Comunitario

Siempre las cuatro

Apenas faltan 20 para las 2, pero el tirano de la mano larga y la mano corta tullidas dice que son las 4 en punto. Miente, pero a nadie le importa. Solo le pone atención el recién llegado cuando se da cuenta que así, descompuesto, un reloj solo sirve para hacer sentir el día más largo de lo que en realidad es.

PACIENTES en la espera.

PACIENTES en la espera.

La espera se multiplica por 12. Los pacientes hacen honor a su nombre en los corredores de la Policlínica del IGSS de la zona 1. Esperan una consulta, un resultado, un diagnóstico, una cura.

Se oyen nombres desconocidos. Si sonara el nuestro, parecería de otra persona. Los apellidos se suceden en voz alta con largos intervalos de silencio: Rodríguez, Galdámez, Chigüichón.

El noticiero parlotea en un televisor cuya misión —fallida— es que la gente no se aburra. Es hora del noticiero y sus amigables presentadores se despiden con una sonrisa fresca después de la noticia de tres muertos.

Un paciente cuenta, sentado en la banca de espera, cómo se le zafó la llanta trasera de la moto, le cayó sobre el tobillo y le dieron dos días de descanso, pero tiene fisura y no sabe si podrá volver tan pronto. Y el jefe no le contesta.

Su drama se hace una hoja más en la hojarasca de expedientes, radiografías, recetas, resultados de análisis y su respectivo carné de paciente. En otro corredor, el orondo reloj sesentero marca las 12 menos 10. Y son las dos y 10.

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