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Las ofertas públicas iniciales están de regreso en Silicon Valley

Por qué las empresas emergentes del sector tecnológico están ansiosas por entrar en los mercados públicos en medio de una pandemia.

El uso de tecnología se ha incrementado durante la pandemia, por lo que varias empresas del ramo tienen altas expectativas de crecimiento. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

El uso de tecnología se ha incrementado durante la pandemia, por lo que varias empresas del ramo tienen altas expectativas de crecimiento. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

SAN FRANCISCO — La oferta pública inicial ha muerto, larga vida a la OPI. Cuando la pandemia azotó en marzo, se predijo que las ofertas públicas iniciales iban a ser de las primeras víctimas, en particular las de las empresas emergentes del sector tecnológico. Después de todo, ¿quién quiere empezar a cotizar durante una crisis tan grave que solo ocurre una vez cada siglo?

Resulta que bastantes personas. En los últimos meses en Estados Unidos, las OPI, las cuales se extinguieron casi por completo hasta finales de mayo, han regresado con ganas. Ninguna de las cotizaciones recientes y próximas de Silicon Valley compiten con la de Ant Group. Para octubre, la filial de pagos de Alibaba, un gigante en línea, quiere recaudar una cifra récord de US$30 mil millones de dólares en China, lo cual podría valuar a la firma en unos 200 mil millones de dólares. Sin embargo, en lo que va del año, las empresas emergentes del sector tecnológico de Estados Unidos han producido US$10 mil millones de dólares… y hay más por venir. El 19 de agosto, Airbnb, empresa que renta casas a viajeros, presentó su documentación para una OPI. Entre otros “unicornios” privados que supuestamente están listos para pasturas públicas se encuentran Snowflake Computing, empresa que produce software para la nube; DoorDash, firma de entregas de comida a domicilio; e Instacart, compañía que entrega las compras del supermercado. Además, está Palantir, una enigmática firma de gestión de datos que se está preparando para una venta directa de sus acciones existentes en los mercados públicos, y la última valuación combinada de estas cinco es de US$80 mil millones de dólares, de acuerdo con Pitchbook, un proveedor de datos. Aunque emitan tan solo una parte de sus acciones, pronto se cotizarán públicamente nuevas acciones tecnológicas valuadas en miles de millones de dólares.

Esta oleada de actividad no ha llegado al territorio de la burbuja puntocom de principios de siglo, cuando todos los meses decenas de empresas emergentes emitían acciones. Sin embargo, Lise Buyer —quien ha observado las acciones tecnológicas desde la embriagadora época de finales de los años noventa y ahora ayuda a las empresas emergentes con sus OPI en Class V Group, una consultoría— detecta un olorcillo a “euforia irracional” en el aire. Cuando Duck Creek, una empresa tecnológica de seguros, empezó a cotizar el 14 de agosto, cerró casi un 50 por ciento al alza. BigCommerce, una plataforma de compras en línea, la cual colocó sus acciones una semana antes, vio cómo sus acciones “explotaron” más de un 200 por ciento.

Con el índice S&P 500 de las grandes firmas estadounidenses en un máximo histórico, a pesar de que la COVID-19 se está propagando rápidamente, no cabe duda de que se puede debatir la lógica de los inversionistas. Sin embargo, para muchas empresas emergentes, el deseo de empezar a cotizar es perfectamente racional, por dos razones.

La primera está relacionada con los mismos mercados financieros. Antes de la pandemia, los capitalistas de riesgo que habían invertido miles de millones de dólares en firmas que no estaban cotizando empezaron a evitar las empresas emergentes espumosas, después de que los lanzamientos de algunos unicornios fueron decepcionantes (Lyft y Uber) o colapsaron (WeWork). Al mismo tiempo, las tasas de interés mínimas están provocando que el capital público esté en busca de remuneraciones. Como resultado, los inversionistas en el mercado bursátil están listos para aceptar altas valuaciones, según Lauren Cummings de Morgan Stanley, un banco de inversión y uno de los principales suscriptores de las OPI. “Los inversionistas públicos demandan de una manera insaciable”, aceptó Brian Feinstein de Bessemer Venture Partners, una firma de capital de riesgo.

 

En el último semestre, la tecnología ha contribuido a la continuidad de las clases en todos los niveles educativos. (Foto Prensa Libre: EFE)

 

Las empresas emergentes están ansiosas por satisfacer la demanda antes de que se disipe. Por lo tanto, muchas firmas están retomando los planes para cotizar que habían puesto en pausa después de los fracasos de las empresas de transporte privado y el caos de WeWork. Su caso está apuntalado porque —y esta es la segunda razón que explica el deseo de las empresas emergentes por cotizar— la pandemia ha sido una bendición para muchas firmas tecnológicas.

Las cinco grandes plataformas —Google de Alphabet, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft— han prosperado pues los consumidores que se han autoaislado pasan más tiempo y gastan más dinero en línea, y las firmas tiran la casa por la ventana en servicios de computación en la nube para permitir el trabajo remoto. El 19 de agosto, Apple tocó por poco tiempo una capitalización de mercado de dos billones de dólares, y se convirtió en la primera empresa estadounidense en lograrlo. Las empresas tecnológicas que no son tan grandes también se han beneficiado, entre ellas muchas que hace poco comenzaron a cotizar.

La pandemia ha enfatizado y acelerado un giro fundamental hacia los negocios digitales, comentó Sarah Cannon de Index Ventures, una firma de capital de riesgo. La tendencia durará décadas, predijo Cannon. Los mercados concuerdan. El Renaissance IPO Index, un índice con pesos pesados del sector tecnológico que incluye a la mayoría de las empresas que comenzaron a cotizar en los últimos dos años, está al alza más de un 40 por ciento desde enero. Zoom, cuya aplicación de videoconferencias se ha vuelto omnipresente en los cierres de emergencia, ha visto cómo el precio de sus acciones es cuatro veces mayor desde que comenzó a cotizar en abril de 2019; vale US$78 mil millones de dólares. CrowdStrike, una firma de ciberseguridad que ingresó en los mercados en junio del año pasado, ha cuadruplicado su valor desde marzo.

Algo que ha resaltado del último auge es el descontento de las empresas emergentes y las firmas de capital de riesgo con el actual proceso para ingresar a los mercados públicos. Es complicado, requiere un montón de papeleo y puede demorar más de un año. También es costoso… y se considera demasiado cómodo para Wall Street. Tan solo las comisiones de los bancos de inversión devoran entre un cuatro y un siete por ciento de las ganancias de una típica OPI, sin contar los abogados y otros asesores. Las empresas emergentes y las firmas de capital de riesgo apuntan a los primeros días importantes como evidencia de que las ofertas están subvaloradas para que los grandes inversionistas de los bancos obtengan un rendimiento inmediato. Después de todo, esos clientes son regulares que deben quedar contentos, mientras la mayoría de las empresas emergentes solo debuta una vez en los mercados públicos.

El desprecio por el proceso de las OPI, combinado con un deseo renovado de cotizar en la bolsa, ha provocado que algunas firmas consideren alternativas. Una es la “cotización directa” del tipo que está buscando Palantir, y la cual Spotify, un servicio de emisión de música en continuo, y Slack, una firma de mensajes corporativos, han usado con buenos resultados. Asana, empresa que vende software de administración de proyectos basado en la red, podría ser otro de los unicornios en tomar la ruta directa. Las cotizaciones directas utilizan una subasta electrónica de la bolsa de valores para que las empresas emergentes obtengan un precio más justo por sus acciones del que podrían lograr los banqueros de inversiones. Sin embargo, no permiten que las firmas recauden dinero nuevo. Como resultado, solo son una opción para las firmas ricas con dinero en efectivo.

 

Los líderes deben apoyarse en la tecnología para llevar a cabo sus tareas. (Foto Prensa Libre: HemerotecaPL)

 

Otra ruta que ha ganado prominencia es la empresa de adquisiciones de propósito especial (SPAC, en inglés). Estas firmas son empresas fantasmas que cotizan en la bolsa con la promesa de comprar uno o más negocios privados con las ganancias de la cotización. Luego, el negocio privado llena la empresa fantasma cotizada por medio de una fusión inversa.

Las SPAC tienen antecedentes engañosos; muchas han decepcionado en el mercado bursátil más amplio. No obstante, el lote más reciente promete reparar las fallas y al mismo tiempo conservar los beneficios, entre los cuales están negociaciones directas sobre el precio de compra que pueden agilizar los acuerdos y hacerlos más predecibles. Desde enero hasta inicios de agosto, 60 SPAC comenzaron a cotizar: recaudaron US$22 mil 500 millones. En julio, Bill Ackman, el director ejecutivo de un fondo de cobertura, lanzó un vehículo de entre US$5 mil millones y US$7 mil millones, el más grande hasta ahora.

No queda claro si Silicon Valley aceptará por completo a las SPAC. La firma tecnológica más grande en usar una es Nikola, una hermética empresa emergente de camiones que producen cero emisiones la cual ahora presume de una capitalización de mercado de unos U$16 mil millones de dólares. Muchos emprendedores y sus capitalistas se resistirían a que sus firmas fueran succionadas hacia una empresa fantasma. No obstante, las SPAC tienen un lugar en el mundo tecnológico. El 18 de agosto, Kevin Hartz, uno de los primeros inversionistas en Airbnb y Uber, lanzó una. Supuestamente, Ribbit Capital, una firma de capital de riesgo, está planeando otra.

El complejo industrial de las OPI no es reacio a las cotizaciones directas o las SPAC, aunque son menos lucrativas que los métodos tradicionales. Los banqueros predicen un futuro diverso con una cantidad cada vez mayor de colocaciones de acciones hechas a la medida, las cuales, por ejemplo, tengan como objetivo inversionistas específicos y predeterminen el tiempo que el personal debe aferrarse a sus acciones. Como lo resume Greg Chamberlain del banco JPMorgan Chase: “No todas las empresas tecnológicas son iguales. Tienen diferentes objetivos”. Siempre y cuando las empresas emergentes quieran liquidar, como lo hacen todas a fin de cuentas, necesitarán a Wall Street para pastorearlas.