A su vez, el IES sigue la misma trayectoria de recuperación, aunque con cierto rezago, mostrando un promedio de -3% en septiembre y de -1.5% en octubre, con un 0.8% en la última semana de octubre.
Desde mediados de marzo que el IES no mostraba valores positivos. Todo indica que, sin malas sorpresas como una segunda ola, pérdida de confianza en el sistema financiero o caídas importante de remesas, nos encaminamos a lograr una caída del PIB en 2020 bastante leve. De hecho, el Banguat ha revisado su proyección optimista para el año de -1.5 a -0.5%.
Curiosamente, este respetable desempeño en el contexto del Gran Cierre no ha sido la tónica en Latinoamérica y el Caribe (LAC) ni el mundo en general.
Según el World Economic Outlook del Fondo Monetario Internacional de octubre de este año, la economía global en 2020 experimentará una caída de 4.4% mientras que en LAC será de 8.1% con casos dramáticos en Venezuela (-25%) Perú (13.9%), Argentina (11.8%), Ecuador (11%) y en todos los países caribeños altamente dependientes del turismo.
Exceptuando Guayana que está experimentado una transformación espectacular por el descubrimiento de grandes reservas de petróleo, Guatemala es el país que tendrá el mejor desempeño de toda la región con una caída proyectada por el FMI del 2%.
Esto supera con holgura a casos exitosos de manejo epidemiológico como Uruguay (4.5%) y de mayor fortaleza institucional y económica como Chile (6%). Guatemala incluso superará largamente al conjunto de países con economías avanzadas, las que experimentarán una contracción del 5.8%, con EE. UU. cayendo un 4.3%, la zona euro un 8.3% y Nueva Zelanda un 6.1%.
Ante esta realidad debiéramos celebrar, pues una menor caída del PIB significa menor desnutrición, desempleo, destrucción de empresas y endeudamiento público y privado (aunque sí implica mayor degradación ambiental si no hacemos las cosas distintas).
Además de celebrar, ante tan sorprendente resultado cabe preguntarse cómo es que se logró esta Gran Recuperación Guatemalteca. A continuación, se discute el mérito de cinco hipótesis para explicarla.
1. Políticas públicas
La hipótesis de que las políticas fiscales y monetarias son responsables de las buenas noticias es razonable y sería conveniente, pero es poco creíble ante una inspección mayor de los datos.
Es innegable que el gobierno aplicó una política fiscal muy expansiva como corresponde ante una crisis de esta naturaleza, que el Banguat redujo la tasa líder como ameritaba y que sin estas políticas la caída del PIB hubiese sido mayor. No obstante, esto no explica el mejor desempeño de la economía relativo a otros países.
En prácticamente todas partes la política fiscal y monetaria actuó de la misma forma, y lo que buscamos entender es lo que explica la diferencia de resultados.
Tampoco es un asunto de intensidad. La política fiscal en Guatemala llegó a un 2.5% del PIB, mientras que el promedio de la región fue de 3.2%, en Perú de 4.8% y en Chile fue de 5.7%. Esto palidece comparado a los países ricos, con paquetes fiscales como porcentaje del PIB que llegaron al 13% en EE. UU., 21% en Francia, 33% en Alemania y 42% en Japón.
Asimismo, la reducción de la tasa líder aquí fue de un 1%, similar a lo visto a lo largo del mundo. Incluso, varios países ricos también aplicaron relajación cuantitativa, aumentado los balances de sus bancos centrales en varios trillones (10^12) de dólares para sostener la valuación de activos y reducir sus tasas de interés subyacentes.
2. Remesas
Las remesas han actuado como un colchón capaz de amortiguar el impacto económico del Gran Cierre. La magnitud de las remesas guatemaltecas y su estabilidad durante la crisis es una particularidad que compartimos con solo un puñado de otros países.
Las remesas solo mostraron una caída interanual entre marzo y mayo, y luego siguieron creciendo hasta alcanzar la marca de los mil millones de dólares en julio. Dicha magnitud, equivalente al 15% del PIB promedio de un mes, tiene la capacidad de suavizar significativamente la caída del consumo, y por ende de la producción que se financia por dicho consumo, ante el aumento generalizado de quiebras y desempleo.
En términos más técnicos podemos conceptualizar las remesas como parte del consumo autónomo de los hogares; la porción del consumo que no depende del nivel de producción actual de la economía.
Esto se condice con que Haití y Nicaragua, dos de los países de la región con menores caídas proyectadas en su PIB (4.0 y 5.5% respectivamente) son a su vez de los países con mayores remesas como porcentaje del PIB. No obstante, otros países con altas remesas como El Salvador, Honduras y Jamaica experimentarán caídas mucho más pronunciadas, por lo que las remesas por sí mismas no pueden ser toda la historia.
3. Comercio exterior
El PIB depende positivamente de las exportaciones y negativamente de las importaciones. En lo que va del año, en el país las exportaciones se han mantenido a niveles del año pasado, mientras las importaciones han caído más del 10%, principalmente por la caída del precio y cantidad de combustibles y lubricantes, así como bienes de consumo semiduraderos.
Este aumento de las exportaciones netas que lleva matemáticamente a una mejora del PIB no es algo que se haya dado en la región en su conjunto, con una variación interanual en abril y mayo en torno a 0% dada una caída de exportaciones de 33% compensada por una caída de importaciones de 32.5%.
Uruguay, por ejemplo, que ha logrado un gran manejo epidemiológico y por ello gozado de cuarentenas leves, experimentó en mayo un deterioro de sus exportaciones netas (exportaciones menos importaciones) de 20.6%, mientras que Guatemala mejoró en un 16.5%.
Ahora bien, la mejora en exportaciones netas fue aún mayor en otros países como Chile (21.2%) y Nicaragua (45.8%). Aun así, Guatemala destaca porque su mejora en exportaciones netas se debe en menor medida a una caída de importaciones dado que sus exportaciones han tenido la menor caída de toda la región salvo Nicaragua (que se venía recuperando de un 2018 y 2019 complicados).
4. La estructura del PIB desde el enfoque del gasto
Las exportaciones ayudan a entender el buen desempeño relativo de Guatemala, pero éstas son sólo un componente del gasto de un país. El gasto total es la suma del consumo de hogares, la inversión, el gasto de gobierno y las exportaciones netas, y la estructura de estos componentes nos ayudan a entender mejor el buen desempeño relativo de Guatemala.
Mientras el porcentaje que representa el consumo de hogares en el gasto total es típicamente 2/3, con el promedio entre todos los países de la región entre 1990 y 2019 de 68.8 %, el de Guatemala promedió 84.4% en ese período y llegó a 87% el año pasado.
Esto estabiliza el PIB por dos motivos. Por un lado, el consumo de hogares es menos volátil que los otros componentes como la inversión y las exportaciones netas, por lo que, aunque cae durante las recesiones, lo hace relativamente poco. Esto se debe a que los hogares buscan suavizar su consumo en el tiempo basados en sus expectativas de ingreso intertemporal.
El segundo motivo se relaciona a que existen mínimos vitales que los hogares deben consumir. Como una gran cantidad de hogares guatemaltecos viven tan cerca de esos mínimos (60% de la población vive en la pobreza y la mitad de los niños y niñas están desnutridos), no existe mucho espacio para reducir el consumo durante tiempos difíciles. Como una imagen, mientras en Costa Rica sólo un 3.1% de la población vive con menos de dos dólares diarios (un proxy del mínimo vital) en Guatemala es casi un 30%.
5. La estructura del PIB desde el enfoque de la producción
La última hipótesis por revisar aquí (podría haber otras) es que el tipo de actividad productiva que se realiza en Guatemala, por su naturaleza, ayudó a contener la caída del PIB. Incluso en los momentos de más estricta cuarentena, las actividades asociadas a la producción de alimentos no se detuvieron.
Mientras en la región las actividades de agricultura, ganadería, caza y pesca representan algo menos del 5% del PIB, en Guatemala son algo más del 10% del PIB y emplean a más del 35% de la población económicamente activa.
Sopesar cuál de las hipótesis es más importante escapa del alcance de este artículo. Lo que si se puede hacer es reflexionar que las condiciones detrás de esta Gran Recuperación Guatemalteca son, paradójicamente, las debilidades del país.
La magnitud de las remesas responde a la cantidad de personas que han tenido que irse en busca de una mejor vida, dada la dificultad de encontrarla aquí por el alto nivel de pobreza, corrupción, violencia y falta de oportunidades.
El alto nivel de consumo sugiere que no hay recursos más allá de los necesarios para sobrevivir, y la baja inversión asociada imposibilita las transformaciones productivas necesarias para alcanzar un país próspero. Por último, la alta participación del sector alimentario se debe precisamente al estado embrionario de la transformación estructural por la que transitan todos los países al desarrollarse, desde el sector primario, al secundario y luego al terciario.
Lo anterior implica que junto a celebrar las buenas nuevas (con cautela por las incertidumbres existentes sobre la futura evolución de la pandemia), la coyuntura debiera aprovecharse como un momento solemne para comprometernos con una economía post-pandemia más vigorosa, sostenible, transparente y solidaria.
Aun cuando nuestras debilidades nos han ayudado en estos tiempos difíciles, lo responsable ahora es no tentar al destino y fortalecerlas: Reducir la violencia y revertir la falta de oportunidades que motiva la emigración, establecer los incentivos que aumentan orgánicamente los salarios reales y permite el ahorro y la inversión, y fomentar la transformación estructural hacia una economía tecnológicamente avanzada, dinámica y basada en el conocimiento.
En corto, es un buen momento para sentar las bases de un país mejor.
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Benjamin Leiva forma parte del Observatorio Económico Sostenible de la Universidad del Valle de Guatemala