Maxana vivió ayer el peor día de su vida cuando sepultó a Efraín, de 5 años; Lesly, 9; Maribel, 11, y Marleni, 12 —todos de apellido López Maxana—, en el cementerio de la ciudad altense, gracias a que los vecinos se organizaron para recolectar dinero y pagar los ataúdes y el sepelio.
“Organizamos a diez personas para que se repartieran en toda la población para pedirle a la gente que colaborara con una digna sepultura de los cuerpecitos. Por las cajas pagamos unos Q3 mil, y otros centavitos para apoyar a la mamá”, dijo Ramón Siquiná, amigo de la familia López Maxana.
LLUVIA TRÁGICA
“Ya no recuerdo nada; solo sentí que se cayó la casa sobre nosotros. Cuando desperté, grité y llamé a mis hijos, pero ya no están conmigo. Saber dónde estaban metidos bajo la tierra”, expresó la madre de los menores, quien espera a su quinto hijo.
Ella y su esposo, Efraín López Lucas, quien es albañil, pagaban Q300 de alquiler por la humilde vivienda que fue arrasada por una corriente de lodo y piedras entre las 5 y 5.30 horas del miércoles.
“Estaba en Xela porque tenía que madrugar para trabajar ese día, entonces decidí irme desde el martes y quedarme ahí, pero ayer me llamaron para contarme que mis hijos habían muerto”, contó López Lucas, resignado por la pérdida irreparable. Ambos solicitan ropa, alimento y vivienda como ayuda más urgente.
Además de los menores, en otro sector del municipio murió sepultada por tierra y piedras María Agustín Solís, 43.
RESIGNACIÓN
“Esto lo hizo Dios, por eso lo aceptamos”, es una de las frases más recurrentes entre los pobladores de Almolonga, Quetzaltenango, en un intento por lograr comprender lo sucedido el miércoles ante la pérdida de seres queridos, cultivos, viviendas, automóviles y otras pertenencias.
Almolonga, caracterizada por sus fecundas hortalizas y la fe cristiana de sus habitantes, vive uno de sus momentos más trágicos, con la muerte de cinco personas a causa de la constante lluvia y daños generales en siembras y viviendas.
Similar situación se vive en otros lugares cercanos, como Zunil o la ciudad de Quetzaltenango, donde varias zonas quedaron inundadas por las deficiencias en el alcantarillado; San Francisco El Alto, Totonicapán; Pueblo Nuevo Viñas y Chiquimulilla, Santa Rosa; Retalhuleu, Escuintla y Jutiapa, donde se reportaron víctimas, daños en las viviendas y carreteras con derrumbes.
TAREAS CONJUNTAS
En el casco urbano de Almolonga el panorama es desolador. Solo se observan los techos de los baños de azufre que un día fueron parte del atractivo del lugar y que hoy están sepultados bajo el lodo.
Tractores, grúas, palas y escobas se observaban en cada cuadra de las calles de la localidad, con el fin de sacar el agua de las viviendas, limpiar escombros, intentar remover piedras —que en algunos casos superaban los diez metros de altura— y extraer restos de automóviles.
“El martes traje dinero a la casa y, como no utilizamos banco, se lo di a mi esposa para que lo guardara, y también eso se llevó la correntada de agua. Bastaron 30 minutos para perder lo que con 10 años de trabajo pude construir para mi familia”, expresó, con la voz entrecortada y lágrimas Melesio Siquiná, dueño de una de las casas que quedaron destruidas.
Siquiná se gana la vida como fletero, pero entre sus pérdidas también están los dos picops que le servían como herramienta de trabajo.
“Este tipo de tragedias ya han pasado varias veces, con Stan y Ágatha, y la gente es bien solidaria. Lo malo es que las personas se van a vivir en la ladera de Cerro Quemado y como el pueblo es bastante pequeño y la población se ha multiplicado, no hay de otra”, refirió el pastor Agustín Vicente.
Los sembradíos también fueron afectados, como lo cuenta Pedro Rescaxich Colín, un agricultor que afirmó que las pérdidas podrían sumar millones de quetzales.
“Queremos la ayuda gubernamental, porque todos vivimos de la agricultura y perdimos mucho; no puedo decir cuánto, pero sí son millones lo que costará”.
Algunos vecinos buscaban la ayuda del alcalde Genaro Xiap para poder pagar los sepelios y empezar la labor de limpieza, pero el funcionario aseguró que no cuenta con presupuesto para cubrir la emergencia, porque solo quedan recursos de obra gris y funcionamiento. “Tendríamos que destinar como Q30 mil de funcionamiento, pero no es suficiente”, explicó el alcalde.
EN ALBERGUES
En la ciudad de Quetzaltenango la situación era caótica. Calles llenas de lodo y muchas de ellas aún inundadas era la primera impresión al ingresar en la localidad.
Unas 126 personas afectadas por las inundaciones y que perdieron total o parcialmente su vivienda permanecían anoche en el Instituto Nacional Gabriel Arriola Porres, que también sirve como centro de acopio de ropa y víveres.
“Mi casa se inundó, el agua subió más de un metro y se llevó muchas cosas. Vamos a esperar que pasen unos días a ver cómo está”, expresó Clara Chaj, procedente de Olintepeque.
En Jutiapa, la población no salía de su asombro por la intensidad de la lluvia, y sobre todo por los daños en las viviendas, lo que hizo que muchas personas buscaran albergue.
“Esperamos que llegue más ayuda porque hay gente que no ha comido desde el martes; varias familias no aceptaron que las evacuáramos y se han quedado en los techos de sus viviendas sin agua potable, sin abrigo y sin comida, están esperando que baje el nivel del agua”, expuso Hugo León, de los Bomberos Municipales de Moyuta.
En la Costa Sur muchos poblados fueron afectados por las inundaciones, lo que hizo que buscaran refugio o se quedaran en su casa para defender sus propiedades de eventuales saqueos.