“Comencé a leer los beneficios del yoga y las asanas (posturas). Me empezó a cautivar desde entonces. Hacía los movimientos, no tenía las secuencias, pero fue la forma como me captó”, relata Rossana de Léon, quien siguió su aprendizaje con videos que transmitían en televisión.
Así se mantuvo por dos años, dejó de practicar un tiempo, y lo retomaba de forma inconstante, fue hasta hace siete años, que decidió hacerlo parte de su rutina al inscribirse a un gimnasio.
De la práctica a la enseñanza
Cuando Rossana decidió que quería ser madre se dio cuenta que en Guatemala se trabajaba poco en el área de yoga prenatal, lo que la motivó a formarse como maestra de esa práctica.
Pasado el tiempo se especializó en yoga para niños, hatha yoga (mantiene las posturas por más tiempo), power vinyasa (movimientos más fluidos en sincronía con la respiración) y power yoga (una clase más dinámica).
“Mantenía mi práctica personal, pero me llamaba la atención dar clases; sin embargo no lo veía como algo factible”.
Con esa inquietud, decidió poner en marcha su plan de compartir su aprendizaje en un estudio de yoga que fuera propio.
La decisión, la tomó mientras realizaba una savasana—una de las posturas finales del yoga de una clase, y se emplea para la relajación—. Lo más difícil fue salir de su zona de confort.
Hasta ese entonces, De León era administradora de una empresa de mercadeo, en la cual se desarrollan actividades relacionadas con la publicidad, y modelaje; sin embargo sentía que necesitaba hacer algo más con su vida.
“A pesar de que hace muchos años tenía ganas de venir y cambiar lo que hacía, no me animaba, no me atrevía. Yo estaba bien, no tenía por qué moverme, pero había algo interno que me decía: haz algo más”.
En mayo de 2015 hizo su sueño realidad, al inaugurar su estudio “Akasha Yoga”, ubicado en zona 11.
“Akasha significa espíritu. Es la chispa divina que todos tenemos dentro, esa parte de Dios que vive en cada uno”, comenta al explicar porque decidió llamarlo así.
“Muchas personas le toman a uno cariño y confianza, cuentan cómo van los progresos y uno se alegra porque es como si lo estuvieras logrando también… Fue un cambio total en mi vida, desde donde estaba, no le hubiera movido nada a ninguna persona para cambiar, que es lo más importante que uno tiene que hacer”.
La instructora recuerda que el yoga es un aprendizaje constante y a los que empiezan les recomienda “que se den una segunda oportunidad para poder encontrarle sentido, ya que no es solo física, sino que ayuda conocerse”.
De médico a productor de cine
Luego de graduarse de médico y cirujano en la Universidad de San Carlos, Luigui Lanuza, decidió realizar su especialización en Salud Pública en Estados Unidos, donde ejerció unos 20 años.
Regresó a Guatemala para jubilarse y decidió abrir una clínica de vacunación para adultos, pero en el 2012 decidió cerrarla para dar continuidad al trabajo de su padre, el reconocido cineasta Rafael Lanuza.
“Mi papá era el productor y director guatemalteco más conocido en los años 70 y 80 a pesar de que había hecho cine desde los años 50. Las coproducciones con México fueron lo que lo llevaron a ser conocido a nivel internacional, además que sus películas fueron las más vistas”.
Aunque desde pequeño participó en anuncios de televisión, modelaje para periódicos y actuó en algunas películas de su padre, entre ellas “Superzan y el Niño del Espacio” (primer largometraje de ficción en Centro y Suramérica), no consideró esta profesión como una opción a seguir durante su adolescencia.
“Es interesante porque cuando yo estudié medicina muchas personas me preguntaban ¿Usted va a seguir lo de su papá? ¿Va a hacer cine también? Yo siempre les decía que no iba a hacer cine porque me daba cuenta de cómo a mi papá le había costado tanto y muchas personas no reconocen ese trabajo y solo se dedican a hablar mal de las producciones…”.
El cineasta explica que el haber colaborado en las producciones de su progenitor le ayudó al momento de emprender esta nueva faceta de su vida.
“Fue como si hubiera estudiado producción cinematográfica por años, porque todo lo hice con mi papá, sin la presión de tener que aprenderlo”, refiere al comentar el cambio que esto ha significado.
Lanuza es el productor de “Soy de Zacapa”, que se estrenó en 2012, y “El Señor de Esquipulas”, en 2015. Los guiones fueron creados por su padre, y él les hizo algunas adaptaciones a la época actual.
Entre sus aspiraciones está el producir una serie de televisión de 27 episodios basados en las leyendas de Guatemala que escribió Héctor Gaitán. “Son historias muy bonitas de miedo, misterio, si consigo quién me apoye continuamos el proyecto”.
También tiene la intención de hacer una película de Rafael Lanuza, a la cual nombrará “El Viajero de Andrómeda”, haciendo referencia a la película “Superzan y el Niño del Espacio”, cuyo personaje principal provenía de esa galaxia.
“Creo que desde el punto de vista histórico es importante que quede algo registrado. Si alguien va al Ministerio de Cultura y Deportes no le saben decir quién es Rafael Lanuza y mi papá aportó tanto al cine nacional que creo que debiera de haber un documento audiovisual que refleje todo lo que hizo”.
Los mayores retos que ha enfrentado, dice, son la falta de cultura de los guatemaltecos para apreciar el cine nacional, ya que prefieren las películas extranjeras, y la dificultad para encontrar patrocinadores.
“Hacemos lo que podemos con lo que tenemos, porque no contamos con todo el presupuesto que quisiéramos para hacer cosas mejores, pero creo que eso también nos hace tener más inventiva, improvisamos cosas que si tuviéramos los medios se harían de manera digital o con grúa, pero tenemos que inventarnos cómo hacer las cosas para que luzcan bien en pantalla”.
A pesar de las dificultades, Lanuza considera que ha sido una gran experiencia e insta a las personas a hacer aquello que les gusta, no para ganar dinero o fama, sino para llenarse espiritualmente.
“Uno siempre debe hacer lo que le nace hacer, a mí me gustó la medicina, ejercí por muchos años la carrera, me sigue gustando, pero también tenía esa parte artística que estaba allí esperando volver a abrir los ojos”.
El optimismo es la clave
Astrid Otten, psiquiatra y docente de la Universidad Mariano Gálvez, explica que el éxito al momento de emprender un nuevo reto se logra si la mente se mantiene positiva y con una fuerte motivación.
“Se trata de eso, de ser creativos y pensar en positivo. De tener fe de que el universo siempre provee. Si pensamos en negativo, entonces siempre vamos a obtener negativo… también darnos tiempo porque sabemos que es un proceso y no siempre vamos a obtener lo mejor en dos o tres días”, dice Otten.
Afirma que es normal que en algún momento se sienta inconformidad con el trabajo que se desempeña, en especial cuando se está rodeado de un ambiente tóxico.
Cita que los factores que pueden influir en la decisión de renunciar son: ambientes con intrigas, horarios que intervienen en el ámbito familiar, que no paguen a tiempo o la falta de reconocimiento para el colaborador.
Si se está planeando dejar el trabajo actual, recomienda ser claro con sus habilidades y advierte que aunque al principio se pueda sentir liberado, llegará un momento en que la decisión pueda afectar económicamente, y ocasionar angustia y desesperación, no obstante, también puede ser una oportunidad para reinventarse y explorar otras áreas.
“Se tiene que hacer lo que le gusta, para lo que es bueno, porque se lo tiene que gozar y tiene que convencer a la gente de que es bueno para eso, si va a ir a trabajar en algo que no le gusta, la gente lo va a notar”.