Guatemala

Luis Siekavizza: “Cargar a Mercy fue como ver a la Cristi”

Juan Luis Siekavizza, padre de Cristina, rememora en la siguiente entrevista el reencuentro con sus nietos en México y afirma que cuando tomó a su nieta en sus brazos fue como si el tiempo hubiera retrocedido 30 años y vio reflejada en ella a su hija, a quien le llamaba Cristi.

A Juan Luis Siekavizza se le ponen llorosos los ojos.

A Juan Luis Siekavizza se le ponen llorosos los ojos.

¿Cómo fueron los momentos previos a viajar a México?

Fue una cuestión demasiado rápida que me hizo obtener el boleto, que fue salir del Ministerio Público, después a mi casa, conseguir pasaporte, equipaje y regresar al aeropuerto. Al llegar al mostrador de la aerolínea nos dijeron que el vuelo estaba cerrado y que no me podía ir. Me habrá visto tal cara de desconsuelo la señora del mostrador, que ella misma me dice: “No le voy a cobrar el sobrecargo y lo voy a enviar en el siguiente vuelo”.

Ya estaba en la cola, cuando entra la llamada de Casa Presidencial donde me ofrecen el avión y emprendemos el vuelo.

¿Cuando despegó el avión en qué pensaba?

Iba esperanzado, le juro que después de 24 meses de este baile lo hacen ser a uno tan escéptico que uno no cree hasta que lo tiene en la mano.

¿Cuando vio a sus nietos qué fue lo primero que pensó?

Que estaban muy parecidos a como yo los dejé, están más altos, los vi bien físicamente, hasta después en las siguientes horas y días hemos empezado a darnos cuenta de que hay un problema anímico.

¿Cuál fue su primera impresión?

Bueno, otra página que se dio la vuelta. Yo, no es por presumir, la única manera que he logrado mantenerme cuerdo en estos meses, agarrando lo que viene, ha sido de una manera muy fría y analítica. Es como si fuera un caso clínico, no se involucran sentimientos, no se deja uno influenciar por lo afectivo, trata de ser frío y calculador.

—Hace una pausa, se quiebra su voz y sus ojos se tornan vidriosos y responde— “En el camino de regreso sí lloré al ver a Mercy —María Mercedes, su nieta— sobre mi brazo. Era como si se hubiera retrocedido el reloj y el tiempo 30 años, porque cargar a Mercy fue como ver a la Cristi cuando tenía esa edad”.

¿Con quién de sus dos nietos habló primero?

Realmente con los dos. Estaban sentados en las sillas y fui a abrazarlos.

¿Cuál fue la primera palabra que les dijo?

Los abrazamos, les dijimos “aquí estamos”. El hecho de que mi esposa me acompañara fue muy importante porque la figura de abuela es muy diferente en lo afectivo en lo que respecta al abuelo.

¿Cómo fue la relación en el avión?

Los nietos venían cansados, era casi medianoche. Al subir al avión se sientan enfrente de nosotros y minutos después se quedaron dormidos.

¿Usted vio a Roberto Barreda?

No lo vi, y eso que estaba muy cerca de él. Cuando salimos pasamos por el jardín de la casa y del otro lado eran las oficinas. Escucho una voz que grita: “Adiós, hijos, les recuerdo que deben hacerles caso a sus abuelos”. No lo alcancé a ver muy bien, pero obviamente era la voz de Roberto.

¿En estos tres días cómo ha sido la convivencia?

Ha sido un desmadre, en el sentido de que mucha gente de la familia va a visitarnos y nosotros tratando de ponerles atención a los niños.

¿Cuáles eran los pensamientos que tenía cuando regresaba al país?

En el siguiente paso, que era conseguir la custodia de los niños.

¿Ya se siente más tranquilo?

Ciertamente sí estoy más tranquilo, pero todavía falta.

¿No ha logrado liberar esas emociones?

Todavía falta.

¿Qué falta?

Resolver el caso, encontrar a la Cristi. Uno no puede dejar aflorar sus sentimientos —saca su pañuelo y se seca el sudor de la nariz y los labios— hasta que el problema esté resuelto, hasta ahí voy a llorar de verdad, si es que estoy vivo.

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