El proceso de quema, pulverización, colado y almacenamiento se lleva dos horas y media.
René Hernández, administrador, y José Alejandro Chávez, sacristán de la Catedral, reunieron los ramos y los trasladaron a un lugar apartado, para resguardar de las chispas las reliquias del templo.
Media hora de fuego
La preparación de la ceniza conlleva un trabajo minucioso. Se coloca una plataforma metálica de un grosor de 1/8 de pulgada, para evitar que el hierro se caliente demasiado y ceda a la temperatura. Sobre ella se distribuyen los ramos, que arden rápidamente.
El fuego consume lentamente las palmas, pétalos y tallos, cuyas brasas deben apagarse solas. Por largo rato se observa el rojo vivo de las pequeñas partes que no se han consumido. “Hay que esperar”, indica Chávez, aunque comienza a separar con un palo de escoba las cenizas de las partes que todavía arden.
Pasa hora y media, y aunque todavía hay fragmentos en combustión, se pulverizan los restos con la mano.
La ceniza se acomoda en recipientes para ser colada una y otra vez, en un proceso paciente y minucioso. Después se llenan frascos donde se guarda hasta el Miércoles de Ceniza, cuando el párroco José Luis Colmenares le agregará aceite santo y agua bendita.
Después, sacerdotes y ministros designados impondrán la ceniza a los fieles.