Hasta hace dos años, no había tenido dificultad para contratar jóvenes dispuestos a trabajar por tarea o jornal. Sin embargo, de ese tiempo hacia acá, Quinilla, originaria de la aldea Santa María Tzejá, Ixcán, Quiché, cuenta que cada día le es más difícil encontrar trabajadores.
Ese hecho ha dificultado que logre sembrar suficiente maíz o frijol para consumir en una temporada, y cuando ha encontrado jornaleros, ha tenido que pagar casi el doble de lo que regularmente debería costar un día de trabajo. “Lo que pasa es que aquí, ya no hay patojos. Todos se están yendo, ya no hay quien nos trabaje”, contó.
Lo que está pasando en Santa María Tzejá no es una situación exclusiva. Sucede lo mismo en muchas aldeas de Ixcán. En los últimos años, se ha registrado una creciente migración de adolescentes y jóvenes, un fenómeno que comienza a tener impacto en las comunidades.
“Diría que no solo es en Ixcán. Está pasando en toda la Franja Transversal del Norte. Es algo que solo se veía en el altiplano, pero ahora, en las Verapaces y esta parte, muchos jóvenes están migrando, incluso gente con trabajo, jóvenes que están a punto de graduarse de la universidad y quienes solo terminan los básicos”, contó José Luis Lux Santos, presidente de la Gremial de la Cámara de Comercio de Guatemala en Ixcán.
No hay jornaleros
El primer síntoma de “la escasez” de jóvenes en las comunidades, según Lux Santos, se ha dado con la dificultad de encontrar jornaleros para los trabajos agrícolas. Antes, los jóvenes que estudiaban básicos podían trabajar por tarea medio día y asistir al instituto por la tarde.
Pero ahora, conseguir trabajadores para las temporadas de siembra de maíz, para el mantenimiento de potreros o para el corte de cardamomo, se ha tornado cada vez más complicado. “Ya no se consiguen trabajadores y si se consiguen, quieren cobrar más, pero los productos no tienen un buen precio, como está pasando con el cardamomo, así que no se les puede pagar”, agregó el empresario local.
Pero la situación no solo afecta el trabajo agrícola, según el economista Fredy Gómez, director ejecutivo de Cardinal y exfuncionario del Instituto Nacional de Estadística (INE), pues la escasez de mano de obra también está afectando al sector construcción. Ejemplificó cómo en Huehuetenango, donde las remesas están impulsando la construcción de viviendas, es difícil encontrar albañiles.
“En Huehuetenango está pasando lo mismo. El jornal aumentó. Antes era entre Q90 y Q100, pero ahora los pocos trabajadores que se consiguen están pidiendo Q150. Ya no hay jóvenes para trabajar. No se consiguen albañiles y algunas fincas de café tienen dificultades para encontrar cortadores”, compartió Gómez, quien ha realizado estudios sobre el mercado laboral en comunidades de ese departamento.
“Históricamente eran los departamentos como Quetzaltenango, Guatemala o Huehuetenango los que expulsaban grandes cantidades de personas hacia el extranjero. pero en los últimos dos años esto ha aumentado significativamente en Alta Verapaz, al punto que hay empresas que han perdido todo su plantilla”, indicó Saúl Díaz, director regional de Swisscontact para Latinoamérica, entidad que apoya programas de empleo juvenil.
Cierre de institutos
Otro de los grandes problemas asociados a la migración de adolescentes y jóvenes es la falta de estudiantes. Esta situación ha llevado a aldeas como Xalbal, El Edén y El Prado a correr el riesgo de cerrar los institutos básicos por la falta de estudiantes, contó Lux Santos. “Para no perder los institutos, algunas aldeas están agrupando a estudiantes de todos los grados y reduciendo el número de maestros, de manera que sigan recibiendo sus clases”, indicó.
En Santa María Tzejá, aldea que se caracteriza por su alto nivel de escolaridad primario, secundario y universitario en su población, además de ser una de las primeras aldeas en contar con un instituto básico por cooperativa, muchos jóvenes incluso solo terminan la secundaria y emigran.
“Se han dado casos en que, incluso cuando están a punto de terminar la universidad, prefieren irse. Ha habido maestros con plazas del Estado que también han dejado sus trabajos”, agrega Lux Santos.
Factor económico
De acuerdo con el diagnóstico rápido de movilidad de Niñas, Niños, Adolescentes y Jóvenes (NNAJ) en municipios atendidos por World Vision (WV) en los Países del CA4, denominado Detonantes de los flujos migratorios de la Niñez y Adolescencia en Centroamérica, el peso de los factores económicos en la migración es dominante.
Según el estudio, recientemente publicado, sobre las razones para migrar, el 27% de los entrevistados reportó como principal razón la pérdida de ingresos; el 20.1%, para ganar más dinero y ayudar a la familia; el 15.4% mencionó que, pese a tener trabajo, sus ingresos no son suficientes; el 12.9% manifestó como argumento “ganar dinero para pagar deudas”.
El documento detalla que las principales respuestas de los adultos con relación a las repercusiones del Covid-19 son: 34.7%, pérdida de empleo; 28.4%, pérdida de ingresos; 15.7%, falta de alimentos/inseguridad alimentaria. A lo anterior cabe agregar las respuestas sobre las consecuencias de las tormentas ETA e IOTA, donde el 25.9% de los adultos migrantes respondió pérdida de cosechas y 9.3% pérdida de empleo.
Y el diagnóstico reportó que el 54.6% de los NNAJ identificados eran estudiantes. Ese dato es relevante porque indica que poco menos de la mitad no estaban estudiando antes del viaje. El 38.3% reportó cursar la primaria incompleta; el 23.1%, la primaria completa; y el 17.6%, la secundaria incompleta. “La migración irregular está afectando al principal grupo etario que representa las posibilidades de desarrollo de la región”, refiere el documento.
Según WV, sobre la base de datos del Instituto Guatemalteco de Migración, de enero a diciembre de 2022 fueron retornados 38 mil 657 guatemaltecos, de ellos 7,584 son niñas, niños o adolescentes.
“Las causas estructurales de la migración son muchas, pero fundamentalmente, es por buscar mejores condiciones de vida, conseguir un empleo que les de ingresos y mayores posibilidades de contribuir al crecimiento de sus familias, a las que dejan aquí en sus comunidades; básicamente es un tema económico, ante la falta de expectativas de mejora económica”, enfatizo Marvin Rabanales, especialista en Asuntos Migratorios y Justicia de WV.
Fuga de brazos
“Tal vez incluso tendremos que acuñar esa frase de antes sobre la fuga de cerebros. Ahora tenemos fuga de brazos”, dijo Gómez. “Porque antes, de los que se iban a estudiar afuera y detectaban que eran brillante en ciencias, terminaban en una transnacional. Ahora, hay jóvenes a los que se necesita en el mundo, los descubren y se van”.
Gómez, cuya empresa Cardinal se dedica a la ciencia de datos, explicó que al hacer una relación entre la cantidad de Documentos de Identificación Personal (DPI) activos según el Registro Nacional de Personas (Renap), que suman unos 20 millones, y la población residente en el país proyectada por el INE, que son alrededor de 17 millones, se podría inferir que al menos 2.9 millones de personas no viven en Guatemala.
“No es descabellado pensarlo, si se considera que son datos prepandemia”, argumentó al mismo tiempo que señaló que incluso siendo conservadores y pensar que son 2.5 millones los guatemaltecos que han migrado, esa cantidad es cerca del 12% de la población. “Hay un alto porcentaje de la fuerza laboral fuera del país. Eso significa que alguien está aprovechando el bono demográfico, y no somos nosotros”, indicó.
Otro aspecto que dimensiona la magnitud de la migración, según el economista, son las remesas familiares que, de acuerdo con registros del Banco de Guatemala, al 30 de noviembre suman US$16 mil 398.7 millones. Con datos de 2020, Guatemala se ubicó en el puesto 14 de los países que más remesas reciben en el mundo.
Gómez reiteró el costo social que implican las migraciones de la juventud. “Es que estudiar en Guatemala no es rentable, porque el mercado laboral no premia eso. Muestra de eso es que entre 2014 y 2019 en una encuesta a jóvenes se les preguntó cuáles eran los principales problemas que enfrentaban y la principal respuesta fue el alto costo de conseguir trabajo”.
Lo otro es que, al conseguir obtener un empleo, los salarios no cubren una vida digna. “El salario promedio es alrededor de Q2 mil 200 quetzales, para un 30% de la población que tiene cobertura del Seguro Social; el resto se ocupa en la informalidad, pero al quitarle el efecto del alza de precios (inflación), el ingreso viene siendo unos Q1 mil 800, lo cual no alcanza para cubrir los costos de la canasta alimentaria”, reiteró Gómez.
Bono demográfico en riesgo
De acuerdo con la teoría, se entiende por bono demográfico al balance entre las edades de una determinada población para generar oportunidades de desarrollo.
En este caso, todos los entrevistados coinciden en que de no propiciarse las condiciones que eviten la creciente migración de jóvenes, en dos décadas Guatemala podría resentir los efectos de la fuga de fuerza laboral.
“El bono demográfico no es eterno. Venimos hablando en Centroamérica y en Guatemala sobre ese tema desde hace mucho tiempo, pero realmente hacia 2030 se va a agotar; para entonces, la pirámide poblacional va a dar vuelta, por lo que atender las causas estructurales de la migración es urgente”, enfatizó Díaz.
Para Lux Santos, es muy probable que los efectos de la migración en Ixcán se vean reflejados de aquí a 20 años, pues mucha de la gente en edad productiva hoy ya no lo será y no habrá un relevo productivo. “Lo peor es que, aunque acá en Ixcán tenemos sucursales de al menos cuatro universidades, ninguna hace estudios para adecuar sus carreras de acuerdo con las necesidades de desarrollo económico del área; carreras técnicas o formación para incentivar el emprendimiento”, concluyó.