Economía

Monjes trapenses sin satisfacer demanda de exitosa cerveza

Los monjes trapenses que llevan una vida de trabajo y oración junto a la pequeña ciudad belga de Rochefort se encuentran ante una encrucijada por el formidable éxito de la cerveza artesanal que fabrican, cuya demanda no deja de crecer.

En este monasterio hay tan sólo 13 monjes de la Orden del Císter, fundada en Francia a finales del siglo XI y basada en los principios de “orar y trabajar”, concentrándose en lo espiritual y no en el mundo material.

Los trapenses de la Abadía de Nuestra Señora de Saint-Remy (www.abbaye-rochefort.be), tradicionalmente autosuficientes como todos en esta orden, fabricaban suficiente cerveza para su consumo y por lo tanto comenzaron a vender con fines benéficos y otras necesidades.

Desde el comienzo las ventas despegaron por la demanda en Bélgica, pero rápidamente su cerveza trascendió las fronteras hacia Francia, Holanda y ahora China o Estados Unidos.

“Los trapenses tienen una historia, una historia que contar que atrae a los aficionados de la cerveza”, dijo Thierry Fourneu, director de la cervecería de la abadía.

“El carácter religioso de nuestras cervezas tranquiliza ya que se considera una marca de calidad y autenticidad”, añade Franois de Harenne, portavoz de la Asociación Internacional Trapense que certifica el origen y su producción.

“Hoy, la demanda es superior a la oferta y crece en todo el mundo”, dijo Harenne a la AFP.

Para que una cerveza sea considerada trapense, debe respetar estrictas condiciones: tiene que ser elaborada en una abadía de la orden cisterciense, bajo la supervisión de monjes, y una parte de los beneficios debe destinarse a obras sociales.

Los monjes de Rochefort distribuyen así un millón de euros por año, de un volumen de negocios de 7 millones, “a familias con dificultades de los alrededores, a misiones y a otros monasterios necesitados”, dice el prior padre Luc.

“Tener ganancias no es en absoluto un fin en sí. Fabricamos cerveza para garantizar la subsistencia de nuestra abadía y venir en ayuda del prójimo”, resume.

– A la búsqueda de nuevos monjes –

En medio del tranquilo valle de las Ardenas de Bélgica, la abadía de Rochefort sólo cuenta con 13 monjes, de entre 40 y 80 años. En los años 1930 llegaban a unos 80. Emplean a unas 15 personas para hacer funcionar la cervecería que produce unos 40 mil hectolitros por año.

La menor población de monjes explica precisamente que las abadías sólo aumenten con prudencia sus capacidades de producción. “No podemos imaginar la existencia de importantes cervecerías con pequeñas comunidades religiosas. El respeto de nuestros principios pasa antes que nada”, subraya Franois de Harenne.

Para asegurar el futuro, Rochefort espera atraer monjes extranjeros, entre ellos de las abadías francesas cuya población es más numerosa.

La producción de las diez abadías trapenses alcanza 460 mil hectolitros por año, de los cuales 170 mil únicamente en la de Chimay.

Algunos monasterios, como el de Orval, decidieron no ir a la búsqueda de nuevos mercados.

La cervecería de la abadía de Wesvleteren, que fabrica la cerveza trapense más buscada, produce sólo 4,800 hectolitros por año. Sólo se vende en el monasterio a aquellos que hayan pasado un pedido.

Bélgica y Luxemburgo son el principal mercado, pero la demanda crece en el extranjero. “La mayoría de las veces estamos desgraciadamente obligados a decir no a los nuevos compradores”, dice Benoit Minet, encargado comercial de Rochefort.

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