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Gabriel Calzada: “La poca fe es una limitante”

Gabriel Calzada Álvarez, originario de Gran Canaria, España, y rector de la Universidad Francisco Marroquín (UFM) desde hace seis meses, conversó con Prensa Libre acerca de su trayectoria, travesuras de la infancia y de lo nociva que considera a la clase política para las sociedades guatemalteca y española, a la vez que resalta las similitudes entre ambos países y ve desafortunada la participación de las universidades en las comisiones de postulación.

Calzada nació en la  Gran Canaria, el 16 de mayo de 1972.

Calzada nació en la Gran Canaria, el 16 de mayo de 1972.

Atraído por la belleza de Río Dulce, Izabal, se describe como una “persona curiosa, con muchas inquietudes y tremendamente entusiasta”. Considera que la mayor virtud del guatemalteco es su amabilidad, y su peor defecto es la poca asertividad y su dificultad para decir con claridad sí o no.

¿Qué lo trajo a Guatemala?

Me trajo la UFM. La primera vez que vine a Guatemala fue hace siete años. Vine a impartir unas charlas sobre escolástica tardía española de los siglos XVI y XVII, y me enamoré de la Universidad y del país.

¿Cómo llegó a la Rectoría?

Después de que visité por primera vez el país regresé cada año a impartir pláticas. Estaba algunas semanas, y en uno de esos viajes recibí la oferta. En ese momento trabajaba en un proyecto para crear un centro universitario; se llama Centro de Estudios Superiores de Madrid Manuel Ayau —maestrías en Economía—. Entonces tuve que dejar encomendado ese proyecto y vine a Guatemala. Hicimos una transición de seis meses con Giancarlo Ibargüen. Estuve como vicerrector, y hace seis meses me nombraron rector.

El mundo se encuentra dividido por ideologías y regiones. ¿Cómo lo divide usted?

No creo que el mundo esté dividido por ideologías; en todo caso, el mundo se divide entre aquellos que se limitan a imitar y los que actúan para cambiar las cosas. A los primeros, el esfuerzo de actuar para cambiar las cosas les pesa mucho.

¿Pero ve un mundo con ideologías?

Afortunadamente las ideologías ya no son tan importantes como en el siglo anterior, cuando murió mucha gente en manos de los Estados, por razones políticas que tenían que ver con las ideologías. Veo un mundo más racional, que busca mejorar con formas más prácticas y menos abstracciones teóricas. Hay una mayor capacidad de entender.

¿Cuál es el peor enemigo del desarrollo del país?

La relativa poca fe que hay en los guatemaltecos, de lo que pueden hacer por sí mismos. El potencial del guatemalteco es enorme y el espíritu emprendedor es grande, pero la clase política pone muchas trabas.

Ahora que menciona a los políticos, ¿cómo evalúa a la clase política guatemalteca?

Yo veo que los políticos actúan movidos por el corto plazo, buscan lo que les pueda dar réditos inmediatos. Pero los países que han logrado el desarrollo en los últimos 50 años estuvieron liderados por políticos que abandonaron el corto plazo y pensaron en el largo plazo, pusieron las bases para el desarrollo. Por ejemplo, hace 50 años Hong Kong y Guatemala tenían el mismo nivel de renta. Pero eso pasa en muchos lados, no solo es un problema de este país. La clase política guatemalteca no es muy distinta a la de otras naciones.

En comparación con la española…

La clase política española se convierte en un problema. La crisis —en España— se dio por la intervención de la clase política. La clase política española ha sido parasitaria de la sociedad.

¿Qué similitudes encuentra entre Guatemala y España?

Hay muchos parecidos entre España y Guatemala. Culturalmente respiran una misma tradición. Hablo del idioma, la cultura y, por ejemplo, la forma de tratar a la gente. Compartimos esa disposición de ayudar a los demás. En España eso es notable en el contexto europeo, pero en Guatemala eso es todavía superior.

¿Qué piensa de la situación de Venezuela?

La situación de Venezuela de hoy es un drama que se viene gestando desde hace mucho tiempo, desde el tiempo de Carlos Andrés Pérez —presidente de ese país en los períodos 1974-1979 y 1989-1993—, pero que ha empeorado cada vez más. Existe un exceso de arrogancia de aquellas personas de un signo ideológico que creen que saben organizar mejor un país que la sociedad misma, y lo que hacen es generar un caos absoluto. Creen que pueden diseñar una sociedad hermosa y perfecta, como un paraíso, pero no pueden. Da igual si quien lo cree es socialista o fascista.

¿Qué piensa del papel de las universidades y las postuladoras?

Yo creo que es bastante desafortunado que las universidades tengan ese rol en las postuladoras. Entiendo la lógica, pero no me parece lo mejor, pues considero que las universidades deberían estar al margen del sistema político. Pero como meten a las universidades en la política, estas tienen que jugar.

En Guatemala hay brechas sociales muy grandes. ¿Qué medidas deberían adoptarse para minimizar estas diferencias?

Hay dos tipos de medidas: las económicas y las jurídicas. En las primeras, Guatemala debe abrirse más a aprovechar las oportunidades que ofrece la globalización, y así jugar un papel más importante. Se deben reducir las barreras aduaneras, y eso posibilitaría mucho más que los pequeños emprendedores se involucren y representen un papel más importante en la globalización. El Estado debe concentrarse en aspectos prioritarios, como son la seguridad y la justicia. Debe tener un presupuesto equilibrado y no endeudarse, intervenir menos y dejar que la sociedad civil se organice para lo demás.

¿Y la salud y educación?

En el caso de salud y educación, el Estado debe crear un marco para que el servicio sea más diverso y plantear una red de garantía para los que no pueden acceder. No debe promover, no debe meterse en el negocio. Para proveer eso los Estados no son buenos en ningún país.

¿Hay algún país modelo?

No hay países modelo, todos actúan de acuerdo con sus tradiciones. La idea de seguir modelos es peligrosa. Cada país debe encontrar sus propios modelos.

“La poca fe es una limitante”

 

Perfil

Profesión: economista, egresado de la Universidad Complutense de Madrid, y con una maestría en la Universidad Rey Juan Carlos.

Fecha de nacimiento: 16 de mayo de 1972  

Qué libro lee: The Enterprise of Law, de Bruce Benson.

Libros favoritos: La envidia y la sociedad, de Helmut Schoeck; Nación, Estado y economía, de Ludwin Von Mises;  y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez

Arte favorito:  cine

Un músico que le guste: Sergéi Vasilievich

Rachmaninoff, pianista y compositor ruso

Actitud deseable en un estudiante:  curiosidad

Peor error de un docente: creer que su trabajo es dictar clases.

Niñez y juventud

Aficionado al surf y al cine

Gabriel Calzada Álvarez creció entre el sol y las olas de la isla Gran Canaria, España.

Aficionado al surf y al futbol, se confiesa seguidor de Unión Deportiva Las Palmas —equipo que milita ahora en la segunda división del balompié español—. “Ese equipo le ha aportado grandes jugadores a clubes importantes”, asegura.

Recuerda que de niño fue muy travieso. Un 28 de diciembre —Día de los Santos Inocentes— fue con sus amigos a una oficina empresarial, y cuando salían las personas vestidas con traje formal  les lanzaron tinta invisible —la que después de unos minutos desaparece sola—. “Hubo una persona que muy molesta nos retuvo para llevarnos con la Policía, pero al final no pasó nada”, relata.

Durante su juventud fue activista ecológico y creó una organización llamada C4,   la cual se dedicaba a estudiar el medioambiente y la energía. Su afición por el cine lo llevó a colaborar con una productora cinematográfica. A sus 18 años abandonó la Isla para estudiar Economía en la Universidad Complutense de Madrid. Durante el pregrado hizo un intercambio a Alemania, donde conoció a su esposa, Karen, una belga con quien procreó tres hijas —de 5, 8 y 9  años—, quienes lo acompañan ahora en Guatemala. “Ellas están muy felices. Les gustó mucho el país”, refiere. 

El lugar de Guatemala que más le ha gustado es Río Dulce. “Es un lugar mágico. Es impresionante ver ese flujo de agua que va hacia el océano Atlántico. Es el mayor de tres hermanos -Alfonso e Inés-, a quienes lleva  año y medio y cinco, respectivamente.

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