Economía

Expertos advierten sobre impactos del cambio climático en los cultivos en la región, incluida Guatemala

Entre los efectos de los eventos extremos de la variación del clima está la reducción y desplazamiento de áreas aptas para el cultivo, pérdidas de cosechas y aumento de plagas.

Expertos advierten que los eventos extremos como canículas y lluvias torrenciales, combinados con el aumento de la temperatura y cambios en los patrones de las precipitaciones, asociados al cambio climático, acechan la agricultura de pequeña escala en la región. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL).

Expertos advierten que los eventos extremos como canículas y lluvias torrenciales, combinados con el aumento de la temperatura y cambios en los patrones de las precipitaciones, asociados al cambio climático, acechan la agricultura de pequeña escala en la región. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL).

Los eventos extremos como canículas y lluvias torrenciales, combinados con el aumento de la temperatura y cambios en los patrones de las precipitaciones, asociados al cambio climático gradual, comienza a afectar los sistemas agrícolas en Centroamérica, incluyendo Guatemala, perjudicando principalmente a los cultivos de pequeña y mediana escala, que son los más extendidos y los que sostienen a la mayor parte de las familias rurales.

Investigadores de la Unidad de Acción Climática del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) indicaron que, basados en estudios de los últimos años y de encuestas focales recientes, las áreas aptas para la producción de maíz, frijol y café, entre otros cultivos, presentan una reducción y desplazamiento, asociado a la variabilidad climática y al cambio climático. Además, los efectos de los eventos extremos tienen alto impacto, como aumento de plagas y enfermedades, así como pérdidas de cosechas o calidad de los productos.

“La región ya viene enfrentando un problema de aumento de la temperatura promedio. Según el Estudio regional sobre cambios en las estaciones meteorológicas de la región entre 1961 y 2003, el incremento en los extremos calientes de temperaturas máximas y mínimas es de entre 0.2 y 0.3 grados centígrados por década, en este lapso”, explicó Pablo Imbach, líder de la Unidad de Acción Climática del CATIE.

“Los escenarios de lo que será el clima a futuro indican que el norte de Centroamérica, incluyendo Guatemala, tiene una notoria tendencia a la reducción de la precipitación y aumento de temperatura. Eso quiere decir que habrá una serie de impactos en los cultivos predominantes de la región. Por otro lado, los efectos que tiene el cambio gradual en el clima conllevan a que en el futuro se modifiquen las zonas aptas para los diferentes cultivos, respecto a las áreas aptas actualmente”, agregó Imbach.

Según el investigador, los estudios que se han hecho en cultivos, como el café, muestran reducciones muy importantes en las áreas aptas para las variedades del grano arábigo en la región, provocando que las zonas de cultivo se desplacen a zonas de montaña, lo que implicará una reducción del área disponible para el cultivo a futuro. Esta tendencia también se ve para granos básicos.

Claudia Bouroncle, también investigadora de la Unidad de Acción Climática del CATIE, indicó que la importancia de los resultados de la investigación sobre el escenario a futuro del impacto de la variabilidad climática es que combina resultados de estudios académicos con el conocimiento experto local. Es decir, toma en cuenta la percepción de los productores locales, que conocen bien las señales de pérdida de cultivos, entre otros.

Problemas con el agua

Bouroncle hizo hincapié en que los impactos del cambio climático no solo serán en la agricultura, sino también en la disponibilidad de agua para diferentes usos, como la electricidad, el riego para la industria, para el consumo humano, “y eso, en general, va a aumentar el estrés hídrico para múltiples sectores”.

En opinión de Gustavo Rivas, presidente de la Asociación Nacional de Granos Básicos (Anagrab), ya sean lluvias en exceso o sequías extremas, van a afectar a todos los cultivos. “Por ejemplo, si pensamos en las áreas a orillas de ríos como la Franja Transversal del Norte, donde los ríos son caudalosos y todos los años se desbordan, ahí el problema no es la sequía, sino las inundaciones que anegan los cultivos y dañan las cosechas” indicó.

En el caso de las áreas donde se siembra la cosecha de invierno y que representa la mayor producción del país, como los parcelamientos La Máquina, en Suchitepéquez; Caballo Blanco, en Retalhuleu; o La Nueva Concepción, en Escuintla, cuando los inviernos no son normales (escasez de lluvia), se pueden perder entre el 25% y 50% de las cosechas, y en extremos, el 100% de los cultivos.

Tanto Imbach, como Bouroncle y Rivas, coinciden en que se requiere una estrategia nacional, que involucre diferentes sectores para garantizar la adaptabilidad de los productores al cambio climático, que abarquen diferentes aspectos agronómicos.

“Hay que pensar estratégicamente cómo se va a resolver eso. Hemos hablado de los impactos en el café y los granos básicos, pero también afecta a los sistemas ganaderos. En el caso de los granos básicos, los productores son de pequeña escala y son también los que cuentan con menos recursos para adaptarse, lo que los convierte en más vulnerables. Esto requiere estrategias de intervención bastante diferenciadas”, enfatizó Bouroncle.

“Pienso que el Ministerio de Agricultura ya hubiera tomado acción como la implementación de sistemas de riego como lo tiene México, en casos donde se requiera disponibilidad de agua para los cultivos. Lo otro sería la implementación de sistemas de siembra asociada entre árboles y cultivos. Se requiere un plan de desarrollo integral con estrategias para el sector comercial y para el de subsistencia”, agregó Rivas.

Caso de estudio

En grupos focales, con expertos locales y productores de Honduras, Guatemala y El Salvador, CATIE recopiló información sobre los cambios en la duración y retraso de las temporadas seca y lluviosa durante el año y sus efectos en los sistemas productivos.

De acuerdo con los resultados de este ejercicio de percepción sobre calendarios agrícolas, los participantes de los tres países mencionaron que la temporada de lluvia es más corta, con cambios en la duración de dos a seis semanas menos, dependiendo del año y la localidad.

En todos los grupos focales también se mencionó que el crecimiento y desarrollo de las plantas de maíz y frijol son afectados directamente por la intensidad y el retraso de la canícula; las lluvias erráticas hacen que la floración se pierda; y el aumento de plagas y enfermedades y otros procesos disminuyen la cantidad y calidad de las cosechas, aparte de aumentar los gastos en insumos.

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