El mundo espera ver a atletas como el velocista Usain Bolt y el nadador Michael Phelps robando la atención de las cámaras, y con disciplinas como el rugby a siete o el golf, que regresan al abanico olímpico después de un siglo de ausencia.
Y todo ante los 500 mil turistas que se espera que viajen a Rio para mezclarse con los cariocas en la mayor fiesta deportiva del planeta.
“La ciudad está 100% lista, es una ciudad increíble. Estoy muy orgulloso de nuestra ciudad”, dijo el alcalde, Eduardo Paes, el lunes durante la presentación de una nueva línea de buses articulados por corredores exclusivos, los llamados BRT.
Pero, tras la emoción que trae consigo la cita olímpica, hay problemas que Rio no puede ignorar y que han terminado convirtiéndose en una pesada sombra.
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La pesadilla de la seguridad
Las autoridades desplegarán 85 mil policías y soldados en las calles de Rio durante los Juegos, más del doble de efectivos presentes en Londres-2012.
El terrorismo es una preocupación que sigue creciendo después de los recientes atentados del autoproclamado Estado Islámico en Estambul y Bagdad.
Aunque la distancia de Brasil con el centro neurálgico de los yihadistas, sumado a una historia poco bélica, puede jugar a favor de las fuerzas del orden.
No obstante, Rio ya enfrenta serios problemas de criminalidad que suscitan interrogantes sobre la seguridad durante los Juegos.
La tasa de homicidios, muy por debajo de los niveles de hace una década, ha crecido, mientras en las calles los delitos proliferan, como el robo ocurrido el viernes cuando un grupo de hombres armados asaltó el camión de la televisión pública alemana, llevándose equipos valorados en unos 445 mil dólares.
Mientras, la policía -fuertemente criticada por grupos de derechos humanos acusada de actos brutales en las favelas- es ahora el blanco de las balas: más de 50 agentes regionales fueron asesinados en lo que va de año.