Fueron años de compartir, de quemar canchinflines, cohetes, tronadores y bombas; de jugar escondite, tocar timbres y hasta de sembrar árboles.
La época navideña es una de las favoritas del Tanque, no solo por esos pequeños detalles de amistad que se transforman y se vuelven inquebrantables, sino por el clima, la comida y los regalos.
Dice ser un hombre afortunado porque ha tenido una vida feliz desde niño. Cada Navidad fue especial, ya que las ha pasado con sus padres, hermano y amigos. Ahora también con su esposa Georgeanna y su pequeña hija Bianca, de 3 años.
Recuerda que todas las navidades fueron muy similares, pero que gracias a Dios nunca faltó nada en la mesa. “Nuestros padres nos dieron lo que pudieron, y eso lo agradeceremos siempre”, asegura Pezzarossi, quien recuerda la época en la que compraba su estreno en Metamercado. “En todos lados veía uno una camisa igual”, dice sonriendo, mientras cuenta que uno de los regalos que más disfrutó fue una bicicleta o sus inolvidables muñecos Masters del Universo y el castillo de Esqueletor.
Esta noche será diferente, pues es la primera Nochebuena que pasa en su casa nueva en la zona 16.
Desde temprano saldrá a hacer alguna compra de última hora, después visitará a su mejor amigo Francisco, luego dará el abrazo a sus abuelos maternos, para terminar en casa, en familia.
Pezzarossi pasará la tercera Navidad como papá, un reto que asegura que es el más complicado, porque desea inculcar valores a su nena y a identificarse con el país, como lo hizo su papá, don Dwight (q.e.p.d.) con él.
Lo que dejó el 2012
Este año para Pezzarossi fue especial, porque regresó a su equipo Comunicaciones —después de su paso con la Serena de Chile—. “Al volver me di cuenta de que extrañaba no solo al club, sino a todos”, indica.
Pero lo más importante fue disputar la eliminatoria mundialista, la que le dejó satisfacciones, pero tristezas, porque se despidió de ella.
“Sabía que era mi última oportunidad. Soñaba con retirarme en el 2014 en Brasil. Fueron 12 años con la Sele, que siempre estuvo por encima de todo”, reconoce.
Esa noche del 16 de octubre, en Kansas City, cuando Guatemala fue eliminada, reconoce que fue el día más triste en su carrera. Hasta ahí llegaba la ilusión, y ver a su compañero Carlos Ruiz llorando, como un niño, fue terrible. Ya en el camerino recuerda que se despidió del grupo. “Fue un día cruel y duro. Me despedí del grupo y no soporté, me quebré y lloré, pero mi sueño de que Guatemala irá a un Mundial sigue intacto. Yo no lo haré como jugador, pero sí como aficionado”, confiesa el delantero, quien para el 2013 dice que se encomienda a Dios, para que proteja a todos y le dé la oportunidad de contribuir nuevamente con distintas instituciones no lucrativas.