Vecinos detenían su marcha y aportaban algo: ofrecían agua pura a los bomberos, trasladaban cubetas con agua o reunían arena, que pasaban de mano en mano hasta uno de los focos del siniestro.
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Algunos vecinos que apoyaban en las tareas se intoxicaron por el humo y fueron atendidos en ese mismo lugar por los socorristas, quienes los trasladaron a diferentes hospitales.
Voluntarios
“Lo que se quema no se vuelve a recuperar”, dijo Orlando del Cid, un vendedor de carbón, quien recordó que, en un incendio como el de ayer, en el 2006, se quemó su producto.
Del Cid fue uno de los cientos de voluntarios que unieron sus fuerzas para que las llamas no se extendieran más y evitar que el desastre fuera peor.
Las llamas se redujeron a ceniza y humo a eso de las 12 horas. El cansancio era evidente. Cascos en mano, caras sucias por el hollín y un fuerte olor a quemado invadió la zona del desastre.
Al final de la jornada, mujeres les servían a los bomberos la comida que habían preparado para la venta del día.
“Ellos son nuestros héroes”, expresó una vendedora mientras se limpiaba la frente y las lágrimas con la manga de su blusa, al tiempo que observaba con desconsuelo la devastación causada por las llamas.
Afectados
“Buscaré cómo levantarme de nuevo. El negocio nos daba de comer y lo perdí todo”.
Tomás Morales, comerciante.
“Pido a Dios me ayude para poder iniciar de nuevo. Perdí dos locales con ropa”.
Claudia Ramírez, comerciante.
“Nunca hay que decaer ni dejar de trabajar. Hay que seguir adelante y pedirle a Dios”.
Orlando del Cid, comerciante