Comunitario

El amor transforma futuros

La voz de Jaime Pichiyá se quiebra al recordar que quedó huérfano de padre durante el conflicto armado interno, pero su semblante cambia al preguntarle cómo mejoró su vida al estudiar en el Centro Vocacional San José. “Soy feliz”, asegura.

El padre Carlos Alberto Rojas es el encargado del Centro Vocacional San José, donde los jóvenes encuentran abrigo. (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano)

El padre Carlos Alberto Rojas es el encargado del Centro Vocacional San José, donde los jóvenes encuentran abrigo. (Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano)

Pichiyá es uno de los tres mil 500 jóvenes que ese centro ha atendido durante 29 años de trabajo en Guatemala, donde reciben formación académica, pero también mejoran su autoestima y encuentran oportunidades para una vida  plena.

“Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres”, es una frase que se lee en varios puntos del lugar.

El mantenimiento de la casa, de las instalaciones del colegio y de los talleres requiere una gran inversión por parte de los administradores, quienes agradecen los donativos.

Cada mes se deben invertir Q260 mil para cancelar los servicios básicos, comprar alimentos y pagar a los trabajadores del centro.

Solo el servicio de energía eléctrica tiene un costo mensual de Q10 mil.

Se pide colaboración de Q200 o Q300 mensuales para los estudiantes que pueden aportar. Los demás reciben clases y talleres sin costo.

El centro recibe donativos monetarios, productos de la canasta básica, ropa, insumos de limpieza o cualquier otra ayuda.

Hay un programa de apadrinamiento en el que también se puede participar.

Los donativos y todo tipo de ayuda se pueden ofrecer a los teléfonos 23841471, 23841472, 24310399 y 24321902.

Además, a mdrguatemala1987@gmail.com

El trabajo

Ubicado en el kilómetro 15 de la calzada Roosevelt, el centro ofrece educación básica y secundaria a jóvenes de escasos recursos y que viven en situación vulnerable.

Este año, en las instalaciones se atiende a 60  internos y 315 externos, quienes  también asisten a talleres de panadería, electricidad, soldadura, mecánica y carpintería.

El lugar es atendido por cuatro sacerdotes Misioneros de la Divina Redención, además de  personal que ayuda con  la alimentación, lavandería, mantenimiento y educación.  El sacerdote Carlos Alberto Rojas, actual encargado del lugar, explica que la mayoría de internos son originarios de la provincia.

“Llegan con autoestima baja, muchos han sido marginados y a veces sufren violencia en sus hogares”, afirma el religioso.

Para Rojas, ese trabajo es “una obra de verdadero amor”, pues los jóvenes reciben acompañamiento psicológico y espiritual, además de obtener  formación técnica y académica.

La intención de  educadores y  colaboradores es que los niños mejoren su autoestima, se sientan amados, respetados y valorados, y también que vivan de manera digna.

El fundador de esa obra es el presbítero Arturo D’Onofrio,  un italiano nacido en 1914, quien luego de la Segunda Guerra Mundial se propuso ayudar a los huérfanos de ese conflicto. La misión llegó a Guatemala en 1987, cuando se comenzó a atender a niños de la calle. Hasta 2010 estuvo bajo la dirección del padre Livio Pulitta.

Ingreso

Dany Rubén Yos tiene 13 años y  es originario de Patzún, Chimaltenango. Es uno de los estudiantes internos. Cursa el segundo grado  básico y aprende carpintería en el centro vocacional.

“Aquí me están enseñando cosas buenas. Allá —en Chimaltenango— no podría aprender todo esto, y no me cobran nada, gracias a Dios”, afirma el joven.

En julio comienza el proceso de selección de quienes ingresarán en el 2017.

Rojas explica que los aspirantes deben completar un examen de admisión y una entrevista psicológica. Luego, se hace un diagnóstico, una visita domiciliar y un estudio socioeconómico.

Para el próximo año también se contratarán profesores de enseñanza media, con estudios completados en Química y Biología, Matemática y Física, y Comunicación y Lenguaje.

Entre otros proyectos, el administrador del centro menciona que se ofrecerán perito contador y bachillerato en Computación.

Desarrollo

Julio Otzoy, de 22 años, dejó  San Juan Comalapa, Chimaltenango, hace cuatro años, con la intención de  integrarse al centro para estudiar el bachillerato.

Graduado en el 2013, continuó con sus estudios en electricidad en los talleres y ahora hace sus prácticas en las instalaciones para obtener un diploma del Instituto Técnico de Capacitación y Productividad, que avala algunos de los talleres del Centro Vocacional San José.

“Estoy muy agradecido por todo lo que los misioneros de la divina redención han hecho por mí, porque me han permitido vivir aquí, estudiar y ahora trabajar”, expresa el joven.

Vidas enlazadas

Pichiyá se graduó en 1996, como miembro de la segunda promoción de estudiantes;  pero en el 2009 regresó al centro para colaborar, y desde el 2012 es un trabajador de esa institución.

El taller de electricidad en el que estudió le dio las bases para profesionalizarse. Trabajó durante 13 años en una empresa, e incluso llegó a tener su propio negocio.

El hombre, ahora de 39 años, está casado, y su boda se celebró en el 2009, en la capilla de ese centro de formación.

“Es como si estamos ligados; la comunidad me necesita un poquito, y yo necesito bastante a la comunidad”, asegura.

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