplearse a fondo.
Entre otras cosas, a última hora ha decidido ampliar la zona de seguidores, que tenia una capacidad para 16.000 espectadores. Ha crecido, pero no es suficiente para acoger a todos. Pero, más que intentar colocar a los hinchas de Argentina, Porto Alegre se ha llenado de fuerzas de seguridad.
En total, más de 5,000, entre agentes de las policías federal, militar y civil, tratarán de mantener el orden. Forunati, ha puesto la carne en el asador para pasar una prueba de fuego.
Los aficionados, ajenos a todo esto, sólo tratan de disfrutar de un día festivo. Acampan en las calles, en aparcamientos y, a menos de una hora del comienzo del choque, los que tienen entrada rodean el estadio con ganas de que Argentina gane su tercer partido del Mundial.
“Vengo de Buenos Aires, llegué hace tres días, me he dejado mucha plata en el viaje en el alojamiento y en la entrada, pero soy un afortunado. Voy a ver a Messi con la camiseta de argentina en directo. Los que no pueden entrar, entiendo que estén aquí. Yo también lo haría. Disfrutar de este ambiente lo es todo” , afirmó a EFE Federico Romero, uno de los afortunados que estarán dentro del estadio Beira Rio.
Mientras él ha tenido suerte, otros buscan la manera de acceder al estadio. Darían casi cualquier cosa por hacerlo, pero casi nadie vende entradas. No hay precio que pague ver a Argentina en directo. Los aficionados lo disfrutan. Y, Porto Alegre, invadida, trata de aguantar el empuje de una de las hinchadas más ruidosas del mundo.