Economía

De informal a formal

La informalidad en nuestros mercados laborales generalmente es vista como algo indeseable. Y en un sentido probablemente lo sea. Todos, sin excepción, buscamos un espacio en la sociedad en donde podamos hacer algún aporte, sentirnos útiles y hacernos de manera autónoma de los medios económicos suficientes para poder atender nuestras necesidades y las de los nuestros. Es por ello que los especialistas definen el trabajo como el medio de integración social por antonomasia. 

Columnista Tomás Rosada Villamar. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Columnista Tomás Rosada Villamar. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Ciudad Guatemala  –  Sin embargo, la realidad en la gran mayoría de países en desarrollo es muy distinta a esa aspiración. Aquí hay un buen número de personas que no logran una inserción laboral con calidad ni estabilidad. Año con año hay generaciones nuevas de jóvenes que entran a competir en un mercado laboral que es incapaz de asignarlos según sus capacidades y remunerarlos según su productividad.

Esto, a la larga, genera efectos indeseables a todo nivel. En el plano personal genera mucha insatisfacción y frustración, pues el pasar de las aulas a un empleo productivo y bien remunerado se convierte en un salto mortal, que de hecho sucede mucho menos de lo que pensamos. Y en el plano social no es difícil imaginar cómo la acumulación de historias individuales como estas van fermentando un desasosiego y desilusión hacia un sistema que no cumple con su promesa: remunerar el esfuerzo individual. ¿En dónde se rompió la cadena de transmisión?

La respuesta es compleja. No hay explicación ni receta únicas. Lo que tenemos son algunas hipótesis posibles que tienen que ver con el nivel de carga impositiva, contribuciones a la seguridad social y demás regulaciones que puedan existir en los mercados laborales. Es decir, un conjunto de “desincentivos” a la generación de empleo formal.

En el caso de Guatemala esta es solo una parte —quizás la menos importante, por cierto— de la historia. En este país los niveles de tributación y de contribuciones a la seguridad social continúan siendo bajos en comparación con otras economías de tamaño y características similares. De manera que es muy poco plausible cargar demasiado la mano en esa dirección.

Entonces, probablemente la historia tenga que ver con otros factores, como por ejemplo la capacidad gerencial real con que contamos en la economía nacional y la calidad del capital humano que está acumulando la fuerza laboral. Ambos son factores que determinan la productividad y la generación de empleos formales. El primero —capacidad gerencial— porque permite identificar oportunidades de negocio, de adopción de tecnología y de generación de innovaciones y valor agregado; y el segundo —capital humano— porque condiciona el tipo de actividad productiva que se puede realizar, la movilidad de la fuerza de trabajo y sus posibilidades de reconversión ante cambios en la estructura económica del país.

En ambos casos es el factor humano el que estaría operando como la principal restricción al crecimiento, a la productividad, y con ello a la posibilidad de generar más empleos formales (estables y de calidad). Allí está el nudo ciego y por allí habría que comenzar cualquier estrategia de empleo formal a mediano plazo. En un país como este, mirar a las regulaciones y al nivel de impuestos puede ser importante, pero ciertamente no lo más importante. La transformación real solo podrá venir de mejoras significativas en la principal materia prima con que contamos: las y los guatemaltecos, sean estos gerentes o colaboradores de una empresa.

Aunque, en honor a la verdad, también hay que decir que todas estas discusiones tienen muy poco asidero empírico en Guatemala. El estudio de los mercados laborales no ha sido una prioridad en la agenda gubernamental, ni siquiera de los centros de investigación y academia, en donde se esperaría encontrar reflexiones más acabadas sobre problemas estructurales que inhiben un proceso de desarrollo más vigoroso e incluyente. Vuelvo a arrojar el guante.

trosada@gmail.com

ESCRITO POR: