La empresa emplea a 22 personas, algunas de ellas con 40 años de antigüedad. El 25 por ciento de la producción se envía a países del Istmo.
El producto, que se comercializa en Guatemala y se exporta a Centroamérica, es utilizado para diversos tipos de padecimientos en la piel, desde piquetes de zancudo hasta quemaduras o escaldaduras, por sus propiedades antibióticas, desinflamantes, analgésicas, cicatrizantes y antisépticas.
Evolución
La compañía nació en 1951, cuando su creador Guillermo Méndez Santizo abrió su farmacia bajo el nombre Trinidad, en el barrio El Gallito, zona 3, y como era la ciencia del momento comenzó a preparar las mezclas farmacéuticas que la gente le pedía.
Méndez Santizo, ahora de 83 años, contó que el producto se ideó a raíz de un cuadro conmovedor de una señora robusta con una úlcera en las piernas.
Don Yemo —como le dicen sus clientes— no se sintió en la capacidad de ayudarla, pero el hijo de la señora le suplicó que la atendiera. El boticario le pidió que regresara en una semana, mientras pensaba qué podía preparar.
Los días pasaron y Méndez Santizo no sabía qué hacer. “Decidí elegir los mejores elementos, que estaban al alcance de mis manos para formular. Entonces le pedí a Dios, con humildad y profunda fe, que me iluminara. No sé qué pasó. La mezcla dentro del mortero de porcelana se había convertido en una pomada. Me comencé a sentir tranquilo”, recuerda el creador.
La fórmula nunca llegó a manos de la señora enferma porque nunca regresó a la farmacia, pero a partir de ese momento don Yemo comenzó a ofrecerla a quienes le pedían cura para contrarrestar enfermedades comunes de la piel.
En 1954 se presentó”el primer milagro de GMS”, como refiere su inventor. Un niño de 8 años sufrió una quemadura con gasolina en el rostro. Su madre lo llevó a la farmacia Trinidad y don Yemo utilizó la pomada. “El niño sanó en 12 días”, narró orgulloso.
Así, poco a poco, fue creciendo su producción. A partir de 1966 comenzó a prepararse de manera industrial.
¿Cuál es la clave?
Luz María Méndez, hija de don Yemo, es ahora la encargada del laboratorio y farmacia Trinidad.
Al preguntar a Luz María sobre cómo han logrado mantener el producto durante 60 años en la menta del consumidor, respondió: “La gente le tiene fe al producto. Es una pomada bondadosa, hecha a base de una fórmula bien concebida. A pesar de que mi papá no es un licenciado en farmacia ni nada de eso, sino un autodidacta, él sabía exactamente lo que hacía”.
“La competencia es dura”, reconoció Luz María, ya que ahora hay en el mercado muchas cremas extranjeras.
Sin embargo, destacó que la empresa que fundó su padre ha salido adelante, porque desde el inicio han mantenido la calidad.
“El trabajo tesonero y honrado de mi papá ha dado sus frutos”, aseguró.