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Población en Guatemala comienza a tener una reducción y ahora hay menos nacimientos que en 2018

En el último lustro se observa un descenso en las cifras de nacimientos, con una tasa de fecundidad de 2.3 hijos por mujer. En el 2018 eran 2.6.

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La tasa de natalidad se ha reducido de 2.6 a 2.3 nacimientos desde 2018. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

La tasa de natalidad se ha reducido de 2.6 a 2.3 nacimientos desde 2018. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

A lo largo del 2022 en Guatemala se registraron 345 mil 869 nacimientos, con un promedio diario de 947.6.

En fecha reciente, la Unidad de Estadísticas Vitales del Instituto Nacional de Estadística (INE) dio a conocer los nacimientos del 2022, un conjunto de datos que aportan una radiografía del comportamiento de la natalidad durante ese período.

Indica que nacen más varones que niñas, cuáles son los meses con mayores cifras de nacimientos, los departamentos con mayor natalidad y cómo ocurren estos.

También aporta datos generales de las madres, como edad y escolaridad, y permite conocer cuál es la tendencia en la tasa global de fecundidad en los últimos cinco años, la cual viene a la baja.

Es una oportunidad para repasar el comportamiento de los datos en los años previos, así como las proyecciones en el mediano plazo que pueden ilustrar una tendencia demográfica.

El estudio anterior fue parte del ejercicio desarrollado por el economista y demógrafo Pablo Salazar, representante del Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa) para Guatemala, quien aborda dos aspectos importantes: primero, cómo será la transición demográfica en el mediano plazo y sus implicaciones, y segundo, qué reflejan las altas cifras de maternidad en mujeres jóvenes y cuál es su impacto en la economía.
La interpretación de estos datos debería ser una herramienta para trazar las políticas públicas del país, menciona.

Radiografía

Las estadísticas toman como base las inscripciones de los nacimientos en el Registro Nacional de las Personas (Renap).

En los últimos cinco años se observa un descenso en las cifras de nacimientos.

En el 2018, nacían, en promedio, 1,050 niños cada día y la tasa de fecundidad era de 2.6 hijos por mujer. Cuatro años después, hubo un descenso de 2.3 hijos por mujer.

Esto se calcula por la tasa global de fecundidad cuya fórmula es: número de nacimientos por cada mil mujeres en edad fértil.

En algunos departamentos la fecundidad está por debajo del nivel de reemplazo, y 2.1 es el número matemático que permite que una población se mantenga estable.

“En Guatemala y Sacatepéquez esta cifra muestra cambios de 1.6 y 1.5 hijos por mujer, en ese orden, mientras que en Totonicapán la tasa es de 2.7”, destaca el demógrafo.

En el 2020 hubo una caída en las estadísticas, con 341 mil 212 nacimientos inscritos.

“Tenemos duda de este dato; pudo ser por vacíos en el registro”, dice Salazar, al considerar que esta disminución podría deberse a que hubo menos nacimientos anotados en el Renap a causa de las restricciones por la pandemia.

También es probable que el dato será visible con las inscripciones escolares, añade.

El estudio Addressing information barriers to birth registration, un proyecto del Renap en conjunto con The Behavioural Insights Team (2020) estima que el subregistro de nacimientos es un problema persistente en Guatemala.

Las estimaciones sugieren que del 4 al 10 por ciento de la población no son registrados, lo que equivale a un aproximado de 1.6 millones de personas.

En otras palabras, el Renap tiene el universo de la información, incluidos los vacíos de omisiones no registradas.

 

Las madres

Las estadísticas de nacimientos muestran que el 61.5% de las madres son solteras y el 38.3%, casadas.

En relación con las edades, el grupo predominante fue de los 20 a los 24 años, con el 29.7%, y le sigue el grupo de los 25 a los 29 años con 24.7%.

En un tercer rango de edad están las adolescentes de 15 a 19 años, con más de 57 mil nacimientos (16.7%) y las menores de 10 a 14 (0.6%).

La mayoría de los nacimientos fueron asistidos por médicos (72%) en hospitales públicos (42.3%), y 44 mil 521 partos, por comadronas, a domicilio (24.5%). Continúan en atención los hospitales privados, centros de salud y el Seguro Social.

Por tipo de parto, el vaginal es dominante; sin embargo, en los hospitales privados, en todos los departamentos del país predomina el parto por cesárea.

“Hasta el 2018 Guatemala tiene una de las tasas de fecundidad en mujeres de 15 a 19 años más altas de América Latina —en Nicaragua no tenemos datos certeros—”, refiere Salazar.

La tasa de fecundidad específica en las adolescentes también se eleva en departamentos como Quiché, Huehuetenango, San Marcos y Alta Verapaz, mientras que en Guatemala y Sacatepéquez se observa el descenso de fecundidad, según un estudio de Unfpa del período 2016-2020.

Asimismo, Unfpa presenta datos nacionales de la fecundidad en féminas de 10 a 19 años. En el 2016, la tasa era de 41.9, y cinco años después, de 35.8, una cifra que a pesar de que está reduciendo, todavía es alta y tiene un impacto negativo para estas madres tan jóvenes, resalta Salazar.

Otro factor que salta a la vista es que ocurren más nacimientos en mujeres con menor escolaridad. En el 2022 predominaron las que tuvieron estudios a nivel primario, con casi 138 mil casos, y después las de niveles básico y diversificado. En cuarto lugar se ubicó “ninguna” escolaridad, con 57 mil 488.

Se estima que Guatemala pierde cada año alrededor de US$300 millones por los costos del embarazo en adolescentes, si se toma en cuenta a la persona y la sociedad. Desde los costos directos asociados con la atención del parto, que es más oneroso por los protocolos de edad y el alto riesgo, así como menor participación en el mercado laboral —costo de oportunidad— y trabajos menos remunerados.

La tendencia mundial es que las mujeres con más educación tienen menos hijos. “Esperamos que esto se refleje en un mejor nivel de bienestar para las mujeres. El objetivo de país es demostrar que hay ventajas en postergar la fecundidad cuando se tiene mayor escolaridad, además de que hay menos riesgos”, expone Salazar.

El bono demográfico

Según proyecciones de Unfpa y de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), hacia el 2080 se calcula que en Guatemala habrá 27 millones de habitantes. A partir de esa fecha, empezaría a decrecer la población.

Por grupos etarios, de los 0 a 14 años viene a la baja en forma lenta, mientras que la población de 65 años y más, aumenta.

Hasta el 2021, más de 6.1 millones de hombres y mujeres jóvenes, el 30% de la población, tiene entre 13 y 30 años. Esto significa que cada año, más personas estarán en edad de trabajar, hasta el año 2050.

En Guatemala esta transición se marca desde el 2010, aunque en la mayoría de los países latinoamericanos, como México, Colombia y Costa Rica, es un fenómeno mucho más avanzado.

Esto significa una ventana de oportunidades y de crecimiento económico, pues se tendrán más personas independientes y en edad de trabajar, respecto de las dependientes. Esto les permitiría capitalizarse y aportar a la Seguridad Social, generar ahorros y contribuciones económicas, y un mayor bienestar familiar.

“En la actualidad hay tres personas que trabajan por cada cinco. Esto seguirá mejorando hasta llegar a cuatro personas por cada cinco miembros de una familia”, sostiene Salazar.

Unfpa considera que durante el 2022 ingresaron más de 200 mil jóvenes al mercado laboral, lo cual tiene implicaciones para el empleo, desempleo, subempleo y migración.

Si bien Guatemala crece 2% en el PIB per cápita, de este porcentaje el 1.3% se debe al bono demográfico anual, puesto que “cada vez hay más personas en edad de trabajar”.

Faltan condiciones

Aprovechar la etapa del bono demográfico también depende de políticas públicas como productividad y empleo.

Pero todavía hay brechas. En el país, en el 2019 la tasa de participación laboral por sexo muestra la mayor diferencia en la región latinoamericana. El 80% de hombres son parte del mercado laboral, mientras que las mujeres son las más excluidas con una participación del 40%, según estudios de Cepal y Naciones Unidas.

“Persiste una alta proporción de mujeres que no trabajan o estudian, porque están dedicadas a tareas de cuidado. Si logramos reducir el embarazo adolescente, aumentan las personas empleadas y la contribución económica sería mejor para Guatemala”, hace ver el representante de Unfpa.

Capital humano

Paul Boteo, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Desarrollo, expresa que menos hijos por mujer es una buena noticia, pues refleja que los métodos de planificación son aceptados, lo cual debería ponerse de manifiesto en la posibilidad de que más mujeres accedan a la educación.

Sin embargo, en términos de productividad existen otros factores como el nivel de capitalización —inversión y tecnología— que muestran un rezago hasta de tres décadas. En consecuencia, el PIB real por trabajador se incrementa a un ritmo demasiado lento, un indicador que casi ha estado estancado, lo cual es grave porque el nivel de productividad no aumenta”, explica Boteo.

Por lo anterior, el cambio demográfico ayuda porque hay menos presiones en el mercado laboral en mediano plazo. No obstante, durante décadas el país no ha sido capaz de construir capital humano, que consiste en personas saludables y con mayor nivel de educación.

En suma, Boteo no ve un panorama positivo si no se invierte en la juventud. “El mercado laboral cuenta con jóvenes con habilidades laborales de principios del siglo XX, en pleno siglo XXI”, concluye.

Más hombres, más muertes

La estadística de nacimientos 2022 también muestra diferencias de sexo: nacen más varones que niñas, con una diferencia de más de 5 mil.

Una cifra que se revierte en la edad adulta con mayor predominio de mujeres, y que también se refleja en la esperanza de vida.

Salazar explica que por lo general nacen más hombres, pero a la vez la mortalidad en estos es mayor.

“Los varones son más propensos, es una tendencia mundial”, asegura, y en la edad adulta también tiene relación con que los hombres tienen más comportamientos de riesgo.