SI ME PERMITE

Antes de asimilar evaluemos

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“Porque aunque parece que todos hablamos de lo mismo cuando utilizamos el término evaluación, creo que existen tantas formas de entender el fenómeno que al final cabe cuestionarse si todos hablamos de lo mismo.” Álvarez Méndez, J.M.

En la conducta humana es muy natural observar logros y alcances que otros tienen y pocas veces tomamos el tiempo para evaluar lo hecho y preguntarnos qué es lo que implica y que compromisos han derivado de lo que se ha hecho. El titular de las acciones que muchas veces se enmarcan en éxitos, no siempre resulta cierto cuando se ha evaluado tomando en cuenta los principios y valores que la vida requiere.

No es simplemente llegar a algo, debemos cultivar una mentalidad crítica para poder estar conscientes de que todas las acciones nuestras conllevan responsabilidad y en el mañana no podemos negar lo que hoy hemos hecho nuestro porque se miraba favorable. Esto simplemente se puede lograr si la vida que vivimos y los proyectos a los que nos involucramos responden antes que el interés inmediato a patrones de vida a los cuales nos hemos adscrito porque tenemos una imagen final clara de adónde que queremos llegar.

De muchos se ha sabido —y no quisiéramos unirnos a ellos— que al alcanzar una determinada meta, lo primero que dejaron dañado fue su dignidad. La dignidad únicamente la podemos cuidar cuando hacemos, decimos y nos involucramos en asuntos donde no la comprometemos. La dignidad primeramente se forma en la manera que nos han criado y luego uno mismo es el que tiene que cuidarla para no mancharla. En esto definitivamente no podemos culpar a terceros y debemos batirnos el pecho por culpables si la hemos dañado.

Claro está que la sociedad que nos rodea está muy preocupada del cómo se ven y qué opinión tienen de uno, esto incluso nos lleva a aparentar, gastar y buscar el cómo podemos alcanzarlo. Verdaderamente, antes de invertir en lo exterior y la apariencia deberíamos tomar el debido tiempo para cultivar, corregir y formar lo que somos, y no importa después cómo nos juzguen por lo que ven. Puede ser que mi origen, mi formación y muchas otras aristas no sean tan valoradas, pero lo importante es que lo que soy sea producto de disciplina, voluntad y cuidado diario de la vida.

Un buen ejercicio para poder tener presente es recordar cual es nuestro criterio de vida y pensar si mi vida es digna de que otros la imiten, en cambio si pienso: “esta es mi vida y la vivo a mi gusto”, eso sería válido si viviera solo en este mundo, pero como debo compartir mi vida con el medio que me rodea, es mejor tener la idea de ser ejemplo para bien y no simplemente un modelo al cual nadie debería imitar.

Nuestra sociedad y la nueva generación que nos sigue está buscando modelos para imitar y formas de vida que los desafíen a ser mejores. En ese caso, ¿por qué no entrar en este desafío y ofrecer una buena alternativa a los que me siguen detrás en esta vida? Hay modelos vergonzosos y también los hay dignos de admirar. Tristemente de los primeros son de los que más abundan, pero cuando buscamos ejemplos favorables, ¡cómo nos cuesta buscar ejemplos!

El reto está en cada uno de nosotros en tiempo de nuestra vida productiva, no para ser candidatos para monumentos históricos, sino seres humanos que otros puedan ver que sí es posible ser diferente y para dejar legado de conducta aun cuando la herencia para repartir no sea voluminosa.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.