Las 500 embarcaciones que ofrece esta feria en la vía de Indian Creek se suman a las 3.000 que el International Boat Show ha distribuido entre el centro de convenciones de la isla y los atracaderos de Sea Isle y Bayside.
El resultado, que se mantendrá abierto al público hasta el lunes en ambos casos, es un despliegue millonario de ostentación acuática que reúne a público de México, del centro y el sur de América, a europeos y a estadounidenses.
Weinstein destacó de la feria de yates y embarcaciones seminuevas que, al tratarse de una de las últimas citas de la temporada de navegación, los interesados buscan las “mejores ofertas” y muchas veces responden a “impulsos” .
Lejos queda la crisis económica que afectó a esta industria en 2008, cuando se tambalearon los sectores inmobiliario y financiero estadounidense y durante los años siguientes se resintieron las ventas de yates.
En la mañana de su apertura, este jueves, ya se contaban por cientos los curiosos y entendidos que paseaban por la superficie de 111.630 metros cuadrados sobre el agua de Miami Beach en busca de su propia “experiencia del yate” .
Entre las estrellas de la exhibición se encuentran el Lady Linda, un impresionante yate Trinity de 187 pies, y el Moonraker, un yate Mangusta de 165 pies cuya blancura reluce bajo el cálido sol de febrero.
Propiedad de un empresario norteamericano, la majestuosa embarcación destaca por su tamaño, sus espacios abiertos y un sofisticado diseño interior hecho a medida con acabados en 40 materiales distintos, como mármol, madera o piel.
“Con este yate se puede llegar a las Bahamas en una hora y media” , aseguró Isabella Picco, representante de la compañía italiana, quien detalló que puede alcanzar hasta 40 nudos.
Los precios de salida de las naves oscilan entre los 20 y los 100 millones de dólares, apuntó Ricardo Strul, vicepresidente de la compañía organizadora de la feria, Show Management.
Aunque no todos los yates están a la venta, sí pueden prestarse a un servicio “chárter” de alquiler que funciona por semanas, apuntaron fuentes de la organización.
Pero no solo de las embarcaciones vive el lujo náutico. Es dentro de ellas donde se nutre otro negocio que avanza viento en popa: el de los accesorios, que van desde chalecos salvavidas hasta “juguetes” de última tecnología.
En concreto, los aparatos para deportistas son los que despiertan más curiosidad: con el Seabob, de la firma Cayago, se puede surcar el mar y bucear “como un delfín” si se dispone de entre 9.000 y 12.800 dólares.
Por otra parte, los amantes del “snowboard” y el surf pueden “independizarse” de la nieve o las olas y subirse al Wakejet Cruise, una tabla eléctrica para deslizarse por el agua y que se vende por 19.000 dólares.
Este tipo de eventos son una importante fuente de ingresos para el condado de Miami-Dade, cuya industria marina tuvo un impacto de 768 millones de dólares en 2014, 278 de ellos en salarios, y produjo 7.700 puestos de trabajo.