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El hombre que habla con los muertos: El médico forense guatemalteco que lleva 4 mil necropsias durante más de una década

El médico forense José Juárez ha dedicado su vida a hacer necropsias y con ello asegura que ha logrado llevar consuelo a las familias de las víctimas y también ha contribuido a esclarecer crímenes.

José Juárez ha dedicado su vida a la medicina forense, y muestra su alegría por haber escogido esa profesión. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

José Juárez ha dedicado su vida a la medicina forense, y muestra su alegría por haber escogido esa profesión. (Foto Prensa Libre: Juan Diego González)

Su ambiente de trabajo es uno de los más lúgubres. Sus manos han tenido que tocar diariamente el frío y lo rígido de los cadáveres que ingresan a las morgues del Inacif, pero a pesar de eso José Juárez Tánchez nos recibe en una oficina del instituto situada en la zona 1 capitalina con una sonrisa y gran amabilidad. Tánchez es el jefe de la clínica y tanatología forense regional del Inacif. Tiene 25 años de ser médico, pero los últimos 14 los ha dedicado a “tratar” con muertos como médico forense.

“Para muchos médicos, la medicina forense es vista como el trabajo sucio de los médicos, pero yo les digo que no; les digo a mis colegas que cuando ellos no pueden hacer nada, me llegan a mí sus pacientes”.

Solamente el año pasado, el Inacif reportó 10 mil 736 necropsias: víctimas de violencia, hechos de tránsito, supuestos suicidios y cualquier otro tipo de muerte “dudosa” llega a manos de los médicos forenses.

En sus 14 años de profesión, José ha visto prácticamente de todo. Estima llevar aproximadamente 4 mil necropsias al día que concedió está entrevista, en diciembre pasado y para esta fecha el número de cadáveres que han pasado por sus manos sin duda es mayor.

Ver a la muerte todos los días no es algo sencillo, es necesario tener un temple de acero con el que no se nace. Asegura que se tiene que ir forjando todos los días porque hay casos que pueden quebrar el alma de cualquier hombre.

Pero a pesar de todo esto José ama profundamente está profesión. No fue necesario que lo dijera con palabras, la pasión y la mirada que mantuvo narrando sus vivencias fueron la mejor prueba de ello.

¿Cómo nace un forense?

Tiene que ser médico de profesión, este punto no está en discusión. Pero además de la preparación académica se tiene que tener una “chispa” algo que permita enamorarse de la profesión y eso se llama vocación.

José, desde niño era inquieto y curioso por la vida. Él se preguntaba como “funcionaban” los seres vivos, era una de las preguntas que desde niño rondaban en su cabeza.

“Le voy a contar una anécdota. Mi mamá tenía una  muñeca que le habían regalado sus tíos, ella quería mucho a esa muñeca y la tenía en su cama”, José con tan solo unas palabras nos hizo retroceder en el tiempo.

“De repente resultaron en casa con la novedad que la muñeca tenía un mal olor, hasta le encontraron moretones en algunas partes del cuerpo”; su familia se asustó, incluso pensaron que se trataba de algo sobrenatural.

“Eso no era brujería. Cuando yo era pequeño tomaba una jeringa y le inyectaba caldo de frijoles a lo muñeca y se comenzó a pudrir por dentro y eso era lo morado”, ese es el recuerdo que tiene José como su primer acercamiento a las ciencias forenses.

“Ya habían ciertos elementos en mí que me orientaban a estudiar medicina”. Por fortuna sus padres fueron visionarios. En vez de regañarlo por estar haciendo travesuras decidieron impulsar esa curiosidad.

“Lo tomaron con mucha seriedad y ya me fueron orientando a la carrera de medicina. Me empezaron a comprar libritos para niños donde explicaban los órganos, me fueron orientando por ese camino”.

Cuando decidió de adolescente estudiar medicina no fue una sorpresa, su familia ya lo esperaba y decidieron apoyarle en esta nueva etapa de su vida académica que serviría para abrirle paso en el ámbito profesional.

“La carrera de medicina requiere mucha preparación, muchos estudios, no se puede trabajar y estudiar al mismo tiempo. Se necesita el apoyo de una familia para que lo mantengan a uno hasta que termine la carrera”.

El primer contacto con la muerte

Pudo ver un cadáver cuando estaba en el primer año de medicina como parte del curso de Técnicas de Necropsia que recibía en la universidad. Esa vivencia ocurrió en el Hospital General San de Juan de Dios.

Cuando estaba en el tercer año de la carrera recibió el curso de Patología, recuerda que iban a los hospitales Roosevelt y San Juan de Dios a ver autopsias clínicas.

Pero el momento que marcó su academia y le hizo apostar por la medicina forense más que por cualquier otra rama de la ciencia médica fue cuando visitó la morgue del Organismo Judicial (OJ), ese momento fue único.

“Encontraron en un cuerpo un proyectil de arma de fuego,  lo iban a mandar al laboratorio, con el rayado balístico de ese proyectil buscaron compararlo con una pistola que le habían incautado a un presunto delincuente, y vi que este trabajo era importante. Realmente tenía su significado e iba  a servir para algo”.

La medicina forense no se trata exclusivamente de revisar cadáveres y emitir informes, con esta rama es posible respaldar con pruebas científicas muchas de las hipótesis que nacen de la mente de fiscales e investigadores, es posible contribuir para la búsqueda de justicia.

 Conversar con un cadáver

Si realmente hay seres humanos que son capaces de hacer que un cadáver les hablé son los médicos forenses. Ellos se preparan para descifrar e interpretar esos últimos minutos de vida, que en ocasiones no es por causa natural.

De las más de 10 mil necropsias que practicó el INACIF el año pasado 2 mil 884 fue a personas que murieron por arma de fuego y 365 fallecieron por heridas de arma blanca, entre otras causas de muerte.

“Prácticamente podemos decir que los cadáveres nos hablan a través de los hallazgos que nosotros encontramos y de acuerdo a esos hallazgos pues la autoridad competente tendrá elementos suficientes para encontrar un culpable, entender los hechos, saber que causó una muerte”.

La fascinación del ser humano por la vida y la muerte ha acompañado prácticamente la historia de la humanidad. Era necesario saber si una muerte fue natural o provocada.

“Es una profesión que lo llena a uno de felicidad al ver que el trabajo que uno hizo llega a una conclusión final, ver que agarran a un responsable por cometer un hecho”.

 Crímenes en Guatemala

En sus 14 años como médico forense, José ha visto como ha venido evolucionando la violencia en Guatemala. Personas linchadas, ataques armados, incluso personas descuartizadas.

“Según mi experiencia se mantiene las formas como las personas pierden la vida, sin embargo por épocas sí se dan ciertos cambios. Por ejemplo cuando hay peleas entre pandillas, pero peleas así serías en el interior de la República o incluso aquí en la capital es cuando empiezan a aparecer muertos con muestras de ensañamiento”.

La Mara 18 y la Mara Salvatrucha son las dos pandillas que ponen a temblar a los guatemaltecos y que representan un verdadero reto para las fuerzas de seguridad, son dos grupos rivales que cuando se enfrentan las calles se tiñen de un rojo sangre.

“Por ejemplo descuartizados, desmembrados, con una cantidad grande de heridas por arma de fuego y las distintas estructuras que cometen crímenes en Guatemala tienen su forma de operar y matar”.

Según su experiencia, las dos pandillas son peligrosas y sanguinarias, pero ve que los ataques de la Mara 18 suelen ser abruptos, mientras que los de la Mara Salvatrucha muestran cierto grado de planificación, según su visión y experiencia.

Cuando se trata de un crimen de “cuello blanco” la forma de ataque es hasta un tanto “más fina”.

“Por ejemplo el crimen organizado, crímenes de cuello blanco,  la persona muere de uno o dos balazos pero cuando son crímenes del órden común o pasionales uno ve mucho ensañamiento. Uno va a encontrar a una mujer con hasta incluso 60 puñaladas, eso denota que el crimen podría ser pasional”.

A pesar que la muerte le ha hecho ver escenarios inimaginables, que podría traducirse a auténticas pesadillas José ha logrado mantener su salud mental, pero en sus primeros años de carrera los casos de niños fallecidos le sacudían el alma.

“Uno se identifica con su familia, uno piensa que es un hijo o un sobrino, se trabaja con cierto sentimiento. Lo que sucedió en mi fue que tuve que ir armando mecanismos de bloqueo porque no podía yo ser tan sensible a casos tan crueles”.

Para mantener su salud mental tiene una regla: No hablar del trabajo dentro del hogar y que su familia tampoco le pregunté cómo estuvo su jornada, asegura que es necesario para poder mantener paz.

“En principio porque no los quiero contaminar con las cosas malas o negativas que he visto, y lo segundo porque no quiero que se enteren de situaciones de casos que están judicializados para no comprometerlos”.

Lecciones de vida

Con ver tantos casos de muertes la conducta de José ante el mundo ha ido cambiando. “Yo me volví una persona más tranquila, antes digamos…yo vivo en el Tejar Chimaltenango y salía con mis amigos, me los encontraba en una tienda y me tomaba un par de cervecitas y me iba para la casa”.

Pero con los escenarios de sangre que él ve en su trabajo está ya no es una idea que le llame la atención. “Ya no lo hago, yo he visto a muchachos que han matado en las puertas de las tiendas, independientemente de que hayan hecho algo o no”.

Antes José recuerda que era de las personas más temperamentales cuando algún imprudente se le atravesaba manejando, o incluso si le ganaban algún parqueo.

“Ahora yo ya no hago problemas por nada porque sé que me pueden matar hasta por reírme o hacer una mala cara, entonces trato de conservar la calma y no andar tanto en calle, lo hago lo justo y necesario; eso no significa que uno no salga y se divierta pero si no es muy necesario no lo hago.

El forense y la vida

Mirar a la muerte todos los días, conocer de primera mano lo cruel que puede ser el ser humano le  llevó a este médico a ver con optimismo la vida. Una estado que puede darnos años de historia pero que también puede desaparecer en cuestión de segundos.

“Para mí la vida es don que tenemos. Si ustedes quieren por creación, si ustedes quieren por evolución, si ustedes creen que fue por la creación de un Dios o la influencia de los astros, está bien lo que ustedes quieran creer, no importa”

Asegura que el simple hecho de estar vivos “nos hace esenciales y  la vida que tenemos en este plano es corta. Lo más que podemos vivir son 100 años, si mucho, entonces debemos de aprovecharla al máximo (la vida) para vivir felices”.

“Para mí la vida no termina acá, no les digo que exista un cielo o un infierno. Nosotros somos energía y la energía no se crea o destruye, se transforma”.

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