Comunitario

Un renacer después de las pandillas

Cristian Aceituno vivió dentro las pandillas por más de cuatro años hasta que un accidente cambió su vida. 

Cristian vivió por más de cuatro años en las pandillas. (Foto Prensa Libre: Gabriela López)

Cristian vivió por más de cuatro años en las pandillas. (Foto Prensa Libre: Gabriela López)

Movilizarse de por vida en una silla de ruedas, una bala dentro de su cuerpo y unos tatuajes, son las marcas que le dejó vivir en pandillas.

Ingresó a ellas a los 15 años en busca de “felicidad”, pero asegura que encontró lo contrario. “Quería ser como ellos, me gustaba cómo se vestían y cómo se divertían; y cuando entré, no fue como yo pensaba”.
 
Quería tener poder y respeto infundiendo miedo, pero en realidad el que tenía miedo era él, pues ya no vivía con tranquilidad. “Es horrible, no puedes asomarte a cualquier lado, no solo por los contrarios, sino también por la Policía”, recuerda.
 
Drogas y robos son algunas de las cosas que se ven dentro de estos grupos. Con la vista perdida, Cristian recuerda que luego de asaltar a las personas vendían las cosas y se repartía el dinero, pero cuando se quedaba sólo lloraba. “Sentía una culpa bien fea”.


 
Esa debilidad que no podía demostrar frente a sus amigos, pues de lo contrario su vida también corría peligro.

Lección de vida
 
A los cuatro años de haber integrado esta banda, Cristian recibía una lección. Las estrechas calles de La Limonada, la colonia que antes recorría caminando o corriendo,  a partir de ahora lo haría por medio de una silla de ruedas.
 
“Me balearon en un bus. Andábamos robando con tres amigos, uno murió en ese momento, y dos quedamos heridos. Uno de los sobrevivientes no aprendió la lección y murió tiempo después. “Yo quedé así –en silla de ruedas-”.
 
El fuerte sonido de unos disparos dentro de un bus y el frío de una bala que perforaba su espalda hicieron que Cristian recordara a Dios y le pidiera en ese momento que lo perdonara.
  
Tirado en el suelo y ahogándose con su propia sangre pedía auxilio a las mismas personas a quienes momentos antes le había quitado sus pertenencias.  “Solo escuchaba a la gente decir 'que se muera ese ladrón', y con justa razón”, resalta.  Llegaron los bomberos y lo trasladaron al hospital.
 
La bala perforó la columna vertebral y quedó entre la costilla y el pulmón; desde hace siete años Cristian se moviliza en una silla de ruedas.
 
Una segunda oportunidad
 
Luego de la vida en las calles y de un incidente que casi le cuesta la vida, Cristian, de 26 años, ha aprendido mucho, como a valorar a su familia pues luego de lo que le pasó son los únicos que han estado con él.  “Trato de vivir y de agradar a Dios por la oportunidad que me dio de estar vivo, porque no muchos corren con esa suerte”.
 
Al verse en la necesidad de ayudar a Cristian, el mayor de cuatro hermanos, el padre Otto Aceituno de 45 años, aprendió a elaborar zapatos y hoy en día es el fundador de la zapatería La Limonada, que distribuye su mercadería en Guatemala y Estados Unidos.

Además le ofrece trabajo a niños y jóvenes que viven en la colonia La Limonada que quieran reformarse y tener un mejor futuro.  Ahora padre e hijo luchan por salir adelante y trabajan juntos en el negocio familiar.
 
Una vez por semana Cristian y su familia dan charlas motivacionales en su vivienda para personas que quieran dejar las calles. También para quienes llegan por primera vez a trabajar a la zapatería.

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