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Personaje del año: Héroes guatemaltecos que atienden la emergencia del coronavirus vestidos de blanco y sin capa

Prensa Libre reconoce como Personaje del Año a los salubristas que desde marzo han expuesto su vida para cuidar a la población del covid-19.

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Personal médico de Guatemala es reconocido como "Personaje del año 2020" de Prensa Libre, por su entrega para atender la emergencia del coronavirus.  (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera)

Personal médico de Guatemala es reconocido como "Personaje del año 2020" de Prensa Libre, por su entrega para atender la emergencia del coronavirus. (Foto Prensa Libre: Fernando Cabrera)

Son médicos, enfermeros, bomberos, técnicos, laboratoristas, terapistas y personal de limpieza. Todos ellos conforman un solo cuerpo de atención, vigilancia y esperanza ante una situación de la que nadie tenía referentes, más allá de los libros.

La pandemia, que se oficializó en el país el 13 de marzo, se llevó en Guatemala un verano, una Semana Santa, una temporada de lluvias y ahora una Navidad. Casi diez meses después en que se puso de manifiesto que el sistema de salud guatemalteco pende de un hilo, solo sostenido por el personal de Salud que ha estado en primera línea y se niega a soltarlo.

No dudaron en separarse voluntariamente de sus familias y dejar de lado su vida social desde marzo para entregarse a cuidar pacientes a costa de su propia vida y, muchas veces, sin recibir su paga. Por eso este año Prensa Libre decidió reconocer a este grupo de verdaderos héroes   Personaje del Año, como un agradecimiento público por estar ahí siempre.

Sería caer en un lugar común preguntarles si se habían imaginado estar en una situación como esta o si  tuvieron deseos de renunciar al ver que no contaban con  suficientes insumos o les retrasaban sus salarios.

A la primera  interrogante la respuesta fue, obviamente, que no. La segunda tuvo matices, aunque destaca la siguiente: “Lloré y lloré toda una noche por el pánico y el miedo a la enfermedad. Sentí injusto tener que estar ahí, pero luego entendí que era mi trabajo”.

Las enfermeras también son reconocidas por su arduo trabajo durante la pandemia del coronavirus. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

En 2018 Guatemala contaba con 3.5 médicos por cada 10 mil habitantes según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el número  de enfermeros era de 0.7 por esa misma cifra.

La OMS también refiere que desde el 2009 se comenzó a registrar una significativa reducción en el personal de Salud. En ese año había nueve médicos y casi nueve enfermeros por cada 10 mil personas.

Esto da una idea del exceso en la carga de atención al que ha sido sometido el personal de Salud desde que irrumpió el covid en Guatemala.

Muchos de ellos, además de trabajar en un hospital público, también lo hacen en centros de salud privados, y no precisamente  por la insuficiencia de personal, sino porque un solo salario no les alcanza para mantener a su familia.

Triple esfuerzo

La terapista respiratoria Jaqueline Pos Camacho fue quien lloró con desconsuelo al saber que le tocaría atender a los enfermos de covid, confiando plenamente en su equipo de protección personal (EPP). El mismo que la hace sudar por el intenso calor que acumula en su interior, el que le ha provocado alergias y manchas en la piel y el que no se puede quitar sino hasta pasadas seis horas, porque deben cuidar los insumos.

El personal médico ha trabajado horas extras durante la pandemia, sin ellos, sería imposible la salud de los guatemaltecos. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Esto implica que no puede beber agua aunque se sienta deshidratada, para no tener que ir al baño, pues una vez se quita el traje hay que desecharlo de inmediato. Esta instrucción representa para los salubristas un sacrificio adicional.

Pos Camacho trabaja en los hospitales Roosevelt, San Juan de Dios y el Nacional de Totonicapán. Debido a que hace un turno 24 horas cada tres días,  rota de un lugar a otro.

“Por la escasez de terapeutas nos vimos en la necesidad de duplicar o triplicar nuestro trabajo. La mayoría estamos así, en uno privado y en uno o dos nacionales”, explica.

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En el país hay aproximadamente 250 terapeutas respiratorios. Nadie se imaginaría que ese personal tan poco conocido es el que desempeña uno de los trabajos más importantes para esta pandemia:  ayudar a respirar a los pacientes.

Aun así, la profesional hace ver que en el hospital no tienen un renglón específico dentro del Ministerio de Salud y además están bajo contrato, por lo que no tienen derecho a prestaciones laborales ni vacaciones.

El personal ha salido adelante pese a las adversidades. En la imagen, cuando denunciaban falta de recursos y pago de suelo en el Parque de la Industria. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El trabajo se intensificaba cuando algún compañero se contagiaba y debían encargarse en su ausencia. Mientras Pos Camacho cubría la emergencia del San Juan de Dios, hubo un momento en que de 12 terapeutas, cinco estaban infectados.

Un informe de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) del 29 de octubre indica que se han reportado al menos mil 500 contagios entre personas que trabajan en los hospitales públicos del país y, de ellos, más de una treintena han fallecido.

El hospital Roosevelt, el más grande del país, es el que más casos registra entre su personal. En total, 669 personas han dado positivo al covid; el 17 por ciento de su fuerza laboral.

Según la Defensoría de la Salud de la PDH, muchos de los contagios están vinculados a la falta de un equipo adecuado de protección, y personal deficiente en el 55 por ciento de los hospitales supervisados.

En el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), la situación no es diferente. Aunque su personal refiere que cuenta con los insumos necesarios,  dio a conocer en septiembre que, hasta entonces, habían reportado 300 contagios y 26 fallecidos entre los profesionales de salud, técnicos, auxiliares, enfermeras, personal de seguridad y administrativo.

Vista de un mural del pintor guatemalteco Kevin Pérez, en honor a los médicos que atienden el coronavirus, en Ciudad de Guatemala. (Foto Prensa Libre: EFE)

“Lo más difícil fue ver pasar la carretilla de un paciente muerto. Por turno nos tocaba ver de cinco a seis carretillas que pasaban. Vi personas conocidas, enfermeros, médicos y técnicos enfermos e internados, y algunos de ellos pasaban en la carretilla”, recuerda René Pérez, técnico de rayos X del IGSS de la zona 9.

Añade que muchos médicos se infectaban porque atendían a pacientes que decían que les dolía cualquier otra cosa, antes de revelar que tenían síntomas relacionados con el covid-19. Eso causó estrés e inquietud entre el personal de salud, y él era quien los calmaba.

Debido a que Pérez practica los exámenes de rayos X y tomografías en el hospital, muchos de sus compañeros lo buscaban cuando creían que se habían contagiado, pues la tomografía pulmonar resulta ser más certera que una prueba de antígeno, por el daño evidente que el virus provoca en los pulmones.

 

Sin pago y sin insumos

Uno de los reclamos recurrentes de los médicos durante la pandemia fue la  falta de insumos. Al inicio de la crisis sanitaria no contaban con suficientes medicinas y equipos de protección personal, aparte de que tampoco estaban recibiendo su salario.

Uno de los facultativos que lideró estos reclamos fue  Óscar Guillermo Hernández Alonzo, quien falleció por el virus en el hospital de Villa Nueva y no pudo ser atendido por la falta de medicamentos.

El cansancio ha sido evidente en médicos, enfermeras y demás personal médico del hospital de Villa Nueva. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Los compañeros de Hernández Alonzo hicieron una donación para comprarle el medicamento, pero de todas maneras perdió la vida. Incluso, antes de haber recibido su primer cheque por su labor en el nosocomio.

A pesar de tener todo en contra, cuando no debería ser así, el personal de salud se ha mantenido en primera línea durante la pandemia.

“¡Ahora es cuando! Juramos atender a los pacientes en los peores momentos”, subraya la enfermera Yolanda Butz García, al recordar lo que les decía a sus compañeros de promoción cuando decidió trasladarse de Cobán a la capital, por la demanda de personal de salud en el área central.

Cuenta que empezó a estudiar la carrera en 2014 y al graduarse trabajó en el Polochic, pero llevaba casi un año sin trabajo cuando se enteró que el Ministerio de Salud estaba contratando a personal de enfermería.

Trató de convencer a sus compañeros de viajar a la capital, pero todos tenían miedo. Al final, solo cuatro se animaron y juntos buscaron un hotel donde alojarse. El 23 de marzo ya estaban trabajando en el hospital temporal del Parque de la Industria y el 26 se comenzó a recibir a  los pacientes.

Butz menciona que estaban listos con su equipo de protección, aunque el único medicamento con el que contaban era acetaminofén. Nadie los preparó para  situaciones  adversas, como tratar con guatemaltecos deportados, que además de lidiar con la frustración de haber sido detenidos por las autoridades estadounidenses, también tenían covid.

Estar en primera línea de la batalla contra el covid-19 ha representado permanecer alejados de los seres queridos. (Foto Prensa Libre: EFE)

Muchos de ellos eran de Petén y no hablaban español, por lo que no entendían lo que les decían los médicos. Pero Butz García es q´eqchi´ y detectó que ellos también, por lo que se ganó  su confianza cuando empezó a hablar en su idioma materno.

Después de estar en el Parque de la Industria,  fue trasladada a un hotel capitalino para hacerse cargo del cuidado de los pacientes asintomáticos, pero la falta de organización y protocolos provocó que estas personas se desesperaran después de estar más de 10 días en el lugar.

“Los pacientes estaban cada uno en su habitación y no tenían permitido salir, pero se lograron organizar y un día todos salieron al mismo tiempo, me rodearon y me dijeron que no me dejarían salir si no hablaba con el médico. En ese momento  tuve mucho miedo, porque yo soy pequeña y había muchos hombres grandes que estaban muy molestos”, relata Butz García.

Después de este experimento fallido de atender a los asintomáticos en hoteles, Butz García fue asignada al Hospital Roosevelt, donde  trabaja actualmente. Desde el 1 de septiembre no le pagan y por estar lejos de su familia, dice que no le importa trabajar en Navidad y Año Nuevo, aunque al borde de las lágrimas manifieste que está allí por los pacientes.

El último eslabón y el último deseo

En el último eslabón de esta gran cadena de personas que han estado comprometidas en sacar adelante el sistema de salud en una emergencia sin precedentes está Cristofer Chávez, intendente del Hospital Roosevelt.

Siempre hay un espacio para sonreir, sobre todo después de la satisfacción por el trabajo bien hecho. (Foto Prensa Libre:  Érick Ávila)Su trabajo consiste en limpiar el área de cuidados intensivos cada vez que un paciente abandona su lugar, ya sea porque se recuperó o porque, en la mayoría de los casos, sucumbió al virus.

En tres años, Chávez se ha acostumbrado a estar siempre listo para limpiar las salas de cirugía y de emergencia de sangre, fluidos y vómitos. Desinfecta el lugar y clasifica los desechos en orgánicos, equipo médico e insumos contaminado.

Por la naturaleza de su labor, sabe que debe estar siempre protegido para evitar cualquier tipo de contagio. Mientras le toca limpiar los pisos del intensivo, ha podido ver a pacientes colapsar por falta de oxígeno, pedir ayuda y morir.

Pese a que dice que intenta no tener mucho contacto con las personas, porque “uno es ser humano también y cuando fallecen es duro”, sabe que su posición le permite ayudar a las familias a ponerse en contacto con sus seres queridos. Él es el canal de comunicación para dar tranquilidad a ambas partes.

Afuera de la emergencia muchos lo detienen antes de entrar y le dan un nombre y apellido para que pueda buscar al paciente e informarles de su estado de salud y así lo ha hecho hasta el momento. “Recuerdo a un señor que en el intensivo me empezó a hablar y contar de su vida. Un día me dijo que sabía que no sobreviviría porque se sentía muy mal. A pesar de que  no soy religioso le dije que podía orar por él para que estuviera en paz. A los 10 minutos falleció”, refiere.

El personal de salud desea que los guatemaltecos tomen conciencia de que la seriedad de la enfermedad. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

El 2020 está por terminar, pero el virus sigue en el ambiente. La pandemia les dio una tregua en septiembre, cuando lograron tomar un respiro al ver que los casos iban bajando y las camas en el intensivo se empezaron a liberar.

Pero esto no duró mucho. A inicios de diciembre empezaron a recibir cada vez más pacientes, pero en esta ocasión muchos son personas de la tercera edad, a quienes ven morirse apartados de su familia.

“En una reunión les dije a mis compañeros que me siento cansada. Cada vez que me pongo el traje hasta ganas de llorar me dan. Son de 6 a 8 horas adentro. Si tomo agua me dan ganas de ir al baño y si no tomo agua tengo sed. Estamos cansados, pero no nos queda más que recobrar fuerzas y seguir, por el paciente”, afirma Glenda Ordóñez, terapista respiratoria del IGSS.

Las pocas satisfacciones que tienen las terapistas como Glenda son cuando logran ver, por fin, que un paciente sale del intensivo al lograr recuperar las fuerzas para respirar y a todos les piden un favor, que hablen del virus. “Cuando salgan y hablen con la gente. Díganle que el virus existe, es potente y que los puede matar”, expresan.

Al preguntar a cada uno cuál es su deseo para el 2021, lejos de pedir que la vacuna venga pronto al país, todos respondieron lo mismo.

“Deseo que las personas tomen un poco de conciencia y que vean lo grave que es la enfermedad. Nosotros dejamos fiestas navideñas, dejamos a nuestras familias para atenderlos, pero también nos exponemos”.