Treinta y ocho federaciones se inscribieron para las eliminatorias. Dos de ellas, Uruguay (campeona en 1950) y Suiza, se clasificaron de oficio. Las treinta y seis restantes fueron distribuidas, en febrero de 1953, en trece grupos, de los que debían salir catorce clasificados. El único que contaba con cuatro contendientes, dos de los cuales se clasificaban, era el constituido por las selecciones británicas.
La baja más notoria fue, como en 1950, la de Argentina. Tras ganar el Campeonato Sudamericano de 1947 en Guayaquil, se mantuvo al margen de torneos oficiales hasta 1955 por distintas razones.
Una de las grandes novedades del torneo fue la transmisión televisiva. Meses antes se había constituido Eurovisión, formada por la asociación de las cadenas de Alemania Occidental, Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda, Reino Unido, Italia y Suiza. Se transmitieron en total ocho partidos.
Lo peor de la organización del Mundial de 1954 fue el sistema de competición elegido. Se constituyeron cuatro grupos sin mediar sorteo y se nombraron, también a dedo, dos cabezas de serie en cada uno, los cuales no podían enfrentarse entre sí. Tampoco lo podían hacer, claro, las otras dos selecciones. Cada equipo, entonces, sólo jugaba dos partidos, y se clasificaban para cuartos de final los dos primeros del grupo. En caso de empate, debía disputarse tiempo extra y si en éste no se alteraba el marcador, se daba por válido el empate.
Llega la final
Nadie podía atreverse a no considerar a Hungría como la gran favorita para ganar el título, y que tenía todos los argumentos a favor: desde 1950, los hombres de Sebes no habían perdido ninguno de los 32 partidos que disputaron, habían ganado el título olímpico y contaban con triunfos tan resonantes como un 6-3 en Wembley o un 7-1 ante el mismo rival en Budapest. Y, además. en el torneo ya habían batido al otro finalista, Alemania Occidental, por 8-3 en Basilea.
Sobre césped del Wankdorf Stadion, la superioridad de la Aranycsapat (equipo de oro en húngaro) se evidenció muy pronto. A los ocho minutos ya dominaba por 2-0 gracias a los tantos de Puskas y Czibor. Pero Alemania Occidental no se hundió, y Morlock y Rahn lograron igualar antes que se cumpliera el minuto 20.
A falta de seis minutos, la desgracia de los centroeuropeos fue ya total. Boszik perdió el balón en terreno alemán a pies de Schäfer, quien inició un rápido contragolpe, cedió a Fritz Walter y éste envió un pase al punto del penalti donde Helmut Rahn remató. Alemania Occidental acababa de marcar el tercer tanto, el 3-2 definitivo que le dio el título a la máquina teutona.