El alemán, que fue campeón del Mundial en 1974 como jugador y en 1990 como entrenador, luchó contra una enfermedad durante los últimos años de su vida que lo mantuvo alejado de la vista pública.
En la extensa hoja de vida del “Káiser” como jugador activo, que abarcó desde 1964 hasta 1983, ganó una Copa del Mundo, una Eurocopa, tres Copas de Europa y dos Balón de Oro, convirtiéndolo en uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos.
Beckenbauer fue uno de los favoritos de la gente, y en 1981, la afición guatemalteca pudo apreciar de cerca el talento del alemán.
Según narra la sección de deportes de Prensa Libre del 19 de junio de 1981, un Franz Beckenbauer de 37 años y el Hamburgo, equipo en el que militaba por aquella época, arribaron a Guatemala para disputar un duelo en la cancha del estadio Doroteo Guamuch Flores contra el Aurora FC, conjunto protagonista de la liga guatemalteca.
“Hamburgo de Alemania, demostrando una limpia traslación del balón, con seguridad, al espacio vacío y sobre el jugador sin marca, venció anoche al Aurora, 5 goles a O, ante un marco impresionante de aficionados”, se lee en la crónica del partido que fue publicada el 19 de junio.
Fue precisamente Beckenbauer uno que se llevó los reflectores aquel día, ya que fue el encargado de “abrir el show” con un gol en apenas dos minutos de partido.
“Aurora no se presentó con la solidez acostumbrada y actuó con mucha cautela en el juego e igualmente no llegó a plantearse como un rival sólido que diera problemas al rival”, está escrito.
“El público esperaba ver a Franz Beckenbauer en el terreno de juego. Largas horas de espera y por fin salió con el número cinco en la espalda. Antes de salir, el entrenador indicó que ‘El Kaiser’ aún se resistía de una vieja lesión y que por eso aparecía esa noche como mediocampista neto”, se lee en la edición del 21 de junio.
Según el resto de publicaciones de la época, el espectáculo dado por el Hamburgo fue bueno, pero la afición guatemalteca quería ver más del legendario futbolista alemán, incluso se lee:
“Y no faltaron los cafres que lo despidieron con una lluvia de pedazos de naranja y hasta con un peligroso artefacto de mayor consistencia. Pero los que sabían a qué iban al estadio, los que conocían los antecedentes de Franz Beckenbauer, se marcharon satisfechos de su accionar. Fue la noche, quizás la única, en que “El Kaiser” Beckenbauer jugó en el Mateo Flores”.
