Tan atrevida sentencia concebida por los argentinos significa lisa y llanamente que cuanta calamidad hayan generado sus propios líderes y gobernantes será al final enmendada por la fortuna, la clemencia o la sabiduría divina.
La mano de Dios, pontificó Diego Maradona cuando medio con el puño y medio con la cabeza venció al arquero inglés en la Copa de México-1986, antes de batirlo después con un mágico gol de película (2-1) el año en que se coronó monarca del balompié mundial.
Ahora Messi está en el umbral de la coronación si Argentina vence a Alemania en la final del Mundial Brasil-2014, y tal cosa no significa que pueda cruzarlo tan fácil porque partidos son partidos y el fútbol es la dinámica de lo impensado, como dijo una vez el filósofo futbolero argentino Dante Panzeri.
Entre los 100 influyentes
“No nos podemos quejar de tener papa y mejor jugador del mundo. Si, la verdad que nos representan bien”, dijo una porteña, Elida Troneberger.
Si hay otro hilo invisible que los une es el de la humildad, salvando las enormes distancias y los roles que les caben.
Ambos figuran también entre las 100 personas más influyentes del mundo, según la revista estadounidense Time.
En medio de una ola de religiosidad popular, los hinchas argentinos levantan un gigantesco Cristo Redentor inflable al lado del Obelisco de Buenos Aires, tradicional epicentro de los festejos futboleros.
Entre los memes que hicieron furor figura uno de Francisco arrodillado orando junto a su antecesor, Benedicto XVI, aunque el globo que representa el rezo de Bergoglio contiene una bandera argentina y el de Joseph Ratzinger una de Alemania.
Con los índices al cielo
Si hay un gesto típico de Leo, sucesor de Diego en el pedestre planeta fútbol, es el de levantar su mirada y los dos dedos índices al cielo en agradecimiento después de marcar un gol.
“Y si…, el papa argentino y más fe todavía por eso, no? Un papa, el mejor jugador del mundo, como para no estar con todos los sentidos y las ganas”, dijo al centro de Buenos Aires Marcelo Adrián, empleado de 43 años.
Y para redondear el aura casi teológico-futbolístico que los rodea, Jorge Bergoglio es un hincha de alma, que sale con el papamóvil a la plaza y muestra tres dedos en señal no tan propia de un pontífice para burlarse de Boca cuando San Lorenzo, el club de sus amores, los venció con esa cantidad de goles.
“Antes de ser campeones, ustedes los deportistas son siempre hombres, personas. No pierdan su condición de hombres portadores de humanidad”, dijo el papa delante de Messi cuando lo recibió por primera vez en la Santa Sede.
“El fútbol me ha llevado por todo el mundo, a los lugares más increíbles, pero la de hoy ha sido de verdad una jornada especial, inolvidable”, le dijo Messi.
A Dios rogando
Otro punto de contacto entre ambos es el origen obrero, pues Bergoglio nació en un barrio popular del porteño barrio de Flores, hijo de un trabajador ferroviario piamontés y un ama de casa.
Messi nació en un barrio de clase media baja, de padre obrero metalúrgico y madre ama de casa.
“Recen por mi”, es la frase favorita de Francisco.
“Rezamos por nosotros y por Leo”, claman los hinchas para los cuales este domingo no parece ser un día de recogimiento y meditación, sino de euforia o tristeza, librados al destino que les depare el Maracaná.
Messi tiene en su vitrina personal cuatro balones de Oro (2009, 2010, 2011, 2012) , cinco Ligas españolas, dos Copa de España, cinco Supercopas de España, tres Liga de Campeones, dos Supercopa de Europa, dos Mundiales de Clubes y una medalla de oro olímpica en Pekín-2008.