Economía

Expansión sostenible en los negocios

Ante la centralización del desarrollo en la ciudad, algunas  empresas del país han optado por instalar  plantas productoras en  áreas que si bien ofrecen nuevas oportunidades  a las comunidades, deben hacerlo de forma integral para no dañar los ecosistemas rurales.

GUATEMALA.- La constante de pobreza y desigualdad en el mundo convoca a actuar urgentemente y figura como el primer Objetivo del Milenio (ODM), de las Naciones Unidas (ONU), para este año.Al respecto, la organización internacional Oxfam advirtió recientemente de que una de cada nueve personas en el mundo carece de alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas.

De las 7 mil 269 millones de habitantes proyectados en el mundo para el 2015, más de mil millones viven con menos de US$1.25 al día, según el hallazgo.

Según el Banco Mundial (BM), mil 200 millones viven con menos de US$1 al día.Además, dos mil 400 mil millones carecen de agua potable, mil 600 millones de electricidad y 5 mil 400 millones no tienen acceso a internet.

Unos 114 millones de niños en edad escolar no acuden a la escuela en el mundo, de los que 63 millones son niñas. situación regionalSegún el informe “Panorama social de América Latina”, publicado en el 2014 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la tasa de pobreza de la región en el 2013 fue de 28.1%, unas 165 millones de personas, de las que 69 millones están en situación de pobreza extrema (11.7%).

En el caso de Guatemala, según el estudio, la situación de pobreza multidimensional afecta a un 70.3% de la población.Estos indicadores reflejan las carencias y vulnerabilidades económicas de la población del país, concentradas particularmente en la provincia.

MEJORES INGRESOS

Ante este fenómeno, grandes empresas del país se han transformado, a partir de la medición del impacto social en áreas rurales, para instalarse en las comunidades.

Este cambio en muchos casos conlleva beneficios económicos para los ecosistemas, pero surgen algunas cuestionantes: ¿Cómo cambia la dinámica económica de las comunidades con la llegada de nuevas empresas? ¿Hasta qué punto y en qué forma estos proyectos transforman las estructuras territoriales tradicionales y la unidad comunitaria?

De acuerdo a la guía “Inversión para el impacto social y el desarrollo empresarial”, publicada por el Programa Regional de Medio Ambiente en Centroamérica (Premaca), tres de cada cuatro habitantes de países en vías de desarrollo viven en zonas rurales, unas tres mil millones de personas. La mayor parte depende de la agricultura tradicional para suplir sus necesidades alimenticias.

El hallazgo detalla que, en América Latina, el 21% de la población vive en zonas rurales y uno de cada cuatro habitantes consigue su sustento o ingreso por actividades agrícolas. En Guatemala, cooperativas agrícolas han activado la economía de cientos de campesinos con el cultivo de vegetales para la exportación. Pero no todo es miel sobre hojuelas.

“En las comunidades hemos encontrado desconfianza hacia elementos externos. Al ganar la confianza de los pequeños productores, su participación activa genera cambios positivos y sustanciales para mejorar su nivel de ingresos”, admite Tulio García, director ejecutivo de la Cooperativa 4 Pinos. El ejecutivo añade que los ingresos mejoran “seis veces más” para los pequeños productores. María Pacheco, gerente general y fundadora de Kiej de los Bosques, organización que conecta a las comunidades rurales del país con mercados para generar prosperidad en las aldeas, comenta que el reto más importante para Guatemala es generar empleo e ingresos en comunidades rurales.

“Una empresa que genera fuentes de empleo para una comunidad la transforma. Si emplea mujeres, el cambio es el doble. Una mujer con ingresos dedica el 80% para el hogar y mejora la dinámica de este, mientras que los hombres destinan para eso solamente de un 30% a un 40%”, dice Pacheco.García recalca que las comunidades se transforman mediante “deseos de superación, educación y familias más sólidas”.

La ejecutiva coincide que si estos proyectos empresariales generan ingresos y mejores condiciones para las mujeres rurales, los beneficios son latentes en escolaridad, nutrición y salud para la familia. “Ante el empoderamiento de las mujeres, la dinámica familiar de las comunidades mejora y la violencia se reduce”, asegura Pacheco. LIMITANTESAracely Martínez, directora de la Maestría en Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG), refiere que según cómo ingresa y se instala la empresa, “ya sea legitimada o no, así será la dinámica en la comunidad”.

Añade que si no se reconocen los beneficios de la llegada de la empresa, bajo un consenso, habrá conflicto entre los actores. La académica aconseja a las empresas “entablar buenas relaciones con las autoridades municipales y locales del municipio”.

Sin embargo, Martínez advierte de que no toda la población suele beneficiarse económicamente de estos proyectos, pues no se les hace socios de las ganancias. Un resultado negativo para las comunidades es que ocurran daños en la sostenibilidad económica, social y ambiental o incumplimiento de las promesas.

NEGOCIOS SOCIALES

García considera que las empresas deben percatarse de no modificar la cultura ni el ecosistema de las comunidades.

“Se debe preservar la producción de alimentos básicos para no poner en riesgo la seguridad alimentaria. Además, garantizar mejores condiciones incluyentes para la comunidad”, afirma.Para Martínez, los beneficios de estos proyectos para las empresas “solo aparecen si y solo si (a las comunidades) se les hace socios y partícipes de las ganancias y se les permite participar en la toma de decisiones consensuadas, como actores en igualdad de condiciones”.

“Las empresas que generan negocios incluyentes valoran las culturas y los ecosistemas y propician formas dinámicas para cambiar el país”, enfatiza la ejecutiva de Wakami. Marina Chacón, coordinadora regional de relaciones comunitarias de Cementos Progreso, expresa que la búsqueda de la transformación de la fuerza laboral desde lo informal a lo formal debe ser el motor de las plantas productivas que se instalan en las comunidades.

“Más allá de generar solo ganancias, las empresas deben enfocar el negocio en las necesidades y sueños de las comunidades, para alinear objetivos compartidos con los lideres comunitarios”, expresa la ejecutiva.”Deben buscar el fortalecimiento de las comunidades para que ellos mismos sean los artífices de su propio desarrollo”, dice Andrés Dávila, jefe de comunicación de Minera San Rafael.

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