Weselsky no concreta cuánto tiempo está dispuesto a conceder a la dirección e indica que no hay un calendario para ir de nuevo a la huelga.
En declaraciones, ayer sábado, a “Saarbr cker Zeitung” , Weselsky había advertido de que su sindicado seguiría dispuesto a convocar nuevos paros mientras la DB no presente “ofertas sólidas” para resolver su conflicto laboral.
La huelga comenzó el pasado lunes con la paralización de uno de cada dos trenes de mercancías y se extendió el martes a los de pasajeros, que paralizó dos tercios de los ferrocarriles previstos.
El ritmo de paros se ha mantenido toda la semana, con especial incidencia en la mitad este del país, y desde la compañía se ha advertido de que este domingo debe contarse aún con alteraciones y retrasos, hasta que se normalice el tráfico ferroviario.
Se estima que cada día de huelga ha provocado a la compañía pérdidas de 100 millones de euros y que 30 millones de pasajeros resultaron afectados por los paros, pese a los servicios mínimos marcados tanto en los trenes de cercanías como de largo recorrido.
Los paros han dañado sensiblemente al transporte de mercancías y ha colapsado la red de autopistas alemanas, ya que la carretera se ha convertido en la alternativa más usual para los desplazamientos privados o industriales.
La GDL representa a 30,000 maquinistas entre una plantilla integrada por 300,000 empleados y su huelga ha evidenciado la capacidad de paralizar un sector de un colectivo minoritario, a imagen de lo que ocurre con los pilotos en el tráfico aéreo.
Weselsky ha rechazado hasta ahora varias propuestas de arbitraje -la última, formulada por la patronal, para que interviniese como como mediador el exprimer ministro del “Land” de Brandeburgo, el socialdemócrata Matthias Platzeck.
La huelga que hoy terminó era la octava ronda de paros en ese conflicto laboral, considerado un pulso entre el sindicato y la dirección y una prueba de fuerza de los maquinistas.
Los maquinistas reclaman un incremento salarial del 5 %, la reducción de su semana laboral a 38 horas -una menos de las actuales 39-, así como la limitación de las horas extras.
El gran punto de fricción no son estos incrementos, sino el hecho de que la GDL pretende ampliar su convenio a los revisores y resto de personal de a bordo, con sueldos notablemente inferiores.
Con ello se propone ganar afiliados y evitar la pérdida de poder que conllevará, de materializarse, un proyecto de ley del Gobierno de Angela Merkel que limitará la capacidad de los sindicatos pequeños para establecer sus propios convenios.
Durante toda la huelga, el estamento político ha presionado fuertemente sobre la GDL para que suspendieran la huelga, mientras desde la prensa más popular se arremetió contra Weselsky, al que la opinión pública responsabiliza principalmente del conflicto.