Comunitario

Tristes y caros bosques

"Dan tristeza estos árboles", expresa Napoleón Utz, expatrullero civil de San Andrés Itzapa, Chimaltenango, mientras se agacha para tocar el tronco de un joven pino —sembrado hace cinco años como parte del plan Bosques para la Concordia, en el cual se gastaron Q1 mil 900 millones— talado por depredadores de bosque.

Alejandro Napoléon Utz, líder de los expatrulleros, muestra un árbol cortado en un bosque depredado de San Andrés Itzapa, Chimaltenango.

Alejandro Napoléon Utz, líder de los expatrulleros, muestra un árbol cortado en un bosque depredado de San Andrés Itzapa, Chimaltenango.

Muchos otros ejemplares ni siquiera llegaron a crecer y se secaron. “Lo que pasa es que este bosque ya no tuvo mantenimiento. Como ya no hubo incentivo económico, la gente abandonó los árboles”, agrega mientras se pone de pie.

Entre el 2005 y el 2009, de 20 a 30 millones de árboles —según las fluctuantes cifras oficiales— fueron sembrados en varios departamentos, por más de 500 mil exintegrantes de las patrullas de Autodefensa Civil, conocidos como exPAC, por las siglas de aquella fuerza paramilitar, que exigía una compensación por sus servicios. Durante la administración de Óscar Berger —2004-2008— se les ofreció el pago a cambio de reforestación dentro del fideicomiso Bosques y Agua para la Concordia, que desembolsó Q1 mil 917.7 millones, a través del Ministerio de Agricultura. El pago de Q5 mil 100 fue dividido en tres cuotas.

aún reclaman pago

El fideicomiso fue liquidado en diciembre del 2011, y según un informe final, en la primera fase se efectuaron 516 mil 105 pagos por Q877 millones 378 mil 500 —Q1,700 a cada reforestador—. En la segunda fase se hicieron 224 mil 640 pagos, por un total de Q381 millones 888 mil, y en la tercera fase se realizaron 387 mil, que sumaron Q658 millones 448 mil 300.

Sin embargo, hay grupos de expatrulleros que aún reclaman que se les adeuda uno o dos de los pagos acordados, pues durante el fideicomiso no se efectuaron los tres desembolsos a los beneficiarios.

¿y los árboles?

Si se hubiera sembrado la cantidad de árboles de las estadísticas del gobierno de Berger, eso supondría disponer de más de dos mil kilómetros cuadrados de bosques, el equivalente a la extensión de Jalapa.

Sin embargo, las siembras se hicieron en diversas regiones del país, y no hubo un control unificado y confiable para dar seguimiento.

El informe de la comisión liquidadora no proporciona el dato de las áreas específicas donde se sembraron árboles ni la cantidad.

En el Ministerio de Agricultura actualmente se limitan a indicar que tal información no está disponible, pues el fideicomiso caducó antes de que las actuales autoridades asumieran.

Efraín Oliva, subsecretario ejecutivo de la Presidencia durante el gobierno de Berger, que ahora es el responsable de un programa distinto pero bautizado con el mismo nombre —Bosques y Agua para la Concordia—, explica que cada expatrullero sembró alrededor de cien árboles.

Esa versión es desmentida por exPAC entrevistados, quienes dicen que fueron entre 50 y 65 los árboles que plantó cada persona, algo sobre lo cual tampoco hay constancia.

Sin mantenimiento

La supervivencia de las pequeñas matas dependía de que se les proveyera de cuidados, como riego y abono durante cinco años.

Juan Carlos Rosito, investigador del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (Iarna) de la Universidad Rafael Landívar, explica que “se debe cuidar un bosque al menos durante ese período” y hacer trabajos de raleo —depuración de árboles débiles para que sobrevivan los mejores—.

Pero eso no ocurrió, según reforestadores consultados, y al efectuar visitas a campos de siembra de Chimaltenango y San Marcos se puede notar que los bosques son raquíticos, por no decir inexistentes.

Bosques tristes

Utz —a quien los comunitarios conocen como don Polo—, líder de los expatrulleros de Autodefensa Civil en Chimaltenango, observa con cierta incredulidad los árboles sobrevivientes de aquella siembra de más de ocho mil unidades que plantaron en el 2007 en la finca La Felicidad, San Andrés Itzapa.

Cerca del sendero identifica otro árbol que plantó, pero apenas ha crecido. Luce débil, enfermo. “Este ya no pegó”, se lamenta mientras lo toca. De otros no queda ni rastro, en tanto algunos más han sido cortados.

Utz recuerda que se unió al programa de reforestadores en el 2006 y que se hicieron varias siembras.

La primera de ellas, entre el 12 y el 14 de junio, y se colocaron mil 904 pilones de pino y seis mil 200 de ciprés, para un total de ocho mil 104 árboles. En esa oportunidad participaron cerca de 200 exPAC, quienes posteriormente, por falta de incentivo económico, no les dieron mantenimiento.

“A algunos todavía se les debe el pago dos y tres. En Chimaltenango hay unos 70 exPAC que no han recibido todo el dinero. ¡Cómo costó que dieran el dinero, y por eso es que a la gente ya no le interesó darle mantenimiento!”, explica.

En San Marcos

En San Marcos, unos siete mil exPAC sembraron árboles de ciprés en el cerro Serchil, a unos 10 kilómetros de la cabecera. Mardoqueo Orozco recordó que abarcaron unas 50 hectáreas, con el objetivo de aumentar la recarga hídrica de los nacimientos de agua. Si bien hay muchos árboles vivos, el crecimiento ha sido deficiente, aunque ellos lo consideran un éxito.

Errores

Informes de auditoría de la Contraloría General de Cuentas (CGC) señalan algunas deficiencias en la ejecución del fideicomiso. El informe del 2008 daba cuenta de que “algunas solicitudes de ingreso al proyecto de reforestadores, así como contratos de pagos a reforestadores presentaban deficiencia en los datos consignados de estos documentos, tales como el nombre de la municipalidad que emitió la cédula no corresponde con el número de orden y registro al momento de recibir el pago. En algunos casos no firmó o estampó la huella digital”.

Los informes de la CGC daban cuenta de que no se cumplía con los cronogramas ni se comprobaba si en efecto se había sembrado la cantidad de árboles anunciada.

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