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Ruiz y la Selección: Amor perfecto

El 15 de septiembre de 1979 nació uno de los jugadores más privilegiados del futbol guatemalteco. Como en las grandes historias, Carlos Humberto el Pescado Ruiz Gutiérrez careció de muchas cosas  materiales, pero el amor de la familia, el barrio, los amigos y la inseparable pelota, hicieron que todo fuera hermoso, porque no había ningún pesar que una chamusca hiciera olvidar.

Carlos Ruiz y su tradicional festejo quedará en la historia del futbol guatemalteco. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Carlos Ruiz y su tradicional festejo quedará en la historia del futbol guatemalteco. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El pescado Ruiz dice adiós a la selección después de 17 años con la bicolor y deja récords a escala nacional y mundial.

Rodeado de cuatro mujeres —su madre, María, y sus tres hermanas, Maribel, Isaira y Wendy— y de su padrastro, Carlos creció en la zona 21, entre callejones y canchas de tierra y con el amor de Bellos Horizontes, su colonia, su barrio, el lugar que lo vio crecer y que lo formó como hombre.

Siempre amó el futbol. Era lo más maravilloso que existía en su vida, hasta hoy. Fue gracias a una prueba en Municipal que decidió acudir, junto a dos amigos, Renato Morales y Ángel Godínez. En la prueba utilizaron los mismos zapatos. De la tripleta, solo Ruiz aguantó el trajín de un equipo de futbol.

Esa forma de moverse, de correr y de coquetear con la pelota, era algo que  Luis Grill Prieto (q. e. p. d.) detectó desde que lo vio. En poco tiempo se convirtió en su segundo padre. Siempre hubo un jalón de orejas, pero también un abrazo para calmar alguna angustia o dolor.

Llega a la Selección

La vida de Ruiz no ha sido sencilla. Su primera convocatoria con la Selección Nacional fue en 1998, con la que clasificó a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo. Un año después participó en los Panamericanos de Winnipeg, en donde sufrió un evento que lo marcó a sus 19 años. En Canadá fue expulsado por darle  una patada al árbitro Richard Grady. Fue su primera suspensión por seis meses.

Ese episodio no empañó su carrera; al contrario, lo forjó como un futbolista de carácter, una cualidad que lo convertiría años más tarde en el líder de la Bicolor.

Su debut con la selección mayor lo hizo el 18 de noviembre de 1998 contra México. Cuatro meses después anotaría su primer gol frente a El Salvador, en una Copa Uncaf.

Carlos Ruiz, goleador nacional


En el 2000 jugó su primer partido eliminatorio contra los salvadoreños. En junio de ese año le marcó a Antigua y Barbuda y se estrenó en esa especialidad, sin imaginar que llegaría a 39 tantos, un número impresionante porque él es el máximo en esa categoría del mundo.

Para Ruiz los números no eran algo que le obsesionara: Siempre quiso títulos, por eso en cada eliminación —desde Japón y Corea 2002— camino a algún mundial sufría. El dolor era muy fuerte, porque soñaba con ser el jugador que llevaría a su selección a una Copa del Mundo, pero no lo pudo conseguir.

En la hexagonal a Alemania 2006 estuvo cerca de conseguirlo. Fue su mejor temporada, al anotar 10, además de ser la clasificatoria que más cerca estuvo. En ese época Ruiz era uno de los niños consentidos de la MLS —jugaba en el Galaxy y luego en el FC Dallas—.

133 partidos jugó el goleador con la Sele, desde 1999.


El Pescado era más que goles, era el futbolista diferente, al que cualquier selección le temía en la Concacaf. Le anotó a las potencias, México y Estados Unidos, y ni decir de los equipos centroamericanos y del Caribe.

El 12 de octubre del 2005, Ruiz sufrió uno de los momentos más duros como seleccionado. Esa noche le anotó a Costa Rica con un golazo de chilena y Guatemala ganó 3-1. Pero no alcanzó para ir al Mundial de Alemania.

Cada intento fue un trabajo lleno de experiencias. Después vino el camino a Sudáfrica 2010 —seis goles— y Brasil 2014 —seis goles—.

El 16 de octubre del 2012, la derrota frente a Estados Unidos —3-1— fue lapidaria, un gol dejó fuera a Guatemala de la hexagonal final para Brasil. Esa noche, en Kansas City, el goleador de 33 años lloró en el camerino. Estaba destrozado, como todos sus compañeros.

Era el adiós de una generación, la misma que había luchado las últimas tres eliminatorias. El Pescado, Dwight Pezzarossi y Gonzalo Romero, anunciaron su retiro de la Sele. El capitán se iba con 55 dianas en su carrera. Sin embargo,  reflexionó, había un récord por el que lucharía años más tarde, ser el máximo artillero en la Concacaf. Para eso necesitaba superar a Stern John, de Trinidad y Tobago, con 69 tantos.

Se reinventa

En la Uncaf del 2014, Ruiz se reinventó. Después de tener como sus mejores aliados en la Sele a Guillermo el Pando Ramírez, Freddy García y Chalo Romero —los últimos dos zurdos—, el Pescado lograba un tridente junto a Marco Pablo Pappa y José Manuel Contreras. En Estados Unidos eran la sensación y llegaron a la final. Carlos no logró levantar la copa como campeón, un subcampeonato cerraría su historia en las copas centroamericanas —la primera fue en 1999—.

En casa

Con ese sabor de boca del buen futbol y goles, Ruiz comenzó la clasificación a Rusia 2018. Tenía claro que sería la última oportunidad. El tiempo no perdona y a sus 35 años debía disfrutar cada partido, entregarse al máximo. Por eso, después de haber jugado en Grecia, MLS, México y Paraguay llegó el momento de regresar a casa. En el 2014 regresó a Municipal. Estuvo más de dos años con los rojos, algo que le ayudaba para  entrenarse más con la Bicolor —en junio pasado no le renovaron contrato, sin darle la salida digna que merecía—.

La clasificación arrancó en junio del 2015. Su primer gol en esa clasificatoria se lo anotó a Antigua y Barbuda en septiembre. La derrota contra Trinidad y Tobago, en noviembre, fue otro golpe para Ruiz. El camino era más complicado y la clasificación sería en Puerto España, de nuevo contra Trinidad, esa misma selección que  hizo llorar en el 2005 porque lo dejó fuera del Mundial.

El camino del  adiós

El 2 de septiembre viajó, como siempre, con la responsabilidad de un líder. Eran los 90 minutos que lo separaban del retiro. El Pescado anotó dos goles y Guatemala igualó 2-2. Lloró como cuando era niño y le escondían la pelota o los zapatos de futbol. No habló, no había nada más que decir, el camerino del Mapfre Stadium sería el escenario que testificaría el derrumbe del caudillo, del líder, del gladiador de la Selección.

Con 63 goles en 132 partidos ya solo quedaba salir con la frente en alto en el  Doroteo Guamuch Flores —su incondicional Mateo Flores— y cantar por última vez el himno nacional mientras las lágrimas rodaban y el corazón se aceleraba como en cada uno de esos encuentros que utilizaba la infaltable camisola con el 20 —en sus inicios usó el 9— y jugar como el niño que corría en los callejones de Bellos Horizontes.

El 6 de septiembre quedará marcado como el adiós del Pescado Ruiz, quien  le entregó amor eterno a la Selección y al futbol. Fueron cinco goles y 89 minutos de #GraciasPescadito que cerraron una noche mágica.

“Es el momento indicado”, dijo, sereno. Las lágrimas se habían quedado en el camerino y en los 17 años llenos de entrega. “Ahora puedo ayudar más afuera en el futbol”, aseguró Ruiz, mientras la lluvia cesaba.

En esa cancha que era su santuario quedaron grabadas muchas anécdotas, las mismas que conocerán las próximas generaciones cuando sepan que el goleador histórico de la Selección Nacional se llama Carlos Ruiz y que era conocido como el Pescado, el mismo que hizo gritar en 68 ocasiones de alegría a un país que sueña con ir a un mundial y cuyo  mejor guerrero peleó hasta el último momento.

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