Comunitario

Coronavirus: así viven los guatemaltecos la emergencia en Italia

Más de 10 mil personas han sido contagiadas de covid-19 en Italia, lo cual ha encendido las alertas en todo el país; incluidos, desde luego, casi un millar de guatemaltecos que viven en esa nación.

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Una mujer con una mascarilla camina frente al histórico Coliseo de Roma en la capital italiana. (Foto Prensa Libre: EFE)

Una mujer con una mascarilla camina frente al histórico Coliseo de Roma en la capital italiana. (Foto Prensa Libre: EFE)

Guatemalteca en Brindisi: Gracias a Dios estoy aquí con mi hija

Desde hace unos dos meses viajé a la provincia de Brindisi, en la región de Puglia, Italia, para visitar a mi hija que desde hace unos años reside acá. Cuando me marché nunca me imaginé quedar atrapada por culpa de una epidemia. Sin embargo, trato de ver el lado positivo de esta crisis mundial y pienso en que gracias a Dios estoy aquí con mi hija, porque si estuviera en Guatemala me estaría muriendo de angustia por la incertidumbre de la salud de ella.

En Nápoles (cerca de Brindisi) sur de Italia, también se han encendidos las alarmas por la presencia del Coronavirus. (Foto Prensa Libre: EFE)

 

En estos momentos no puedo viajar a otra ciudad porque está prohibido. Los únicos que lo pueden hacer son las personas que argumentan una razón de mucho peso, la cual es evaluada por las autoridades locales. Para lograr este objetivo es necesario llenar un formulario donde se indica al lugar al que se viaja y otros datos que permitan ubicar al viajero.

Para efectuar compras en un supermercado no se puede hacer en familia, se debe nombrar a un solo miembro para que realice las compras. Uno de los requisitos es que cada comprador se debe ubicar a un metro de distancia de la otra persona, y por educación y civismo cada uno porta una mascarilla y su respectivo gel para desinfectarse las manos, aunque estos insumos cada vez escasean más.

Hoy martes en la mañana amaneció un tanto más desierto el país, pues entró en vigor la restricción de movimientos, la cual, en su esencia, informa que es preferible quedarse en casa y que si es necesario salir que solo lo haga una persona del núcleo familiar. Esta recomendación se está cumpliendo con mucho civismo y educación por parte de los ciudadanos.

Hace unos días, según escuché, en una cárcel de la región de Puglia los reos se amotinaron porque prohibieron las visitas de sus esposas para evitar algún tipo de contagio. Las cónyuges también protestaron y al final creo que se fugaron algunos reos que estaban catalogados como de los más peligrosos.

Lo admirable de este país es que actúa con mucho civismo y respeta la cuarentena declarada por el Gobierno. Las personas que pueden efectuar su trabajo desde su residencia lo están haciendo de esta manera para no exponerse al virus, y en caso sea portador no transmitirlo a los que participan de su entorno laboral.

Lo que he visto es que el Gobierno no ha escatimado recursos económicos para tratar de que esta epidemia continúe expandiéndose en el país. Han volcado su atención para cuidar a sus ciudadanos. Parte de eso son los controles que llevan a cabo para detectar y descartar los casos sospechosos.

El punto más crítico de estos días es que cuando en las farmacias o supermercados ponen en venta mascarillas o gel desparecen rapidito, porque existe mucha demanda.
Al final solo sé cuando cuando vine, pero no cuándo regresaré a Guatemala.

Celeste Rodríguez: No hay mal que dure cien años, ni Venecia que lo resista

Estoy en Venecia. La semana pasada me preguntaban si con esta psicosis del coronavirus ha cambiado algo en mi vida. Dije que no, y es verdad, mi rutina en el ámbito personal no ha cambiado, pero no puedo decir lo mismo del laboral.

Trabajo en el sector de turismo y en estos días estoy olvidando el sonido del teléfono de mi escritorio -que en un año “sin virus” sonaría incesantemente. Me ilusiona la llegada de nuevos correos y celebro cualquier solicitud de información, no pierdo la esperanza.

Una plaza en Venecia, casi vacía, por el estado de emergencia. (Foto Prensa Libre: EFE)

 

Tampoco hay movimiento fuera de las paredes de mi oficina, sin duda este no es un marzo “normal” en Venecia. La ciudad no se despierta entre miles de sonidos, palabras en idiomas imposibles de descifrar, cientos de estudiantes dándose ánimo para comenzar la jornada y el ruido de las tazas de café o copas de ‘Spritz’ (refrigerio alcohólico típico de Venecia) chocando con las barras de los bares. Ahora no hay nada de eso.

En estos días no es necesario repetir y repetir la palabra “persmesso” o “attenzione” (permiso y cuidado, en italiano) para pedir a algún turista distraído que me permita el paso o evitar golpearlo con mi carrito del supermercado. Tampoco debo detenerme con frecuencia para no interrumpir las fotos delante de los ciento de puentes de la isla. Los que practican Voga veneta (remo veneciano) aprovechan la quietud de la laguna para entrenarse porque el agua está más quieta que nunca.

Los grandes de la industria turística están desesperados, pero quiero creer que los buenos años les han permitido crear un “colchón” que les permitirá resistir un poco de tiempo. Para entender la situación basta decir que en el 2019 llegaron cerca de 30 millones de turistas. Hoy no hay nada de eso, mis amigos venecianos -todos nacidos en los años de 1970- me confirman que nunca han visto una Venecia así de silenciosa, así de gris, así de triste.

Triste también es la situación de la “ragazza” (chica) de la floristería, uno de los pequeños negocios que han subsistido a pesar de que la ciudad ha privilegiado el turismo de masas obligando a los residentes a abandonar la isla.

Con el coronavirus no hay permiso ni para honrar a los muertos -los funerales están prohibidos-, no se celebran matrimonios y las iglesias están cerradas. Decía esta muchacha que para ella no hay esperanza. Quién volteará a ver a un pequeño negocio de flores frente a un conglomerado hotelero, se pregunta. Yo espero que muchos, que tantos como se pueda entiendan que solo los pequeños comerciantes regalan a las grandes ciudades colores y sabores tan íntimos que a unos nos permite llamar a Venecia “mi casa” y hacer sentir “la casa” a quienes tienen el privilegio de visitarla.

Irene Rosales, provincia de Vicenza: Este fin de semana todo empeoró

Todo inició el último domingo de carnaval, cuando se suspendió todo, incluyendo la celebración del Miércoles de Ceniza y las escuelas también serían cerradas. Yo vivo al Norte, en un pueblo llamado Malo, de la provincia de Vicenza, una de las regiones del Veneto, entre las zonas más afectadas junto a la Lombardía.

Desde ese domingo de carnaval la gente empezó a desocupar los supermercados, sobre todo la canasta básica: pasta, leche, harina, quesos, etc.

Ciudad de Milán. Italia un país tradicionalmente turístico, se ha visto afectado por la emergencia sanitaria por el Coronavirus. (Foto Prensa Libre: EFE)

 

Hasta hoy no conozco ninguna persona contagiada, sin embargo, este fin de semana todo empeoró por el hecho que tristemente el Estado ha hecho recortes en la sanidad y se encontraron en la dificultad de no tener suficientes lugares de cuidados intensivos, ni médicos ni enfermeras.

Esto debido que con la maniobra financiera del año pasado se abrió una ventana para irse en jubilación y muchos servidores públicos como médicos y enfermeras se fueron en pensión y no sustituyeron a ninguno. Y es así como se les salió de las manos la situación.

El lema es #stiamotuttiacasa (Quedémonos todos en casa). Las cafeterías restaurantes comercio en general tienen permiso de abrir solo de 6 de la mañana a 6 de la tarde.

Al momento hay poquísimos autos en la calle, yo vivo en una zona de campaña y sí podemos salir a caminar.

Las indicaciones preventivas son siempre las mismas: un metro de distancia de los demás, continuar a lavarse las manos, no tocarse ojos nariz y boca, y si nos sentimos mal no ir al hospital, sino llamar primero a nuestro médico de base. No podemos ir a las clínicas cantonales. Y el médico tratará de ayudarnos al teléfono.